ALGUNAS DE LAS RUTAS MÁS BELLAS DEL PARQUE

NATURAL DE CAZORLA, SEGURA Y LAS VILLAS
POR LA SIERRA DE LAS VILLAS- II

  

 El contenido de esta página es parte del texto de un pequeño

       libro titulado:          "Por la sirra de las Villas".           Si         

pincha en este enlace puedes verlo en la editorial y tienda online.   

 

  LANCHA DE LA CIGARRA

 o corazón de la Sierra de las Villas.

           El título de este capítulo es el nombre de un lugar concreto de esta gran Sierra de las Villas. Quería describir la porción de terreno que cae por esta zona y no encontraba un nombre que abarcara todo el espacio que aquí quiero meter. Entre los otros muchos topónimos que en esta porción de sierra existen, ninguno me parecía lo suficiente extenso como para ponerlo en el título. La lancha de la Cigarra, con ser no un punto sino un paraje grande, también reúne unas características muy especiales. Es precisamente la lancha mayor de las diez o doce que hay en la zona por la que pretendo irme. Y es, además, la que corona el terreno con la majestad y belleza necesaria como para ponerla como cimiento aunque en este caso sea cumbre. Al delimitarla casi sale la forma de un corazón real, con su núcleo y  bordes.

 

           Y quería decir que de todos los trozos de terreno que componen las grandes Sierras de las Villas, el más hermoso, subjetivo y a la vez asombroso, creo que es este de la lancha de la Cigarra. Y lo quiero limitar, mirando desde lo hondo del Aguascebas Grande hacia la cumbre. Miro a la sierra desde el valle y no desde la cumbre. Implica una actitud que no es simple. Por la derecha, con el cauce del arroyo Aguascebas de Gil Cobo, por arriba, con la raspa de la altísima cordillera centrada por Pedro Miguel (Blanquillo) y por la izquierda, con el surco profundísimo y gigante del río Aguascebas Grande. De arriba abajo o al revés, por el centro, va un caballete que  fragua las vertientes hacia ambos cauces.

 

           O lo explico de otro modo: me sitúo en la Herradura, punto donde se junta el arroyo Gil Cobo con el Aguascebas Grande. En lo alto, en el centro y a lo largo, me queda Pedro Miguel y la Blanquilla Alta con dos buenos trozos de cumbre a ambos lados. Por la derecha el Blanquilla Baja y por la izquierda el collado del Pocico, no el de la nava del Rico sino el de las Lagunillas de cañá Somera. Desde donde estoy, a la derecha mía, corre el Aguascebas de Gil Cobo, que lo seguimos hasta la cumbre y a la izquierda, corre el río Aguascebas Grande, que también lo seguimos hasta la cumbre. Con dos bellos cauces a los lados, una luminosa cumbre en lo alto y una junta de los cauces en lo hondo, tenemos encerrada la porción de tierra que quiero describir.  La de la lancha de la Cigarra desde la cumbre hasta lo hondo de los ríos.  Las alturas van desde los 750 m. en la junta de los cauces hasta los 1830 m. en la cumbre de Pedro Miguel, pilar del caballete central y núcleo del corazón delimitado.

 

           Y también quería decir que esta lancha, la grandiosamente bonita, empinada y salvajemente misteriosa, también se llama lancha de los Espinares. Mirándola desde abajo, en el centro, por donde va el caballete, entre los dos cauces, tiene un profundo corte.  Es como un collado y ahí crece uno de los pinos más grandes de estos contornos. Se le conoce por el Pino de la Cigarra. Cuando lo serranos pronuncian la palabra lancha, se están refiriendo a un paisaje rocoso que en forma de placa o de morros sobresalen en una ladera entre la cumbre más alta y el valle más hondo. Como si fuera un escalón gigante que tiene una cara muy inclinada mirando hacia las partes bajas y otra cara más llana, por el lado de la cumbre. A esta cara llana ellos la llaman lanchas cuando el paisaje es pura roca, muy difícil de andar, sin tierra para cultivar y con vegetación autóctona. En muchas partes los pinos no han podido crecer.  Cuando el paisaje es tierra más o menos buena, son  poyos y a la cara más inclinada voladeros. El filo entre las dos caras es lo que ellos llaman rastillo que a veces se prolonga hacia la parte más llana de los poyos, con paisajes de rocas sueltas o rajadas, muy agrias y complicadas de andar.  La vegetación que se da en las lanchas suelen ser sabinas, carrascas, romeros, enebros, cambrones, algunas encinas, robles y pinos pero más escasos y salteados.  Claro que estas condiciones no siempre se cumplen a la perfección pero con más o menos matices o variantes, así son.

 

           Cuando desde el valle final o la hondura máxima desde la cumbre, suben varias lanchas, siempre dispuestas en horizontal, ladera arriba hasta coronar la cumbre total, se van formando las escaleras, con el escalón de cada una de las lanchas y el poyo correspondiente.  Por eso ellos algunas veces han bautizado estos salientes rocosos con el nombre de lancha de la Escalera o escalera de Amador. En el fondo es una redundancia pero ellos se entendían y se entienden y de qué manera más hermosa. También es porque para remontar de una lancha a otra o poyo, tenían que trazar caminos y en las partes finales, por tener un desnivel muy pronunciado, los caminos trazaban muchas curvas y hasta tenían que empedrarlos y meterlos por el surco de los arroyos.  También lo llaman escalón o morro.  Complicadísimas formas del terreno que ellos han sabido trocear y sin apenas ciencia escrita, también supieron dominar poniéndole nombres, trazando veredas, levantando cortijos o  tinadas y roturando tierras para sembrar los huertos y regarlos con los abundantes veneros que por estos poyos y lanchas brotan.  

 

           Pues lo que pretendo es hablar de esta gran lancha de la Cigarra que ya hemos dejado bien limitada y encajada en el lugar que le corresponde. Y digo que arrancando desde la cumbre que centra el precioso pico Blanquilla Alta, tenemos el primer escalón de la porción de tierra que hemos dejado entre los dos cauces. En realidad, nosotros no hemos hecho nada más que llegar, ver y asombrarnos de la variedad que la naturaleza por aquí ha modelado. Por ese primer escalón y cumbre total, tenemos paisajes muy bonitos con nombre aun más hermosos. De derechas a izquierdas, nos encontramos con lancha Ignacio, Blanquilla Baja, Blanquilla Alta, Pedro Miguel coronando, poyo   de los Robles, la Torquilla, collado del Pocico, y Sima de las Lagunillas. Estamos en la parte más emocionante del corazón y por donde entra y sale toda vida. Sobre las cumbres descargan las nieves y las lluvias y por las venas que recorren las entrañas, van las aguas, principio de toda vida, hasta los valles para llenar los ríos.

 

           Y si desde esa alta cumbre nos venimos para la junta de los cauces que es donde estamos, lo primero que tenemos, nada más caer hacia este lado y no hacia el valle del Guadalquivir a la altura de Coto Ríos, son las Nogueras, las Hoyicas y el collado del Perenoso. Tres preciosos nombres serranos para otros tantos rincones impresionante bellos. Podría decirse que este es el primer poyo que presenta la enorme ladera. No está llano por completo porque todavía estamos muy en la cumbre que es donde empiezan a nacer los arroyos. En el mismo collado del Perenoso, punto más alto del caballete central, nacen dos arroyuelos que en dos vertientes opuestas llevan aguas al arroyo Gil Cobo y al Aguascebas Grande. Arroyo de los Espinares se llama el que vierte para Gil Cobo y arroyo de las Nogueras el que lleva sus aguas al Aguascebas Grande. Por encima del arroyo de los Espinares y ya casi cumbre de la gran cuerda tenemos una lancha menor. Es la lancha de la Carrasquilla, gemela de la lancha de los Espinares pero la primera  mira la Cenajo de la Blanquilla Baja y la segunda al barranco del arroyo Espinares.  Un poco más hacia la junta tenemos el primer gran escalón. El que nos ha servido para dar nombre a esta porción de tierra y es el que forma la primera lancha con el nombre de lancha de la Cigarra y de los Espinares.  Se ve desde casi todos los puntos de estas sierras y de buena parte de la Loma de Úbeda.

 

           Los Espinares son, ya lo he dicho, un arroyo. El que nace en el collado del Perenoso y vierte hacia el cauce de Gil Cobo. Pero este nombre tan bonito también remite a las ruinas de un viejo cortijo que hubo como a la mitad del recorrido de este cauce. Donde se junta con otro arroyuelo que le entra desde el lado de la Blanquilla Alta. Ahí mismo existen unas tierras llanas, huertas en otros tiempos y por eso todavía tienen cerezos y álamos, y sobre el puntal construyeron el cortijo.  Una vivienda muy pequeña, de pura piedra caliza y tejas rojas pero bonita y remontada en su morrete correspondiente para otear los horizontes. Aunque debo dejar claro que el verdadero nombre de este cortijo es la Pariera. Sitio donde paren las ovejas pero como dentro del nombre de los Espinares se recoge una buena porción de tierra, por extensión al referirse    al cortijo, cañada y algo más, les decían y dicen Los Espinares.  Y los Espinares también son toda la gran morra que presenta la lancha de la Cigarra desde el arroyo Gil Cobo hasta el collado del Perenoso.

 

           Pero parece que el verdadero nombre de Espinares se concentraba y concentra en un prado. El Prao de los Espinares. Se encuentra este punto justo donde, al salir la pista de tierra de la cerrada  de San Ginés,  se divide en dos: para fuente Colorá y el collado Perenoso. Ahí mismo hay un precioso prado de tierra muy buena que en otros tiempos cultivaban y sembraban de cereales. Fue a este rincón a lo que ellos le aplicaron el nombre de Prao de los Espinares. Uno de los primeros trozos de terreno, viniendo desde la cueva del Peinero hacia el Embalse del Aguascebas, al que le regalaron el precioso  nombre de “Prao”. Algunos de los otros son: Prao del Sargatillo, Prao de los Chopos, Prao de Coca,  Prao Maguillo, Prao de los Fresnos, Prao de Majaenrea, Prao Canalejas, Prao Nevao y Prao de la Trocha.  La pista que va para fuente Colorá atraviesa casi por el centro del Prao de los Espinares y al borde mismo queda el hoyo de una peguera. En este Prao de los Espinares también hubo una peguera como en la cañá de la Blanquilla Baja.  Ellos arrancaban las peanas de los pinos, cuando ya estaban secas y convertidas en tea y las cocían en pegueras para conseguir pez: alquitrán o resina  que sudan las teas y que vendían para obtener algún dinero.

 

           La cara más quebrada de esa lancha es la que mira a los poyos de Gil Cobo.  Cae casi en vertical y, donde ya las laderas se han derramado, se forma el precioso  poyo  de Gil Cobo. Una gran franja de tierra que va horizontalmente de un cauce a otro, río Aguascebas Grande y arroyo Gil Cobo, límites puestos por nosotros en este trabajo. Es por esta porción de tierra buena por donde metieron la carretera asfaltada que ahora atraviesa toda la Sierra de las Villas. Es el poyo más grande de toda la gran ladera y aunque presenta, en sus lados, desniveles muy pronunciados, se pueden andar bien. Por donde desciende el caballete, centro del corazón, está el cortijo de Gregorio y la tiná de Rumualdo. Buenas tierras esas y bonito mirador coronado por la gran lancha de la Cigarra. Por donde está la tiná de Romualdo, desde tiempos muy lejanos, en los mapas ponen la lancha del lobo, nombre irreal. Ese rincón  se llama de la Peraleja y la lancha pues también participa de este nombre. Un poco más abajo y en esta misma vertiente tenemos la lancha de la Tejea.

 

           El tercer escalón desde la cumbre hasta la junta se forma desde los poyos de Gil Cobo hacia los surcos de los dos cauces con profundos cortes rocosos en los dos, río Aguascebas Grandes y arroyo de Gil Cobo. Ya se viene cerrando la porción de tierra que estamos describiendo. Nos metemos hacia el pico del corazón, junta de los cauces y curva de la Herradura. Lo bautizaron con este nombre y bien que sabían lo que se hacían. Pero por el centro, el escalón no es tan pronunciado y por eso enseguida cae a la llanura de la Bruna. El caballete se ha hundido algo. Quizá por el peso de la nieve o las toneladas de tierra que han rodado desde las partes altas. Buena tierra ésta y con algunos veneros de aguas purísimas. Es este el tercer poyo del tercer escalón. Hay otro cuarto escalón, con su collado correspondiente en el centro porque ya por aquí, el terreno es cada vez más quebrado. A este escalón y poyo se le conoce con el nombre de la Tejea.  Es el punto central del caballete que ya se ha recuperado del hundimiento y por eso se forma el collado. Para la izquierda y el Aguascebas Grande, es el  Canalón del Molino de la Parra y Caída de la Bruna. Por la derecha la Tejea hasta el Puente Tijera y el barranco del Zarzalar.

 

           Un cuarto escalón se presenta enseguida y este tiene su centro en el collado de las Arenas, ya casi sin poyo porque el terreno se acaba. Se unen los lados porque estamos llegando al pico del corazón. Pero su correspondiente poyo se le conoce con el mismo nombre que al collado: de las Arenas. Mira desafiante, impenetrable y cubierto de pinos, romeros y carrasca a la también tremenda lancha de la Benita. Algo más abajo están los Morrones, que son los últimos escalones o lanchas antes de que el río y el arroyo que nos ha servido de límites, penetre por ambos lados cortando fieramente los macizos rocosos y rompiendo hacia el gran valle del Guadalquivir cuando éste ya va por los olivares de Mogón.  Exactamente en este punto es donde se coloca el nombre de la Herradura. La parte final del corazón, el pico y es por donde se escapan los ríos de agua que han refrescado las entrañas del gran corazón.

 

           En este punto las tierras descansan algo sobre las llanuras y mientras reciben las aguas y observan las siluetas de los rocosos escalones subiendo hacia la cumbre, se preparan para ser bañadas por las corrientes. El cortijo de la Herradura y Bardazoso, están más o menos cerca pero ya al otro lado de los cauces. A partir de aquí, la sierra y sus laderas, toman otros nombres y formas. Pero si todavía quisiéramos penetrar un poco más en el misterio y belleza del corazón que hemos bordado, sería más que suficiente con irnos andando siguiendo sus límites. Arroyo Aguascebas del Gil Cobo arriba hasta la cumbre, luego a la izquierda cumbre adelante hasta Pedro Miguel y el nacimiento del Aguascebas Grande y bajar cauce adelante hasta la misma Herradura. Creo que en la realidad sería casi imposible hacer este recorrido por los tremendos cañones y cortes rocosos que ambos cauces tienen. Pero si de alguna manera fuera posible, quedaríamos más que asombrados de lo inmensamente hermoso, robusto y escabroso de este tremendo rincón serrano. Único en todas las sierras del Parque Natural y único en el mundo entero. Y no exagero.

 

           Así que resumo: Además de la gran lancha de la Cigarra, por esta porción de sierra, tenemos las siguientes lanchas: lancha de la Carrasquilla, lancha de los Espinares, lancha de la Peraleja, lancha de la Tejea, lancha del Cantalar, lancha de la Benita, lancha del Zarzalar, lancha del Agrión, lancha de Perete y  lancha de Ignacio.  Las he nombrado desde arriba hacia la Herradura por el lado de la lancha de la Cigarra y luego he subido hasta lo alto. Así que la lancha del Lobo, no existe por este lugar de la sierra. ¿Cuándo y por qué lo escribieron en los mapas?

 

33- Poyo Gil Cobo, cortijo de Gregorio,    Ir al índice

               llanuras o cañada de la Bruna.

               Al gozo de las praderas limpias.

           Distancia aproximada:       2 k.   

           Desnivel aproximado :       30 m.   

           Tiempo aproximado   :       1,5 h. andando.

           Camino: veredas de animales y sin ellas.
 

     Es esta ruta un agradable paseo por tierras bastantes llanas con rasos de tierras fértiles, espesura de bujes, paisajes rocosos con extrañas y agreste figuras  y algunos manantiales de agua, según las épocas. No va por ningún camino señalado pero precisamente por eso, tiene su aliciente.  Con sólo orientarnos hacia la meta trazada, llanuras de la Bruna, llegamos a ellas sin problema ninguno. Y claro que gusta ir descubriendo la ruta a través de la espesura de los bujes, las complicadas pero bonitas rocas calizas y las suaves laderas. Al final, sentiremos  la satisfacción que produce el encuentro con un paisaje único, lleno de tierras llanas  tapizadas de hierba y rematado por los profundos y grandiosos cortes rocosos de los voladeros. Las buitreras quedan a nuestros pies mismo.   
 

       Lento y quedamente
el nuevo día se presenta,
con muchas nubes por el cielo
que cubren la amplia sierra
de extraña sombra y misterio
y de una muy fina  belleza.
 

  Las llanuras de la Bruna son los terceros poyos o escalones que tiene esta ladera según cae desde las cumbres hacia la junta de los cauces. Es justo donde se hunde el Caballete central entre el Aguascebas Grande y el Gil Cobo. Por eso se forman las llanuras en el punto exacto donde correspondía un collado. En realidad pertenece casi al mismo Poyo de Gil Cobo pero no del todo. El terreno sigue llano desde la casa de Gregorio, con un escalón poco pronunciado por el centro pero por los extremos, con sus buenos morros.

 

           Dejamos el coche en la misma carretera justo a la altura  del cortijo de Gregorio. Un poco más hacia el lado del arroyo Gil Cobo, dejando las ruinas  del cortijo a la derecha, nos venimos. Por entre los bujes, las rocas y siguiendo las veredillas de las ovejas. Pero mientras avanzamos tenemos en cuenta no enfrentarnos al morro del Gil Cobo, más pegado al arroyo y muy levantado. Tiene  1382 m. y es una lancha muy mala de andar por la gran cantidad de rocas abiertas y bujes. Por una hondonada muy suave que presenta algunas dolinas, hoyos, y por el lado izquierdo del morro anunciado, vamos avanzando.

 

           En uno de estos hoyos, pegado a unas carrascas y bastante escondida, existe una cueva. Por aquí es conocida como cueva Honda. La entrada no es muy grande  ni se ve con facilidad pero dentro tiene una gran cavidad, igual que la que hay cerca de la nava del Vilano. En otros tiempos estuvo ocupado por algunas familias de gitanos y luego por hatos de cabras y ovejas. Ahora sólo recoge silencio, la visitan de algún turista y el crujir de las tormentas otoñales. 

 

           En poco tiempo caemos a las tierras que ya son vertiente a las llanuras de la Bruna. Siguiendo las veredillas de las ovejas, atravesamos unas zarzas, más bujes y al poco penetramos en las tierras peladas. Son las llanuras que venimos buscando. Tienen juncos por algunos puntos y, según en qué épocas, de por aquí brota agua.  Son tierras con muy poca vegetación. Las cultivaron en otros tiempos y por eso ahora sólo crían buenas hierbas que toman con gusta las ovejas y los animales salvajes. Con toda comodidad subimos por estas llanuras hacia el lado del arroyo de Gil Cobo y antes de tocar los filos del gran voladero, descubrimos una curiosidad: por toda la llanura se desparraman unas piedras negruzcas. Son restos de mineral volcánico que por aquí han salido a la superficie. Algo de hierro tienen porque pesan mucho y su color es también como el óxido de hierro.

 

           Unos metros más adelante ya estamos en el filo del voladero. Nos sorprenderá la profundidad de barranco por donde se aleja el Aguascebas de Gil Cobo y las cañadas a ambos lados. Son las del barranco del Zarzalar y la de la Tejea. Al frente y más en lo hondo nos saludan la lancha de Benita y las laderas del Ponestillo. En la ladera donde estamos nosotros se nos levantan un montón de picos rocosos que potente y quebrados van cayendo hacia el gran surco del río Aguascebas Grande. Se ven con claridad los collados de la Tejea y de las Arenas y más a lo lejos, las laderas de Bardazoso.

 

           Si nos quedamos por aquí, sentados bajo algún arbusto o roca no tardaremos en gozar de los vuelos rasantes de los buitres leonados. Tienen sus buitreras justo en los mismos voladeros sobre los que estamos remontados. Y claro que sin prisa,  sólo el espectáculo de la preciosa visión hacia los barrancos y la paz de los parajes, nos dejará bien satisfechos. Merece la pena el recorrido de esta ruta por el encanto de los paisajes. 

 

        Recuerdo que jugaba
la niña con la nieve

y recuerdo que bajaba

madre, desde la fuente

pisando la escarchar blanca

y cargada toda valiente

y el padre que allí estaba

dijo, como el que advierte:

- Nuestra niña del alma

jugando con la nieve,

si tropieza y resbala

se irá por la pendiente

y en lo hondo y entre las aguas

será sueño para siempre.


      Recuerdo que la madre

cargada y sonriente

siguió pisando el hielo

frío y transparente
y siguiéndole los pasos

su niña, flor de nieve,

venía con sus juegos

helada pero alegre

como lo era la mañana

y el hermoso y reluciente

rincón de la fuente clara,

del arroyo transparente

y del gozo hecho hada

que existe y fino cala

hasta cuando cae la nieve.

 

                

           34-  PEDRO MIGUEL (Blanquillo),   Ir al índice

           BLANQUILLAS BAJA Y ALTA.

              Una aclaración necesaria.
 

    Antes de entrar a describir esta zona de la sierra que ando recorriendo tengo necesidad de aclararme y aclarar algunas cosas. Resulta que yo creía, porque así lo he leído en algunos mapas y libros, que el pico más alto de estas Sierras de las Villas, se llamaba Blanquillo. Me tenía creído esto y he descubierto que no es así. Se llama Pedro Miguel y en otro apartado de este trabajo digo por qué y desde dónde le vino este nombre.

 

        Quiero decir que ahora tengo muy claro cómo son los nombres y por qué puntos se reparten por estas altísimas cumbres de la sierra. Si le entro a Pedro Miguel, el hasta ahora Blanquillo, desde el lado del Pinar Negro, el de las Aguascebas Grande y no el de las Banderillas, me voy encontrando con los siguientes rincones: en primer lugar Pinar Negro, una porción de tierra llana, con su manantial, sus tornajos para que beban las ovejas, sus gruesos pinos laricios, la soledad de la cumbre y los picos de los verdaderos hermanillos. Son los dos puntos más altos por estas cumbres después de pasar Pedro Miguel en dirección hacia el Almagreros, bien lejos de aquí. Coronan y, por el lado de las Aguascebas Grande, recogen a las tierras llanas y tupidas de hierba de Pinar Negro.

 

     Pues si me voy para el lado de peña  Corva me encuentro con un bonito collado. Es el del Pinar Negro con uno de los hermanillos. Justo en este punto, vertiente al Guadalquivir para la Torre del Vinagre, nace un ramal del arroyo del Zarzalar y de los Membrillos. A la derecha de este collado se eleva una agreste, inclinadísima y fiera ladera de rocas blancas que suben hasta lo más alto de Pedro Miguel.  Todo esto ya entre los mil setecientos metros hasta los mil ochocientos y algo.  Desde las mismas cumbres de este Pedro Miguel cae una largísima cuerda que en forma de caballete se va en dirección a la morra  de los Cerezos y peña  Corva. Por todo lo alto de esta cuerda van los límites de los términos municipales. Vertiente al Guadalquivir para la Torre del Vinagre, Santiago de la Espada y para el lado de la loma de Úbeda, Villacarrillo.  Esta cuerda va haciendo de divisoria entre las dos vertientes dichas.
 

   Si no fuera porque es real
que el otoño está llegando
con su revuelo de hojas,
nubes cubriendo a lo ancho
y la lluvia sin parar,
creería que estoy soñando
lo que por mi mente corre
en este rincón callado.

    Baja desde los mil ochocientos metros hasta los mil quinientos y algo menos y justo por este punto se quiebra la preciosa cuerda. Desde el lado del arroyo del Zarzalar le entra una hondonada y en forma de collado o portillo sin rocas, se quiebra la cuerda dando lugar a unas preciosas praderas a ambos lados. Por aquí mismo cruza una senda que lleva    al cortijo de Aguas Blanquillas y más puntos de la sierra por esta vertiente de la Torre del Vinagre. Todo este punto ya es Blanquilla Baja con un buen trozo de la cuerda que hemos traído desde Pedro Miguel. La Blanquilla Baja no es un pico sino una zona muy extensa por donde hay praderas, arroyos, cumbres, collados y varias veredas.

 

           Después de este collado de la Blanquilla Alta la cuerda divisoria de la las aguas sigue por lo más alto de la cumbre y fragua un cucurucho rocoso. Justo ahí está el Cenajo de la Blanquilla Baja. Al pasar este cucurucho y cenajo, una gran cavidad en la roca que en forma de aguilón sobresale en todo lo alto del cucurucho pero mirando hacia la cuenca alta del arroyo Gil Cobo, ya es Blanquilla Baja. La misma cuerda que hemos traído desde Pedro Miguel pero ahora mucho más baja y suavizada en su lomo. Crecen por aquí grandes pinos laricios y hay ricas praderas de hierba. Por la derecha y cuenca del arroyo Gil Cobo, se van abriendo las cañadas y paralelas a la cuerda divisoria de las vertientes. Ésta sube hasta el nivel de los mil quinientos nueve metros y luego baja otra vez.  Una porción de morretes rocosos y otros sólo de tierra van avanzando hacia  la cumbre de la morra  de los Cerezos que nos queda al frente.

 

           De pronto, la cuerda se rompe otra vez en un bonito collado de tierra buena. Aquí mismo nace otro ramal del gran arroyo del Zarzalar y de Gil Cobo. Por el lado del Zarzalar, están   los cortijos de los Pingos o de los Cerezos y el cortijo del Castellón. El del Zarzalar, que es el de la Golondrina, queda más abajo. Pues quería decir que en este bonito collado, el segundo en la cuerda que divide las aguas y baja desde Pedro Miguel, se encuentra el final de la Blanquilla Baja. Lo que sigue es una gran lancha rocosa, muy agreste y difícil de andar y que corona con la morra  de los Cerezos.  Los caminos para seguir por la gran cumbre se venían o pasaban por el lado de fuente Colorá, el collado del Muerto y salían a las llanuras de Jabalcaballo. Por el lado del sol de la mañana y vertiente a arroyo del Zarzalar, era y es muy difícil andar por lo quebrado del terreno y las muchas rocas. Al menos diez arroyuelos nacen en esta vertiente y todos llevan sus aguas al arroyo del Zarzalar. Por eso este cauce, cuando un poco más arriba de Coto Ríos desemboca en el Guadalquivir, lleva tanta agua. Por el lado de las Sierras de las Villas, la cumbre se hace casi llanura por la lancha de la Escalera, collado del Muerto, fuente del Tejo  hasta las llanuras de Jabalcaballo.

 

           Así que dejo claro que las blanquillas, la alta y la baja, ni son el pico de Pedro Miguel ni tampoco otros picos elevados.  Son dos porciones de terreno  bastantes extensas que, sobre lo más alto de la cumbre, quedan recogidos entre la morra  de los Cerezos y la hermosísima morra de Pedro Miguel.  Dos parajes muy conocido y andando por los pastores de estos tiempos y los de aquellos que, para moverse por aquí y poderse entender, lo bautizaron con los nombres que ahora nosotros conocemos.  Hay muchas piedras blancas por estos parajes y más, cuando la cumbre cae desde Pedro Miguel hacia la Blanquilla Baja. Y aclarado este para mí interesantísimo asunto, me pongo a describir algunos de los puntos concretos de este rincón de la sierra.

 

35- Poyo de Gil Cobo, pino y collado de la Cigarra,    Ir al índice

             collado Perenoso, Pedro Miguel.   16-6-2000.

           A la soledad total.

           Distancia aproximada:  3 k. subida  recorrido por la lancha          

           6 k.          Ida y vuelta.

           8 k.               Hasta Pedro Miguel.

         16 k.               Ida y vuelta. 

           3k.                Collado Perenoso, Pedro Miguel.

           6 k.               Ida y vuelta.

           Desnivel aproximado :   500   m. hasta Pedro Miguel. 

                                                       300   m. al collado de la Cigarra.

                                                       150   m. al collado Perenoso.

                                                       300   m. al portillo Pedro Miguel.

           Altura media en met :          1547 m. al collado de la Cigarra.

                                                       1420 m. al collado Perenoso.

                                                       1600 m. al portillo Pedro Miguel.

                                                       1700 m. cuerda Pedro Miguel.

                                                       1830 m. cumbre Pedro Miguel.

           Tiempo aproximado   :         45     mt. al collado de la Cigarra.

                                                       1,15  mt. al collado Perenoso.

                                                       2        h. al portillo Pedro Miguel.

                                                       3,30 h.  cumbre Pedro Miguel.

           Camino:                             Campo a través y veredas.

 

           Dos pinceladas.

         Hice esta ruta en la calurosa pero transparente mañana del día 16-6-200. Ya tenía leída la sentencia de mi marcha de estas tierras y por eso mi alma vivía bajo los efectos de una honda nostalgia. Pero el encuentro, en este día, con los paisajes que a continuación voy a describir, aunque sólo fuera por unas horas, me llenaron de vida y me hicieron volver a la realidad que tan honda llevo.  Por eso, el recorrido de esta ruta no fue para mí un simple paseo a fin de gastar tiempo mientras llega el otro ni tampoco a la manera que ahora tantos usan de la naturaleza. Fue un encuentro con lo más vivo y fuerte que sobre esta tierra, en lo más íntimo, alimenta la vida que se alberga en mi cuerpo de carne. Por eso digo que la sombra que me regalaron los pinos laricios de las altas cumbres, el vientecillo fresco que me prestó  la mañana, la hierba verde que me ofrecieron las navas y praderas de cañadas y crestas, la música con que me deleitaron los pajarillos, las águilas, los cigarrones y los aires por las alturas y el azul purísimo que el cielo quiso poner ante mis ojos,  fueron recibido en mi alma como un abrazo con el Dios en el que creo. Un abrazo de amor hondo y un beso en el cual recibía el mensaje de su sincero cariño hacia mí. Tuve la oportunidad de ahondar un poco más en lo trascendente, la inmortalidad y belleza por la que tanto suspira mi ser y así, una vez más gusté y vi, que esta pobre vida que me permiten tener bajo el sol, tiene su apoyo y hermosura en lo que “ni los ladrones pueden robar ni la polilla puede roer”.

 

           Y los rincones por donde anduve tienen un gran poyo que de siempre los serranos llamaron de Gil Cobo, en honor al serrano que vivió en el cortijo que ahora es un montón de ruinas junto a la carretera, por el lado derecho según se viene desde la cueva del Peinero para el Embalse de Aguascebas. Las tierras de este hermosísimo poyo se acumulan por el lado izquierdo de esta carretera. Por ahí sembraron muchos pinos de la especie laricio, que ahora ya están más o menos grandes.  Otros muy grandes y hermosos que por aquí crecían, este invierno mismo los han cortado, dejando sólo los más raquíticos y menos bellos. Pero este es otro cantar. Cuando la carretera se hace llana atravesando las tierras llanas que hay cerca  del cortijo, por ahí hay un arroyuelo menor que baja justo del collado que la lancha de la Cigarra tiene en todo lo alto. Donde se ven dos grandiosos pinos laricios que dejaron indultados no se sabe por qué.

 

           Pues siguiendo el surco de este pequeño arroyuelo me fui recorriendo el terreno y mientras remontaba buscaba la senda que en otros tiempos iba por aquí. Ya no se encuentra. Sólo algún serrano de los que la recorrieron en aquellos tiempos podría saber por dónde iba. Pero yo seguí buscando el mejor paso y en unos cuarenta y cinco minutos estuve en el puñado de tierra que la cima de la cumbre tiene justo donde crecen los dos pinos.  Es aquí mismo donde se abre el collado pero un poco para el lado izquierdo, mientras que para el derecho, también se abre otro collado menos interesante pero sí con unas preciosas navas.  Por este lado me viene y en una hora poco más o menos recorrí toda la cumbre que la lancha de la Cigarra tiene por este lado.  El  que pega al arroyo Gil Cobo y por donde se abre la cerrada de San Ginés. Me volví luego para atrás, caí al precioso collado y cañada tupida de hierba, porque para ambos lados arrancan arroyuelos, remonté por una cañada también bonita y me dediqué a recorrer la gran lacha de la Cigarra ahora por el lado que mira para la cueva del Peinero. Cuando ya terminé, volqué para el collado Perenoso y viendo que lo tenía cerca y también me quedaba cerca el portillo que da paso hacia la nava y cumbre de Pedro Miguel, me bajé hasta el collado Perenoso.

 

           Lo crucé, me fui por la veredilla que usan los turistas cuando vienen por aquí para subir al “Blanquillo”, remonté la inclinada cuesta que precede al portillo y cuando terminé de cruzarlo, me encontré con la preciosa cañada de Pedro Miguel.  Es la cañada donde justo empieza a nacer el arroyo de la Espinarea, paralelo al de la Blanquilla Alta y Baja y el del Perenoso. En esta cañada, a la sombra de un gran pino laricio, me paré, estuve comiendo, bebí, me tumbé en la hierba fresca y verde que todavía crece por aquí, gocé el bonito y gran majuelo que crece en el centro de esta cañada y que hoy estaba en plena floración y luego seguí. En unos minutos remonté a la cuerda que viene bajando desde las mismas cumbres de Pedro Miguel, por donde encontré la senda y la seguí. No tenía intención de llegar a lo más alto de este pico sino sólo andar el terreno para gozarlo un poco más antes de perderlo del todo. Hoy para mí, este rincón tenía un aliciente especial. Es el rincón que había recorrido unos diez años atrás en compañía de un gran muchacho amigo que luego murió una noche de Navidad y por eso ya no está. Pero aquella experiencia fue hermosa y como no la he olvidado, hoy la quería rememorar para dejarla dentro de mí con la claridad y hermosura que merece.

 

           Así que un poco antes de coronar a la misma cresta de Pedro Miguel, me viene para el lado de Pinar Negro siguiendo algunas sendilllas que por ahí van y antes de llegar a la cañada de Pinar Negro, me encontré con el mismo rebaño de cabras blancas que tantas veces me he encontrado por las cumbres de estas sierras. Venían ellas desde la fuente de Pinar Negro, la que yo buscaba para beber agua fresca en un día tan caluroso como el de hoy y tampoco llegué a rozar, porque al encontrarme con este gran rebaño de cabras blancas, solitarias ellas, me senté obre las rocas de la gran ladera y ahí me quedé más de una hora. Gozándolas en su ramoneo y paz sobre la hermosísima ladera de Pedro Miguel hacia Coto Ríos y gozando también la amplísima panorámica hacia la sierra de las Banderillas, valle del Guadalquivir, nacimiento de este río y Embalse del Tranco, me dejé morir en la tarde. En la más honda soledad de las cumbres blancas y por eso también, en la más limpísima paz de Dios, viento fresco, perfume a florecillas de tomillos, zamarrillas, jopillos de seda montés, campanillas de las rocas, teucrium y el delicado y bello Convolvulus boisieri, estuve un largo rato. No tenía prisa porque el momento resultaba de lo más supremo.

 

           Pero luego dejé mi ensueño y comencé a regresar sin prisa también. A la tarde le quedaba un buen trecho y como el regreso era todo bajada, me lo tomé con calma y cuando llegué al gran pino del collado de la lancha de la Cigarra, en su sobra, hierba verde, canto de mirlos y otros pajarillos, me eché a dormir la siesta.  Más de una hora estuve en este paraíso y cuando reemprendí la marcha, ya me traía conmigo el regalo más grande que nunca podré recibir en este suelo y que nadie me podrá quitar de ninguna manera.

 

           Diré que los más hermosos rincones por esta ruta son: los dos pinos de la cumbre sobre la lancha, el mismo collado con su pradera volcando para la cañada de Perenoso, la nava para el lado derecho y luego la otra de la cumbre total. El collado Perenoso, el bonito portillo que da paso para las cumbres de Pedro Miguel, la impresionante nava que se abre nada más remontar este portillo y luego las grandiosas vistas que ofrecen la cuerda y laderas de Pedro Miguel.  Pero si tengo que escoger algo entre tanto, digo que la verde nava del portillo hacia Pedro Miguel,  es lo que realmente embelesa, de tanto como agrada. 

 

                                                    La ruta.     

   Cuando tú te vayas

quedarán sin vida los
caminos viejos
de la gran montaña

que solo recorrías

en las tardes blancas

llenando de amor

las horas calladas

y dejando en el polvo

mil huellas de plata.
 

             A las doce menos diez del día 16-6-2000, me pongo a subir desde la carretera asfaltada que cruza por las tierras llanas del poyo Gil Cobo. Hoy el día se presenta sin nubes ningunas, anuncian mucho calor aunque por aquí el aire corre fresco, la hierba todavía se mantiene verde y por entre el espeso bosque de pinos laricios me voy encontrando una gran planta  de cardos azules. Esos hermosos cardos que sólo se dan por algunas partes de estas sierras y que cuando se secan, ya bien entrado el verano y algo el otoño, sus flores son azules por completo. La tierra que  voy remontando es la que cae desde la gran lancha de la Cigarra, donde en otros tiempos sembraron buenas cosechas los que vivían por   los cortijos de por aquí cerca y luego repoblaron de pinos laricios. No han crecido mucho pero por lo menos tienen ya diez o doce años. Todavía no cantan las cigarras. Si se oye el suave siseo de los cigarrones más adelantados y el trino sencillo de algunos pajarillos. También se oye el paso del aire rompiéndose en las hojas de los pinos. Los enebros es ahora cuando ya tienen sus nuevos tallos. Catanaches hay muchos por aquí. Pero lo que más abunda es ese característico y bonito cardo azul que decía antes.

 

           Los majuelos y los rosales silvestres están por completo florecidos y cubiertos con sus nuevas hojas. También me encuentro por aquí muchas florecillas de fresa silvestre.  Son amarillas como los bontoncitos de oro o como las de la zamarrilla. Los pinos son todos laricios. Por aquí la altura a se encuentra entre los mil trescientos y los mil cuatrocientos metros. Hay muchas veredas de las que hacen las ovejas pero todas en paralelo con la carretera que me voy dejando atrás. Yo subo casi recto en busca del collado que la lancha de la Cigarra tiene en todo su centro y es por donde crecen los dos hermosos pinos laricios que se ven desde los poyos de Gil Cobo.  En este primer tramo no encuentro ninguna dificultad. Mucho tiempo llevaba ya deseando hacer esta ruta y por fin hoy se me convierte en realidad el hermoso sueño. Del mismo pino sale como una cañada, comienzo de un pronunciado arroyuelo con agua sólo cuando las lluvias caen en cantidad. Como voy subiendo por el arroyuelo que he dicho, veo que cuando éste va aproximándose al pino, se le presentan dos grandes paredes rocosas por ambos lados. Esto le obliga a cerrarse mucho y por eso, antes de alcanzar el pino, tendré que atravesar la cerrada dicha. No es propiamente una cerrada pero digo que sí para mejor explicarlo.

 

           Por el arroyo subo el último tramo y antes de pisar la tierra que parece cañada cuando se le ve desde la carretera, busco el borde izquierdo de las rocas que estrechan el paso. Por ellas remonto como si fuera saltando escalones de una irregular escalera y me encajo casi al mismo nivel del pino. Son dos pinos en realidad pero el grandioso es uno sólo.  Por estas rocas me encuentro violetas de Cazorla, té de roca y teucrium.  La altura se sitúa por encima de los cuatrocientos metros. Ya llegando al pino veo que por las rocas también crece mucho esparto. También descubro que la única subida y mejor de todas es siguiendo el surco del arroyo, como yo he hecho. Pero antes del primer pino me encuentro una roca gruesa y largada que se sujeta entre dos y forma como un puente.  Debajo hay tierra y ahí ha hecho su cama una cabra montés.  Y ahora ya sí puedo describir con más exactitud como es la porción de montaña que acabo de coronar y que antes llamé cañada. Propiamente es una cañada pero con mucha pendiente que se va ensanchando según corona y antes de remontar por completo, se divide en dos. Por el centro se le ha quedado una loma rocosa y por los lados se hunde el terreno y es  por donde se van abriendo como dos bonitos collados. El de la izquierda es el más grande y bello. Propiamente este collado es el que todos los serranos conocen con el nombre de  collado de la lancha de la Cigarra.   De un collado a otro y justo por debajo del gran pino pasan las preciosas veredillas que los animales han ido trazando de tanto ir a las hierbas de una llanura y otra.

 

           A las doce y media ya estoy a la altura de los preciosos pinos. Corre un buen viento y como a estas alturas es muy fresquito, el cuerpo sudoroso por la subida y el calor que ya regala el sol, lo agradece. Desde el collado mayor, el que da vista al collado de Perenoso, me vengo para al gran pino siguiendo las veredillas y ahora es cuando noto bien que todavía queda una lomilla rocosa que corona por encima del pino de un collado a otro. Por ahí sólo se amontonan las rocas calizas, los enebros y las sabinas y algún puñadillo de tierra con hierba verde. Al llegar al pino lo que más me asombra, a parte de la grandiosa sombra que derrama por la inclinada cañada, es el tronco. Tan grueso que entre cuatro hombre yo creo no lo podrían abarcar pero, además, no es un tronco sólo. Desde la tierra sí sale un sólo tronco pero en cuanto alcanza un metro se divide en dos y luego en otro más. Por el lado de arriba, justo por donde pasa la vereda de animales, al tronco le hicieron un gran corte y le prendieron fuego. Es lo que le hicieron a casi todos los grandes pinos laricios que por aquellos tiempos. Era para que sudara la resina y así recogerla para la fabricación de alquitrán.  Por la sombra de este grandioso pino de la lancha de la Cigarra crece mucha hierba, se esparcen gran cantidad de piñas secas y muchas veredillas. Aquí se vienen los animales, en los calurosos meses del verano, a sestear. 

          

           Durante unos segundos me paro a esta sombra un poco para gozarla con más calma y otro poco para observar la gran panorámica que desde aquí tengo hacia el poyo de Gil Cobo, el trozo de sierra que desde ahí se alarga para el collado del Pocico y también para las profundidades del río Aguascebas Grande y las lomas de olivares, más allá. Sigo la veredilla que pasando por debajo del gran pino se prolonga para el otro también buen ejemplar y por las tierras llanas de la llanura del segundo collado se pierde hacia las crestas más alta que por este lado tiene la lancha de la Cigarra.  Mil ochocientos doce metros alcanzan por aquí las cotas más altas y yo voy ahora mismo por entre los mil setecientos y mil ochocientos metros. Muchos majuelos, florecidos y repletos de hojas verdes, crecen por esta hoya casi nava. También crecen por aquí más pinos laricios pero desde luego no tan grandes como el primero y el segundo.

 

           Remonto un poco siguiendo las sendas de las ovejas y en cuanto termino de recorrer la preciosa y reconfortante hoya, salto por las rocas y corono al puntal. Por aquí ya da vista a la gran cerrada de San Ginés, por el arroyo de Gil Cobo. El viento sigue acariciando con relativa fuerza pero se agradece por su frescura y limpieza. La visión que desde esta altura tengo es de lo más hermoso y más aun resulta espléndida cuando se reconoce cada punto de sierra desde aquí visible. Durante unos segundos me dejo empapar de tan limpio y hondo espectáculo y luego sigo dando la vuelta por lo más alto de la cresta y sin dejar de pisar rocas calizas. El paisaje por aquí es una pura roca caliza descompuesta en miles de rocas con grietas, agujeros, covachas y muchas más figuras.  Ahora descubro que desde esta misma cumbre, para el arroyo de Gil Cobo y todavía en su parte anterior a la cerrada, cae una gran cañada. Es casi paralela a la que baja desde el collado de Perenoso y que se le conoce con el nombre de la Espinarea pero ésta mucho más inclinada y por eso con poca tierra fértil. Sólo algunas sabinas, pinos, enebros y lo demás, rocas. Desde estas alturas se le domina muy bien a esta cañada y las demás partes de la sierra hacia la morra de los Cerezos, Blanquillas Bajas y Alta y cañada del Lobo.

 

           Cuando ya termino de recorre  todo el puntal que dije coronaba por encima de los grandes pinos y es la parte más elevada de la gran lancha por este lado, al dar vista para el collado mayor, en la hierba de la llanura me  he encuentro a una cabra montés comiendo tranquilamente en esa soledad y paz. Me ha visto y sin mucho correr se ha subido para el puntal gemelo al que acabo de recorrer. Pienso que a lo mejor por ahí tiene su chivo. Ahora es la época de que estos animales críen. La cumbre, al llegar a este collado se quiebra mucho. Con el cariño que siempre me despiertan estas sierras y sin prisa, bajo para las tierras llanas del gran collado, lo recorro, me vengo para el lado del sol de la mañana, encuentro el surco de un arroyuelo, miro por entre las matas de majoletos, espinos y enebros por si estuviera por aquí aplastado el chivo de la cabra que he visto y con la misma paz y gozo comienzo a remontar por el arroyuelo, la buena tierra y la hierba hacia el segundo punto en altura en esta lancha de la Cigarra. Este alcanza mil seiscientos veintidós metros y tiene otro gemelo exactamente igual. Sube una preciosa veredilla de animales y por eso, el terreno, se recorre con mucha comodidad. Remonto y lo primero que me sorprende en estas nuevas alturas es una nava. Un rodal de buena tierra con su buen tapiz de hierba y su buena ración de soledad aunque esté en las alturas más hermosas.

 

           Pero lo que más me sorprende es la gran cantidad de cagarruta de ovejas que por aquí me encuentro. Y son cagarrutas frescas. Como si  hubieran estado hace poco e incluso hubieran dormido por las noches. Esto se nota que es terreno que a las ovejas les guste para dormir por las noches. Siguen las veredillas y por ellas continúo avanzando. Termino de remontar otro collado menor y al volcar, para el lado de la cueva del Peinero, otra llanura mucho mayor que la primera, muy larga, con mucha hierba y majuelos florecidos y según va cayendo para el río Aguascebas Grande, la pendiente se pronuncia hasta formarse una pura pared rocosa. Son los paredones que se ven desde las tierras llanas de la cueva del Peinero cuando se sube por la carretera. Desde allí se ven unos acantilados tremendos y yo ahora me encuentro en todo lo alto. Por eso me parece hermosísimo el panorama. Sigo la llanura durante unos metros y conforme va cayendo aparecen los pinos laricios, las rocas y la pendiente.  Por eso me vengo un poco para atrás, busco la comodidad de la cresta montañosa y por entre las abundantes rocas avanzo sólo un poco más. Ya he coronado a lo más alto de la lancha de la Cigarra por este otro punto. Así que ahora me vuelco para el collado Perenoso y me lo encuentro justo casi en línea recta pero en un nivel mucho más bajo.

 

           Desde aquí mismo veo con la mejor claridad la senda que desde el collado Perenoso lleva a las cumbres de Pedro Miguel.  La que recorren casi todas las personas que suben a las cumbres de Pedro Miguel.  Yo también la recorrí una ve y en verano, en compañía de unos amigos, hace ya muchos años. Después de aquella vez, siempre que subí a Pedro Miguel, lo hice por otros caminos. Así que veo la senda que arranca desde el collado Perenoso, sube por una empinada ladera que es la que flanquea a las crestas de Pedro Miguel sin que sea éste, se viene un poco para el lado de la Blanquilla Baja, busca el portillo de esa lancha, se mete por ella, sale a la preciosa cañada donde nace el arroyo de la Espinarea y desde ahí, ya por cualquier sitio se puede remontar a las cumbres de Pedro Miguel.  De modo que observando tan precioso y claro panorama, ahora me entran ganas de bajar hasta el collado de Perenoso, irme por la senda que acabo de describir, recorrerla, coronar por el portillo y subir, si no a las cumbres de Pedro Miguel, sí llegar al manantial de Pinar Negro. Por donde ahora ando no hay agua y en aquella fuente sé que sí mana un buen caño fresco y con sabor a hierba verde. Este plan no estaba metido en mi pensamiento de hoy pero como el día es largo y todavía no es muy tarde, decido que no me será difícil hacer el recorrido que ahora mismo se me ha ocurrido.

 

           Sin pensarlo mucho me pongo en movimiento. Bajo por la lancha que mira al collado del Perenoso, me encajo en este mismo collado, atravieso la pista de tierra que por aquí cruza y sube desde el arroyo de Gil Cobo, busco la sendica que decía antes, la encuentro enseguida, empiezo a recorrerla, vuelco para la vertiente del Aguascebas Grande, paso por entre unos buenos ejemplares de pinos laricios por donde sestean doce o catorce ovejas, llego a un segundo collado mucho menor que el del Perenoso y ahora vuelco para la vertiente del arroyo de Gil Cobo y a partir de este punto, el terreno empieza a elevarse y por eso la senda se endurece. Se agarra a la escarpada ladera en busca del portillo para colarse por él.   Creo que sí fue una buena senda en otros tiempos pero desde luego no para animales de carga. Por eso ahora comienzo a ascender por ella, con todo el calor que la tarde me va regalando y como la inclinación es tanta, sudo de lo lindo mientras remonto. Hay tramos que son muy difíciles andarlos por la pura roca que tiene que atravesar. En invierno estos trozos de senda se hielan por completo. Pero al fin, logro adentrarme por el precioso portillo que tajó el arroyo de la Espinare, lo supero y al terminar de salir de él me encuentro en la preciosa cañada tapizada de hierba fresca. Es una cañada que siempre que la veo me remite a la cañada que el nacimiento del río Guadalquivir tiene por encima de la casa forestal. La que es conocida como barranco de los Teatinos, no la aldea de Santiago de la Espada.

 

           En cuanto supero el portillo y entro a la tierra llana de la cañada la figura que por aquí el terreno presenta es muy hermosa. La senda se pega al surco del arroyo hoy sin agua y durante un buen trecho sube en un juego de zigzags con el arroyo. Muchos pinos laricios con un gran porte de ramas verdes, muchos majoletos florecidos, cada vez más hierba y ésta más tupida y verde y cuando ya creo que es el momento de pararme un poco, lo hago bajo un frondoso pino laricio. Decido que es la hora de comer y que este rincón es un buen lugar. Donde más soledad hay en toda la sierra, donde más lejos estoy de los caminos que recorren los turistas, donde más me arrullan los pajarillos, donde más perfume de naturaleza virgen mana y donde más fresco acaricia ahora mismo el viento. Antes de ponerme a comer me entretengo en hacerla unas fotos a los dos majoletos que en el centro de la cañada y algo ya al final, crecen rodeados del gran tapiz de hierba verde. Todavía se presentan florecido, cubiertos de espesas hojas verdes y tan redondicos ellos que parecen figurines. Sólo mirarlos llenan de un gozo tan fino que no me entran ganas de ninguna otra cosa sino de quedarme aquí con ellos y para siempre.  Pero me pongo a comer y por eso descargo mi mochila. Sobre la fina hierba voy poniendo las cuatro cosas. La sombra del gran pino laricio que he elegido me refresca hondamente, el suave canto de algunos cigarrones me entretienen en la soledad del momento y el aroma que mana de los tres o cuatro charcos que todavía el arroyuelo remansa por aquí, me relajan mucho más. Es un escenario hermosísimo. Muy parecido al que millones de veces he visto en mis sueños.

 

           A partir de este punto y como una hora más tarde, continué con la ruta, como ya dije al principio y durante unas horas más seguí recorriendo las laderas, sendicas y cumbres de esta parte de la sierra. Ahora no voy a continuar describiéndolas porque creo que mi ruta, este día, en realidad se terminó bajo el pino de la cañada de la hierba verde. Donde me paré a comer y durante un buen rato gocé de la más pura sensación de libertad y plenitud que ser humano pueda gozar bajo el sol.  Así que ahora dejo de hablar y me despido. La ruta siguió hasta casi remontar las crestas de Pedro Migue, como ya dije pero ya lo dije. Y también dije que al volver, en el pino de la Cigarra, me paré y eché una relajada y larga siesta. A las cinco en punto llego al pino de la Cigarra y aquí estuve hasta algo más de las seis. A pesar de la improvisada ruta y sus buenos kilómetros, tuve tiempo para hacer lo que me fue gustando y todavía me quedó día. Sólo que me encontraba un poco cansado. Fue un día de mucho calor, bastantes pendientes que remontar y el alma también se encontraba algo desolada. Hoy fue un día de alguna manera muy excepcional.  Y por eso cuando ya me acercaba al coche, me decía a mí mismo que ojalá Dios todavía me permitiera poder recorrer muchos tramos de sendas por estas sierras. Esto me decía sabiendo que mi tiempo por estas sierras ya estaba más que contado.     

                                                      

 Se fue con los pastores

 en busca de la vida                   

 que claman sus amores,           

 en busca de aire fresco             

 de fuentes y rincones                

 que le presten el consuelo        

 de aromas o sabores                 

 que sueña por su cielo.             

 Se fue con los pastores             

 y al regresar  al suelo,               

 dominio de los hombres,           

 a coro le dijeron:                        

 “Tú eres de las flores,               

 aquí, no te queremos,               

 marcha y vete a tus rincones”.  

                                     

        Y los hombres no supieron 

 que donde estaban sus amores

 tenía también su cielo,              

 ciegos, no reconocieron            

 que el raro y con dolores           

 eran, más que todos, ellos        

 aunque  fueran los señores.      
 

           36- Collado del Perenoso, las Hoyicas o      Ir al índice

           cuenca alta del Aguascebas Grande.

           Ruta a la hondura de la cumbre.

           Distancia aproximada:     3,5 k.   

           Desnivel aproximado : 200   m. 

           Tiempo aproximado   :     1,5 h. andando.

           Camino: pista de tierra en buen estado.

 

           Unos metros más arriba de la fuente del Cerezo, la que mana junto a la pista por entre unas piedras y le pusieron una teja para beber mejor, hay un rellano. Aquí dejo el coche. Estoy a un kilómetro trescientos metros de la carretera asfaltada. Por estos días, primeros de octubre, ha llovido mucho y por eso la pista de tierra que llega hasta aquí, al pasar por la cerrada de San Ginés, se ha estropeado mucho. Las aguas han corrido y se han formado surcos muy hondos. Algo más arriba ya la pista cruza el arroyo y se viene para el barranco que baja desde el collado del Perenoso.

 

           Por la izquierda y todavía cuando la pista no ha cruzado el cauce, por entre los bujes, crece un “Pespejón”.  Es un árbol muy bonito, de hojas caducas,  anchas,  aserradas sin púas y algo blancas por el envés.  Se llama Sorbus aria y es del grupo de los serbales y popularmente también se le conoce por Espejón pero los serranos dicen Pespejón. Varias especies crecen en las sierras de este Parque Natural.  Éste que aquí me encuentro madura sus frutas, en ramilletes apretadas y algo más pequeñas que las cerezas, ya bien avanzado el otoño y son comestibles. Al menos yo me las he comido muchas veces y cuando están bien maduras, tiene un sabor agradable. Son muy parecidas, en sabor, color y forma, a las acerolas. Unos metros más adelante, sobre la ladera que cae desde el portillo  de la Blanquilla y retirado del arroyo, crece un precioso tejo. Es grande y tiene el tronco bastante sano aunque cansado por los años.

 

           Sigo la pista, cruzo el arroyo, giro para la izquierda y, al tiempo que remonto, me voy fijando en el paisaje que corona por la derecha. Es el collado o portillo de la Blanquilla Baja. Por ahí remonta una pista y ya en lo alto se vuelve a dividir en dos más. Para la izquierda se mete en una bonita cañada que cae desde las Blanquilla Alta donde también hay buenos rodales de tierra llana. Para la derecha casi corona el Blanquilla Baja. También existen por ahí tierras buenas que sembraban en otros tiempos de cebada, trigo, garbanzos, yeros, maíz y otras semillas. Al volcar al otro lado, vertiente directa al Guadalquivir y a la altura de hotel Mirasierra, se encuentra el cortijo de Aguas Blanquillas. Es el comienzo de uno de los arroyos que dan aguas al arroyo de los Membrillos o del Zarzalar, el  del cortijo de la Golondrina.  Pero ahora dejamos este rincón para otra ruta.

 

           La pista que, esta tarde de otoño recorro, en cuanto avanza unos cien metros, ya se pega al arroyo que viene desde el collado. Al dar una curva, la primera que traza para irse arroyo arriba, me encuentro con un coche que baja desde el collado.  Es el pastor que vive en la majá de la Carrasca, cerca  del cortijo del raso  de la Escalera. Primo de Rufina la de la Fresnedilla. Tiene ahora sus ovejas por el Pocico, el de la Pinar Negro de las Sierras de las Villas. En cuanto vengan los fríos y antes de que caigan las nieves se las lleva por las navas de San Juan, en Sierra Morena. Nos paramos y durante un buen rato charlamos de los nombres y sitios de este rincón de la sierra. También de la hija que tiene y ahora estudia en Villacarrillo algo de informática.

 

           - Pues Pedro Miguel ¿cuál es?

- Es el punto más alto. La Blanquilla Alta es la que hay a la caída. Conforme estamos, andando  para arriba, a la izquierda. Da a este lado de las Villas. El otro lado es Santiago de la Espada. Por allí “alinda” con poyo  Sequillo, otro distinto a este poyo  Sequillo de la Traviesa. Va Pinar Negro, que es de aquí también y por eso es otro Pinar Negro distinto al de las Banderillas. Ya por allí se sigue  hay otra cañá que le dicen del Pocico. Es de la Sierras de las Villas también. La mitad de este lado, término de Villacarrillo, lo de la derecha de Santiago de la Espada y la otra mitad, de Iznatoraf. La linde baja por ahí a todo lo hondo que le dicen el poyo  del Zorro y cae a la cueva del Peinero. El arroyo por donde baja o suben los límites de Villacarrillo e Iznatoraf se llama piedras Morenas.

 

           - ¿Y para el portillo este de la Blanquilla Baja?

- Pues un poco más arriba de donde estamos hay un jorro que lo hizo la Renfe para sacar madera. Le entra por ese portillo toda la cañá arriba. Que la Blanquilla es toda esa cañá a la derecha hasta el final. El jorro se termina en la punta de abajo de la Blanquilla Baja. Crece por allí una noguera y es por donde muere el jorro. El barranco que cae desde la morra  de los Cerezos se llama fuente Colorá. Al final de la fuente hay un collado que es del Muerto.

- ¿Y por aquí, antes del collado del Perenoso?

- Todo esto se llama los Espinares. Hasta el mismo collado. Al volcar ya cae a las Nogueras, donde también hubo una casa, las Hoyicas y el poyo  del Zorro y ya cae al Aguascebas Grande. Lo que nos queda hacia los poyos de Gil Cobo, esto que más levanta, es la morra  de las Cigarra, que más allá, hay un collado muy grande a la altura del Perenoso. A eso le llaman la Escalera de Gil Cobo. Ahí crece un pino grande de verdad y bonito como pocos pinos en estas sierras.

 

           - ¿Y si algún día vienen por aquí y lo quieren cortar?

- No me gustaría porque es un árbol de mucha categoría. Es lo más hermoso que yo he visto por estas sierras. Tiene un montón de patas y como crece en un punto tan bonito es fantástico aquello. Vamos que me gusta a mí el pino ese. El sitio donde está ya te he dicho que se llama la Escalera de Gil Cobo.

 

           Despido al pastor de estas montañas y sigo mi ruta. Me ha dicho que el puntal que me va coronando por la derecha y asciende paralelo al arroyo y a la cumbre de la Blanquilla Alta, se llama puntal  de la Carrasquilla. Unos metros más adelante y por la izquierda, en lo hondo del arroyo que remonto, tierras buenas cercadas con alambres. Intuyo enseguida que estas tierras las sembraban los que vivían en el cortijo de los Espinares o la Pariera. Se allana el trazado de la pista y busca la hondonada de un segundo arroyo que entra por la derecha, desde la Blanquilla Alta. La tierra está mojada y de ella brota ya la hierba. También descubro algunas setas. Puede que este otoño salgan muchas setas porque las lluvias han sido tempranas y no hace mucho frío.

 

           Estos días de atrás, llovió bien por estas sierras porque hubo una gran depresión que dejó mucha agua por Murcia, Alicante y otras zonas del levante.  Esta tarde está despejado y sólo se mueven algunas nubes muy bonitas que coronan las partes más altas. Se abren las tierras por donde desciende el arroyo y es porque le entra un ramal por la derecha. Es el que tiene agua de verdad. El que baja del collado que voy buscando, se encuentra seco. Son buenas tierras estas, muy llanas y en ellas, por entre las zarzas, todavía crecen algunos ciruelos, un álamo y pinos.  Junto al camino otro sorbus silvestre. Está cargo de fruta ya bastante madura. Las zarzas tienen muchas moras negras, muy maduras y ricas al paladar.

 

           Se mete la pista en la hondonada, tiene un puente de construcción bonito y el arroyo trae bastante agua. Si desde aquí miro para atrás, se me presenta la Blanquilla Baja, la hondonada por donde he dejado el coche y aquí más cerca, por el lado izquierdo según voy subiendo, un morrete entre el grande de la Cigarra. En lo alto de ese puntal están las ruinas de lo que fue el cortijo de los Espinares. Es  un cortijo muy antiguo. Tanto que los más viejos de estas sierras, ni siquiera tienen referencias de cuando se habitaba. Tiene todavía sus trozos de pared, trozos de tejas rojas y la era. El rincón donde lo levantaron es muy bonito.

 

           - el cortijo de los Espinares era de una que le decían la tía Angustia. Vivía por el barranco del Zarzalar. De esta gente era tanto el cortijo como las tierras. En pie si lo he visto yo y encerrá los animales pero a las personas que ahí vivieron no las llegué a conocer. En la Blanquilla Baja había otro cortijillo donde vivió un abuelo mío. Luego se cambió a las Nogueras y después al Prado de los Chopos. Mi abuelo vino de Nerpio. Antes  estos poyos estaban todos llenos de cortijos. En la lancha Ignacio, antes de llegar a fuente Colorá, había uno que también vivía ahí. Todavía se puede ver la tapuela por ahí.

 

            del cortijo de los Espinares tengo otras referencias. Dicen que a las personas que vivían ahí, por estas sierras  se les conocía por el sobre nombre de los Mohínos. Todavía viven algunos hijos y nietos. Mis referencias me dicen que “uno que hay en el collado del Ojuelo pues es nieto del tío Mohíno”.  Desde su cortijo hasta el Prao de los Chopos iba este hombre con sus bestias para herrarlas. El padre de Adeladio, el  del cortijo del Tarquino por el Prao de los Chopos, era herrero.

 

           La gran lancha de la Cigarra, vista desde este lado, se presenta toda agreste, con pura roca toda la ladera y entre ellas sólo crecen sabinas, algunos enebros, no muchos pinos y salpicadas carrascas. ¡Qué bien le cae el nombre de lancha de la Cigarra! Ellos sabían lo que se hacían cuando ponían los nombres a los sitios de estas sierras.

 

           Los tres grandes ramales que sirven de nacimiento al arroyo de Gil Cobo son los siguientes: este la los Espinares que recorro ahora mismo y nace en el collado Perenoso, el del centro que nace justo en el portillo  de la Blanquilla Baja y el de la fuente Colorá que nace en el collado del Muerto. Y de los tres el del centro, el que nace por el portillo  de la Blanquilla Baja, es el que más agua tiene. En realidad recoge nieve y escorrentías de las dos blanquillas. Los dos puntos más altos de estas sierras.

 

           Ya remontando el tramo último la pista traza varias curvas para salvar el desnivel final. Pero como se puede subir bien siguiendo el surco del collado, por él me voy. Es lo mismo que hacen las ovejas cuando andan por aquí y por eso hay muchas veredillas hechas por ellas. Voy mirando con la intención de encontrarme algunas piedras de pedernal, lo que le da el nombre a este collado, perenales, pedernales y collado del Perenoso y sí que me encuentro algunos trozos pequeños.

 

           - ¿Sabes por qué se llama Perenoso?

- Eso te iba a preguntar.

- Pues se llama así porque allí vamos ahora mismo y, nos va a costar trabajo para verlas porque aunque hay algunas no es ninguna burrá pero algunas encontraremos. Allí hay piedras de las que se usaban antiguamente para encender el cigarro.

- ¿Pedernal?

- Perenal de ese. Entonces se le ponía su cardo macuquero, que en la umbría aquella se crían muchos, se daban unos golpes contra la piedra, saltaban las chispas y se  encendía el cigarro. Los cardos se cogen y con ceniza de carrasca, se cuecen bien cocíos, se machacan bien, se dejan que se sequen y de ahí sale una yesca que en cuanto le da una “miaja chusca” de esas, sale ardiendo.  Entonces antiguamente se llevaba como un bolso, dentro se llevaba su piedra recogida en aquel collado y su yesca de esa. Se daba así, saltaba la chispa y con aquello se encendía el cigarro. Con eso me enciendo yo una lumbre antes de que cante el gallo. De unas matas que hay por ahí que se llama boja, que es una cosilla muy finilla, la meto enmedio y empiezo a darle aire y en un minuto ya está ardiendo. Pues por eso le llaman al lugar el collado del Perenoso. Porque hay muchas piedras de perenal. Y no hay más porque antiguamente las buscaba toda la vecindad de por aquí y de más sitios de aquí. Antiguamente estos eran los chisques que se tenían. No había ni de los de yesca que se pueden comprar ahora en las tiendas ni de los otros.  

 

           Esas piedras del perenal son muy “apacías” a las otras y hay que conocerlas muy bien para distinguirlas. Muchas veces hay que llevar algo para comprobar si echan lumbre o no. Es que yo las he buscado allí más de una vez. Y he encontrado muchas. Con una navaja que tenga acero vale para comprobarlas. Se le da así en la piedra y se ve como salta la chusca que pa qué.              

 

           Cuarenta y cinco minutos he  tardado desde lo hondo hasta lo más alto. Y aquí mismo hay un buen ensanche para que los coches puedan dar la vuelta. Al frente se abre el gran barranco de la cuenca alta de Aguascebas Grande. La pista vuelca y sigue. Este gran barranco, de tierra muy buena y no demasiado escabroso, no se ve cuando se va por la carretera asfaltada y se recorren los poyos de Gil Cobo.  No se ve y por eso se tiene la impresión que las crestas de la lancha de la Cigarra, son  los límites de esta cordillera. Pero no lo son.  Las crestas de la lancha de la Cigarra alcanzan una altura de 1612 metros y las cumbres de Pedro Miguel llegan a los 1830 metros. Entre ambas cumbres es donde se forma este collado y los arroyos que vierten en las dos direcciones.

 

           Sigo la pista y ahora bajo. El trazado de esta pista, cada vez más estropeado, llega hasta el arroyo de piedras Morenas, el cauce central que le da agua al Aguascebas Grande. Ahora mismo paso por debajo del morro que se alza desde Pedro Miguel. Un morro que tiene  algo de parecido al de las Banderillas visto también desde un punto similar a este.  Se presenta imponente, robusto y lleno de majestad. Voy ahora mismo pasando por donde se alzaba otro humilde y sencillo cortijo. Se llamaba de las Nogueras aunque precisamente por aquí no crecen ningunas pero el nombre permanece para que no mueran aquellas cosas que nunca deben morir.

 

           Visto desde este punto, el gran circo de la cuenca alta del Aguascebas Grande no es tan imponente y eso me parece normal. Me encuentro sobre el nivel de los mil quinientos metros. Llego hasta las primeras curvas que traza la pista para empezar a bajar y meterse en el barranco. Desde aquí me vuelvo pero antes echo una distendida y escrutadora mirada. Al frente total y al otro lado del este gran barranco se me alzan los dos puntos que me han dicho, algunos, son los Hermanillos. La cumbre total del Torraso con 1726 metros y el Morro de los Hermanillos con 1719 metros. Vistos desde este ángulo sí es verdad que se parecen tanto en la altura como en su forma redonda y cónica. Pero vistos desde otros lugares de estas cumbres el Torrado es más alargado y por eso presenta más semejanza con una cordillera en pequeño.

 

           Pero ahora que me doy cuenta el Torraso y la lancha de la Cigarra son casi parecidos tonto en su forma como en su extensión y altura. Los dos bloques montañosos han quedado separados de la cuerda central y se han venido un poco más hacia el Guadalquivir de los pueblos de la Loma. Los dos quedan paralelos a la cuerda central siendo un poco más bajos, en sus puntos más elevados con relación a los de la cuerda central. El Torraso tiene las siguientes alturas: la máxima 1726 metros y a ambos lados 1646 y 1508. Claro que desde la cota máxima hasta la de 1508 pasa por la de 1600 en varios puntos.  Las cotas que la cumbre mayor presenta en este trozo que queda paralelo con  el Torraso  van todas entre los 1789 a 1591 metro.

 

           El gran bloque de la lancha de la Cigarra presenta tres puntos que pasan de los 1600 metros. Tiene otros varios más que pasan de los mil quinientos y la porción de cuerda mayor que discurre paralela a la lancha de la Cigarra se corona con el Pedro Miguel que tiene 1830 metros. A ambos lados quedan varios puntos entre los 1700 a 1500 metros. Pero el Torraso y la lancha de la Cigarra quedan partidos en su centro y separados por el gran cauce del río Aguascebas Grande. En este punto donde el río los has cortado, hacia el corazón de la cuerda central, las aguas han horadado una enorme hoya con muchos arroyos, pequeños puntales, quebradas cascadas y surcos muy hondos. Se ha desgastado la cuerda mayor y a ambos lados de la cabecera alta del Aguascebas Grande han surgido dos barrancos, dos cuerdas, dos collados y dos arroyos casi idénticos en su forma, altura y extensión. 

 

           La lancha de la Cigarra y, tomando como referencia la curva de nivel que va por los 1400 metros, de un extremo a otro tiene unos cuatro kilómetros de larga. El Caballo del Torraso, de un extremo a otro y tomando como referencia la misma curva de nivel tiene casi la misma longitud. Las alturas ya hemos visto que casi se igualan en los dos macizos y la forma, como si el mismo escultor las hubiera copiado. En forma de riñón un poco alargado, los dos montes, con los mismos extremos algo puntiagudos y la misma anchura en ambos. La anchura, en línea recta, es de un kilómetro aproximadamente.  Y ahora viene lo más curioso de todo. Y es que ambos montes, donde en su parte más alta y central se unen con la cuerda mayor de la gran cordillera que baja desde el Nacimiento del Guadalquivir, tienen idénticos collados.  Donde el riñón se une con el resto de las entrañas del cuerpo que lo acoge y da existencia. El del Perenoso en la lancha de la Cigarra y el de los Hermanillos o del Torraso en el Torraso. Desde esos dos collados, a ambos lados, descienden arroyos parecidos. En el de la Cigarra, el de los Espinares para Gil Cobo y el de las Nogueras para Aguascebas Grande. En el del Torraso, las Aguascebas Grande para este mismo río y el de María para el arroyo con el mismo nombre.

 

           Así que desde este punto de la sierra y, donde la pista del collado del Perenoso se mete para el gran circo de las Aguascebas Grande, se ve y se goza lo que acabo de describir.  Una coincidencia orográfica pero preciosamente tallada, modelada y sostenida precisamente donde la sierra es más agreste, elevada, profunda y maravillosa. Y claro que ahora comprendo mejor cual es el verdadero corazón y la verdadera joya de estas Sierras de las Villas. El río Aguascebas Grande, en sus cumbres de cabecera teniendo a ambos lados dos preciosos conjuntos montañosos de iguales medidas,  extensiones y formas y en su parte más elevaba, la gran cuerda, los picos más altos de estas sierras. Una verdadera belleza  no ya sólo para la vista y la ciencia sino para el gozo hondo y puro del espíritu que ama lo que por estas sierras existe. 

 

           Y claro que en estas primeras curvas que la pista traza según baja hacia los barrancos del Aguascebas Grande, voy a detener mi marcha. Sobre un puntal y entre los pinos, me he quedado mucho rato observando y gozando lo que atrás he descrito y luego regreso. Me siento más que lleno y satisfecho por todo lo que me ha proporcionado esta pequeña pero preñadísima ruta. En otro lugar y momento diré más cosas de los arroyos y barrancos de esta cuenca alta del Aguascebas Grande.

          

           Al preguntar al pastor me ha dicho:

- El árbol del “Pespejón”, no se cría en todos sitios. Se da bien en las umbrías y los chorreones así oscuros que están bien cerrado de monte.  Ahí es donde más se cría todo esto.

- ¿Son comestibles sus frutos?

- Yo nunca me he comido los bolillos estos.

Tiene una rama en sus manos llena de frutos rojos y por eso, ya bastantes maduros.

- Los animales, si lo pillan a mano sí se lo comen. Las hojas sí las he visto yo comérselas y claro, lo mismo se comerán las semillas. Lo que pasa es que esto no está al alcance de los animales que se lo puedan comer. Esto no es   repoblado. Se cría espontáneo en la naturaleza. En el poyo  de los Robles hay muchos “láceres” de esos.  Ahí mismo, antes de llegar al collado del Pocico hay uno que tiene una  sarguilla enganchá. Una virgaza.

 

           - Y los Hermanillos ¿cuáles son?

- Por encima de la hoya  de Miguel Barba están los hermanillos de verdad de siempre. A los del collado del Torraso le dicen también los hermanillos. Le dicen los hermanillos pero los de verdad son allí arriba, por aquel lado de Pedro Miguel. Pinar Negro que le dicen a aquello. Dos picos que hay muy altos, esos son los hermanillos.

- ¿Hay por ahí una hoya que lleva el nombre de aserraor?

- Eso será por otro sitio. Por ahí están la hoya  de Miguel Barba, el Prao de los Enebros que está más hacia la cumbre y luego cañá Somera. Lo del aserraor no me ha sonado nunca a mí. Y mira que eso lo he corrido yo bien.

- ¿Y cueva Honda?

- Donde está el collado del raso  de los poyos de Gil Cobo. Metida para unos hoyos, unos torcos que hay ahí por entre la lancha. Es una cueva que tiene un caparro en la puerta. Han vivido en ella los gitanos y todo. Te baja así poco a poco y llegas a una explanación. Desde el cortijo de Gregorio más hacia el cortijo de la Traviesa.

 

           37-  Segunda opción de la misma ruta:    Ir al índice

           poyo  de los Robles, Pedro Miguel,

           Blanquillas Alta y Baja, fuente del Cerezo.

           Ocurrió un bonito día de otoño y cuando subía por la pista hacia el collado Perenoso me encontré con el coche del pastor. Lo había dejado aparcado en el primer puente de la pista y al verlo lo llamé pero no me contestó. Seguí subiendo y cuando llegué al collado me puse a buscar “perenal”.  Algunos trocicos me encontré y luego, ya las once de la mañana y el cielo por completo despejado, seguí bajando por el barranco que nace en este mismo collado pero se va para la cueva del Peinero.  Como ya había llovido bastante e incluso la noche anterior, bajaba buscando níscalos.  En otras ocasiones por entre los pinos de este barranco, las Nogueras, me los he encontrado con bastante facilidad.

 

           Pero este día no me encontré ninguno. Miraba y miraba y no los veía. Sentí el balido de  una oveja por el lado derecho. Miré y por entre los pinos vi tres o cuatro. Seguí bajando sabiendo que la pista de tierra me quedaba por la derecha pero algo remontada sobre el barranco.  Crucé el arroyuelo ya con su chorrillo de agua, salí a unos rasetes, seguía mirando por si los níscalos habían nacido y al llegar a unas llanuras por el centro de la cañada, vi a las ovejas. Estaban paradas frente a una espesura de bujes y detrás se encontraba el pastor jaleándolas para que bajaran a las otras llanuras. No me vio. Me acerqué por detrás y cuando ya estuve cerca lo saludé diciendo:

- Parece que no les gusta meterse para el barranco.

Me miró y a mis palabras respondió:

- Es que se asustan de la espesura de los bujes.

- ¿Por qué?

- No sé explicarlo pero es así. A las ovejas les gusta más subir que bajar ¿Lo sabías?

- Sí que lo sabía pero todavía no tengo una explicación razonable.

 

           Me uno a él y entre los dos empujamos al rebaño para que atraviesen los bujes y se vayan hacia las llanuras de la Hoyica. Mientras las vamos empujando, por las tierras llanada del fondo de la cañada vamos buscando setas de cardo. De  vez en cuando aparecen algunas y esto nos anima.

- Es que sólo salen en las tierras que en otros tiempos fueron labor. Donde nunca se ha sembrado, no salen.

- Pero hay pocas.

- Se las comen las ovejas y también los jabalises.

- Y el cortijo de las Nogueras ¿por dónde estuvo?

- Mírarlo ahí.

Miro y sobre un puntalete y por la izquierda según bajamos veo las ruinas. Todas las ruinas de todos   los cortijos de las amplias sierras de este parque natural, se parecen. Sin techo, las paredes derribadas hasta la mitad y estas paredes siempre construidas de piedra. Por la puerta o cerca, siempre está la era, el horno, algún manantial y la vereda por donde ellos llegaban y salían.  Le hago una foto y seguimos bajando sin dejar de buscar setas.

 

           Por entre las hojas y tierra húmeda de unos pinos enanos veo que se agacha. Coge del suelo una especia de hongo redondo, no más grande que una castaña pero algo más desformado y al verlo le pregunto:

- ¿Qué es?

- Una patata de tierra.

- ¿Se come?

- Están exquisitas. Más buenas que las setas y los níscalos.

No le digo que por primera vez me entero que estos hongos son patata de tierra y que se comen. Al verlo recuerdo que las he visto muchas veces en mis andaduras por estas sierras. Nunca las he cogido porque no sabía lo que ahora acabo de aprender. No se lo digo pero para mi interior reflexiono y me siento contento porque acabo de aprender otro poco más de los secretos y misterios de estas sierras. 

 

           Unas semanas más tarde del encuentro que estoy narrando en esta ruta, el día 23/10/99, por la tarde, tracé una pequeña excursión por el arroyo del raso  de la Honguera arriba. Llevaba cuatro o cinco días sin parar de llover y por eso, tanto este arroyo como el río Aguascebas Grande y otros arroyuelos, bajaban repletos. Como pocas veces los he visto en mis paseos por estas sierras. Y esta tarde mi intención era sólo llegar hasta las ruinas de lo que fue la merera del raso  de la Honguera para sacarle algunas fotos.

 

           Pues mientras subía por la senda que remonta por la derecha del arroyo, cada pocos metros me iba tropezando con pequeños rodales donde, en cantidad, crecían estas patatas de tierras. Me dio alegría verlas y cogerlas porque por primera vez me convertía en un buen conocedor de estos hongos.  Desde la misma carretera hasta donde todavía están las ruinas de esta merera, recogí una buena bolsa de estos hongos. Y fui descubriendo que les gusta crecer cerca de las matas de espliego. Esa tarde y ese día, todavía tenía higos la higuera que en el raso  de la Honguera aún crece, tenía membrillos los dos o tres árboles que junto al arroyo siguen vivos y tenían uvas las parras que se enredan en las zarzas y fresnos de este arroyo.  Por cierto, este arroyo del raso  de la Honguera, aquella tarde, bajaba tan lleno que me fue imposible cruzarlo por aquel punto de la merera para sacarle algunas fotos. Tuve que hacerlo desde el otro lado y por entre las ramas de un cerezo.  También aquella tarde llovió mucho y los días siguientes.

 

           Por el surco de este arroyo del raso  de la Honguera me encontré con una buena cantidad de setas. Níscalos ni uno pero de otras especies de setas y hongos, un montón. Las tierras que se recogen junto a este arroyo miran al sol de la tarde y por eso es solana. Y como por este arroyo, a un lado y otro y sobre todo, por el lado del Torraso, hay tanta agua, la humedad es grande y la tierra se calienta bien con el sol de la tarde aunque en otoño sean los días cortos y casi siempre estén  cubiertos  de nubes, al menos por esta hondura de la sierra.

 

           Y siguiendo con la ruta de hoy digo que tres o cuatro setas más cortamos de las últimas llanuras que se recogen por la cañada y como las ovejas ya se enfilan hacia las tierras de la Hoyica, sobre un puntal que se eleva por encima del raso  de la cueva del Peinero, nos venimos para el lado derecho. Me pregunta:

- ¿Por dónde decías que ibas a trazar la ruta de hoy?

Le digo:

- Desde lo hondo de este barranco para la derecha. Quiero remontar las laderas que caen desde el pico Pedro Miguel, salirle por el lado de cañá Somera y luego volver  surcando la vertiente que da a Coto Ríos hasta la Blanquilla Baja y el arroyo de Gil Cobo.

- Eso es una buena ruta pero ¿conoces la vereda?

Le digo que no y entonces me dice que me va a guiar.

- Subiré contigo por la vieja vereda que remonta hasta Pinar Negro. Así te aprendes bien por dónde va la senda y ya en lo alto, te indico por dónde te será más fácil volver.  Yo regreso por aquel lado del poyo y de paso me traigo a las ovejas que se han quedado cortadas allá en lo alto.

 

           Se lo agradezco y de verdad me noto animado. Es como si de pronto me sintiera salvado. Tan profundas, desconocidas, altísimas y complicadas me parecen las laderas, cumbres y barrancos que deseo recorrer que me hubiera resultado muy difícil conseguir el objetivo si él no me guía. Así que mientras vamos buscando las últimas setas porque la tierra que las cría se termina, nos vamos viniendo para el lado derecho y por entre los pinos ascendemos. De entre la tierra mojadas y mezclada con hojas secas de pinos todavía cogemos dos o tres más patatas de tierra. Papas es como las llaman también por algunos rincones de estas sierras. Están fresquísimas porque como el otoño acaba de llegar aun no han tenido tiempo de envejecer y endurecerse. Las patatas de tierra cuando ya son un poco viejas ennegrecen por dentro y entonces no sirven para comerlas. Ya no están buenas.

 

           Sobre un puntal menor nos encontramos con la pista de tierra que baja desde el collado Perenoso y la seguimos durante unos metros.  Vamos charlando y al dejar atrás uno de los barrancos que descuelga desde las cumbres de Pedro Miguel se aparta de la pista por el lado derecho que es por donde se presenta la ladera que tenemos que remontar para llegar a Pinar Negro. Miro para arriba y como la ladera se me presenta muy complicada le pregunto:

- ¿Pero habrá alguna senda para remontar por estos tan tremendos cortes rocosos?

- Vamos buscando una senda que antes iba por aquí. La usaban para atravesar la sierra por estos puntos y hasta con caballerías. Ahora ya se ha roto mucho pero como todavía yo la ando con el ganado, sé por dónde va.

Según vamos remontando la vista sobre el barranco se abre cada vez más. Al fondo, algo a lo lejos y por el lado en que sale el sol, se presenta el gran collado  de los Hermanillos. Le pregunto:

- ¿Y el poyo  del Zorro?

- Todo aquel para allá hasta el collado de los Hermanillos.

 

           Es una gran repisa o un enorme escalón que por el borde del arroyo de la Ciaza, se alarga desde el barranco de la Hoyica. Entre el poyo  del Zorro y nosotros nos va quedando el barranco de piedras Morenas. Es el que cae desde el portillo que el poyo  de los Robles tiene en todo lo alto. Aparece la senda, poca cosa y lo que más, muchas veredillas de los animales. Nos vamos elevando mientras la recorremos hasta que de pronto, al llegar a la parte más honda del barranco que cae desde lo alto, se espesan los bujes. Y se espesan tanto que sino fuera por el trazado de la senda sería imposible remontar. Pero los cruzamos, salimos a otro repecho por donde se amontona troncos de robles caído y medio podridos y un buen rato después remontamos al verdadero poyo  de los Robles. Nos paramos y echamos una larga mirada para el hondo barranco que ahora mismo tenemos a nuestros pies. Es el gran barranco del Aguascebas Grande. Impresionante la vista desde este punto y por eso y porque ya es casi medio día decimos sentarnos un buen rato y comer.

 

           Sacamos, yo de la mochila y él del zurrón, las vituallas. Por mi parte pan comprado en el pueblo de Chilluévar, queso, una lonchas de jamón, algunos zumos de Solán de Cabra y una lata de atún. Por su parte un buen taco de jamón, una lata de sardinas, pan cocido en el horno de  su cortijo y varios tomates criados en su huerto. Compartimos los alimentos y mientras comemos hablamos de mil cosas. De los borregos, de la sequía, del colegio de Úbeda, de la gente de aquellos tiempos luchando por estas tierras, de los nevazos en invierno y hasta de los buenos robles que también en otros tiempos crecían por este poyo. ¿Por qué se secaron, se troncharon y ahora se pudre rodando por las laderas?

 

           Sobre las tres de la tarde seguimos remontando y una hora después llegamos a Pinar Negro. Unas preciosas y fértiles llanuras ya en todo lo alto de la cuerda y por encima del poyo  de los Robles.

- Yo aquí me despido.

Me dice.

Comprendo que tiene que irse para el lado del Pocico que es también por donde está cañá Somera a recoger la punta de ovejas que se le ha quedado por aquí.  Y como yo pretendo remontar a Pedro Miguel y luego bajar por todo este puntal adelante hacia las Blanquillas Altas y Bajas, pues lo despido.

- Seguro nos veremos al caer la tarde por la fuente del Cerezo.

Me dice a lo que respondo:

- Pues seguro porque es allí a donde tengo que regresar para coger el coche.

Le respondo.

 

           Nos ponemos en marcha en direcciones opuestas y al poco, ya estoy volcando hacia el barranco o arroyo de Pinar Negro. Es un arroyuelo que viene del hermanillo más próximo a Pedro Miguel y justo en su cauce hay un venero. Hay escarbaron un poco y pusieron unos tornajos para que bebieran las ovejas.  Al llegar, me paro y bebo yo. Sigo y unos metros más arriba, me entretengo junto a un robusto tejo que crece en lo más alto de la cumbre y entre las más agrestes rocas.  Desde aquí, siguiendo la ondulación de la cañada que viene desde el collado entre Pedro Miguel y el Hermanillo primero, subo con toda comodidad. Remonto en unos minutos y ahora me vengo para la derecha. Es por donde me va quedando la cumbre de Pedro Miguel.  Una ancha, larga y complicadísima ladera de rocas blancas, muy rota y con muchas grietas, cae casi en vertical desde lo más alto del pico que pretendo remontar. Es aquí donde se fraguan los primeros metros del arroyo Zarzalar.

 

           Pero en lugar de bajar, subo y mientras voy coronando a lo más elevado de Pedro Miguel, descubro que por esta ladera, además de preciosas dolinas, estrechas y bonitas hoyas, algunos arces que ya se visten con sus hojas anaranjadas, sube una vereda. Bueno, más bien subía porque ahora sólo se distingue por algunos puntos de lo rota que está. Las ovejas vienen a dormir por las noches a estas alturas y por eso, toda la ladera se presenta sembrada de sus cagarrutas. Por este lado se remonta a Pedro Miguel con absoluta comodidad. El desnivel no es tanto como por el lado del collado Perenoso y por eso en unos minutos ya me encuentro en todo lo más alto.

 

           ¡Qué bonita panorámica se ve desde este punto de la sierra! En cualquiera de las direcciones que mire la sierra se me abre hasta lo más lejano. Por eso, durante un buen rato y, mientras descanso, me recreo en tan hondo y bonito paisajes y luego me dejo ir por lo más alto de la cuerda y hacia el lado de peña  Corva. La bajada por este punto es fácil y de un gozo especial. Se van dominando la sierra en las dos vertientes, hacia las Aguascebas de la Sierra de las Villas y hacia la vertiente del Guadalquivir para la Torre del Vinagre y Coto Ríos. Mientras cae la tarde voy descendiendo lentamente y cada vez más me convenzo que la Blanquilla Alta tiene su sentido no en lo más alto de Pedro Miguel sino en esta prolongada, blanca y hermosa cuerda con sus cañadas a ambos lados y al final que descuelga desde el pico gigante.

 

           Debe existir alguna senda que recorra todos estos puntos pero como el terreno no presenta mucha dificulta, sigo la raspa de la cuerda y en una media hora estoy en la primera cañada de la Blanquilla Baja, un poco antes del gran cenajo. Desde aquí, sigue una sena y al llegar al arroyo se encuentra con un jorro que es casi pista de tierra. Siguiéndola se llega a la junta de los arroyos y desde ese punto a la fuente del Cerezo es un paseo de pocos minutos. Este es el recorrido que aquella tarde yo hice cuando remonté y recorrí las dos Blanquillas pero desde luego que lo escudriñé mucho más porque estuve en el Cenajo de la Blanquilla, en la preciosa cañada  y luego en la primera cascada del arroyo. Y lo digo porque esta  posibilidad no hay descartarla ya que nos encontramos metidos en lo más hondo  del corazón de las Blanquillas.    

          

851- Con el pastor Pablo, por Pinar           Negro.  primero de otoño:  (16/10/99)

                                                                      

          

Recuerdo aquel día          

el campo amanecía          

limpio de nieblas          

y el pastor subía          

por la senda vieja,          

detrás le seguía          

y en la tierra vieja          

 del cortijo en ruinas,          

cogimos las setas 

que en la tierra había.

 

En la honda cañada

de la hierba fina              

dejamos las ovejas,         

subimos por la chica       

vereda ya bien rota         

que hermosa se empina  

y en el poyo verde           

de los robles sin vida      

estuvimos comiendo       

frente a la infinita             

hondura de la sierra        

y luego coronamos          

a la cumbre altísima.       

                               

  A un lado, el Pocico 

a otro lado, el Blanquilla, 

en el centro, Pinar Negro

y en la brisa purísima      

las ovejas pastando,       

el pastor hecho guía       

y las horas reventando    

de sierra hermosísima     

en el otoño explotado      

de la pobre alma mía.

                                                

                  38- Fuente del Cerezo,     Ir al índice

           portillo  de la Blanquilla Baja.

           Ruta a los horizontes.

           Distancia aproximada:  4,5 k.        

           Desnivel aproximado : 200 m.

           Tiempo aproximado   :  2,5 h. andando.

           Camino: carril y vereda de tierra en regular estado.

 

           Al dar comienzo la descripción de esta ruta tengo que aclarar un par de cosas. La primera tiene relación con los tres arroyos de cabecera del Aguascebas de Gil Cobo.  Porque son tres y cada uno con su nombre correspondiente y bonito donde los haya. Quería decir que donde la pista termina de atravesar la preciosa cerrada de San Ginés, se divide. El ramal de la derecha se va para las llanuras de Jabalcaballo y el de la izquierda, para el collado Perenoso y el portillo  de la Blanquilla Baja. Justo en este punto de la primera división de la pista se une, al arroyo principal, el que baja desde el collado Perenoso y el que baja desde fuente Colorá. El del centro, que sería el principal, un ramal viene del portillo  de la Blanquilla Baja y otro ramal, de las laderas y hondonadas de la Blanquilla Alta. Y parte de este ramal, del gran Pedro Miguel, tan anunciado con el nombre de El Blanquillo.

 

           Por eso también quería decir que los nombres de estos tres arroyos de cabecera son: arroyo del Perenoso o de los Espinares, el que ya hemos dicho viene desde el collado del Perenoso y su gemelo, de las umbría de la Blanquilla Alta. Arroyo de la Blanquilla Baja o del portillo  de la Blanquilla Baja y arroyo de fuente Colorá, de la lancha Ignacio y collado del Muerto. Tres preciosos cauces con su entidad propia que vienen con sus aguas desde las cumbres más altas de la sierra por esta parte y las derraman en el principal, el del Gil Cobo, justo al comienzo donde éste presenta su primer escalón o cerrada grande. Si ahora seguimos el surco de este arroyo principal y, es la segunda cosa que deseaba apuntar, lo primero que nos encontramos es la preciosa cerrada de San Ginés.  Por la derecha de esta cerrada, bajando con las aguas, subía una vieja senda que era la que daba entrada a las tierras del barranco que queda por encima de la cerrada y dominado por las cumbres más altas. Donde hemos dicho se juntan los tres cauces de cabecera. También daba entrada    al cortijo de los Espinares, collado Perenoso, las Nogueras y la Hoyica.

 

           Una vez pasada la cerrada, el arroyo principal, el del Gil Cobo, pues sale a las llanas tierras de Gil Cobo que eran  del cortijo de la Traviesa y de Gregorio. Nos vamos cauce abajo y enseguida tenemos la preciosa y agreste caída de la cueva de Perete.  Durante un tramo el cauce juega con varias caídas menores y retorcidos canalones hasta que vuelve a caer por el gran corte o voladero que le presenta el Agrión. Por la parte de abajo se encuentra la pasá de la Tejea y del Zarzalar que se  llama la Tijera. Un escalón más abajo se despeña el arroyo y ya sale a la preciosa cueva del Agua. La que se encuentra acompañada, al otro lado, por la cueva del Perdío. Dicen que por algún cortijo cercano mataron a un hombre en aquellos tiempos lejanos. Lo ocultaron en esta cueva y desde aquel accidente se le empezó a llamar cueva del Perdío.

 

           Por debajo de estas dos cuevas este cauce principal del arroyo Gil Cobo, tiene algunas caídas más. Las motivan la gran lancha de la Benita, los Arenales y luego los Morrones. Cuando entra por la quebrada umbría de la Herradura, porque esta es la figura que forman el Aguascebas Grande y  el arroyo de Gil Cobo, cuando ambos  se juntan, las aguas se despeñan un par de veces más. Descansan justo en las tierras llanas y fértiles de la Junta de la Herradura.

 

           Y la tercera cosa que deseaba decir pues ya ha quedado repartida a lo largo de este cauce de Gil Cobo.  Que este arroyo, aun no siendo tan grande ni principal como los dos ríos de las Aguascebas, para mí sí que tiene un enorme atractivo. Su belleza es de la más exquisita que me he encontrado en estas sierras, sus cascadas las más preciosas y sus quebrados surcos, agrestes y hondamente misteriosos. Junto a este cauce, desde las partes más altas hasta donde ya se hace río Aguascebas Grande, desde tiempos muy lejanos, se establecieron familias serranas. Construyeron ellos sus cortijillos, roturaron sus tierras, sembraron sus cosechas, segaron, trillaron, aventaron,  trazaron sus veredas, encauzaron las aguas de los manantiales, regaron los huertos, echaron ovejas y cabras y con cuatro árboles frutales y marranos de matanza, vivieron ellos a lo largo de muchas generaciones. Por eso la tierra se encuentra tan sembrada de nombres bonitos y todavía exhala  tanta esencia de aquellas presencias humanas. 

 

           Y ahora vamos con el recorrido de la ruta. El primer tramo es común con la que lleva al collado Perenoso y a las llanuras de Jabalcaballo. Y el primer tramo es la preciosa cerrada  de San Ginés, la primera del arroyo Gil Cabo. A la cerrada, que lo es de verdad y por ella discurre la pista encajada casi por el mismo surco del arroyo, se le llama así por el nombre del dueño del molino que hubo por aquí. Justo donde ahora crece la espesa alameda de chopos y donde, hace unos años, pusieron el campamento llamado de Gil Cobo. Ahí mismo hubo un molino que molía trigo y como su dueño se llamaba Ginés, la cerrada se quedó con este nombre. Bonito de verdad y más porque perpetua la historia de los que fueron dueños de la tierra, la labraron, sembraron y regaron con el sudor de su frente. La pista de tierra que ahora entra por el mismo surco de este arroyo y parte en dos las cerrada, en aquellos tiempos no existía. Ya he dicho que sólo había una senda que iba por el lado de la solana, bien alejada del arroyo para poder salvar la cerrada, y penetraba a las partes altas de la sierra por estos rincones.   

 

           Saliendo de esta cerrada, la pista se divide. Nos vamos por el ramal izquierdo, la que lleva al collado Perenoso y al pasar el manantial del Cerezo, el de la teja entre un cascajal y debajo de una roca, dejamos el coche. En el mismo punto que la ruta del collado Perenoso. Antes de cruzar el arroyo y muy cerca del bonito árbol llamado espejón.  Desde aquí subimos andando siguiendo la pista de tierra que lleva al collado Perenoso y al dar la primera curva para irse cañada arriba hacia el collado, por la derecha sale el jorro que recorre toda esta ruta. Es una vieja pista de tierra en muy malas condiciones porque fue un jorro para sacar madera y las aguas la han estropeado mucho. Pero andado por ella se va muy bien. Sube no de frente sino cortando la ladera desde el lado de las llanuras de los Espinares hacia el portillo por donde cae el arroyo centrar del bonito cauce del Aguascebas del Gil Cobo.

 

           De la primera hondonada, arroyo del Perenoso, par la izquierda sale el jorro que lleva al portillo de la Blanquilla Baja. Pretendieron hacer por aquí una pista más de aquellas que en aquellos tiempos trazaron por toda la sierra pero se quedó en puro jorro para sacar madera. Arrastrar troncos de pinos. Remonta un poquito y sobre el puntalete se divide a derecha y a izquierda. La de la izquierda llevaría hacia las laderas y las cumbres de la Blanquilla Alta, sin llegar a coronarla, y a las proximidades del precioso Pedro Miguel. La que sigo en unos metros se pone casi nivelada y recta hacia el portillo. Discurre remontada por entre la curva de nivel de los mil cuatrocientos a mil quinientos metros.

 

           Al frente y por el lado derecho se me abre todo el amplio y precioso barranco de fuente Colorá, lancha Ignacio y el collado del Muerto. Hay muchas cagarrutas de ovejas o cabras. Remonta levemente.  Trazaron ancha esta pista y por eso tuvieron que arrancarle mucha tierra a esta ladera. Por la izquierda se me presenta un puntal muy rocoso. El puntal de la Carrasquilla creo que se llama este monte y baja desde las cumbres de la Blanquilla Alta. Ahora baja un poco buscando saltar por lo alto de una pequeña cascada que presenta el arroyo justo en la curva de nivel de los mil cuatrocientos metros.

 

           La pista de tierra que esta tarde recorro, se sube con mucha comodidad hasta lo alto de la cumbre. Sólo remonta un poco para tomar altura por el arroyo del Perenoso y luego casi baja para encajarse en las tierras llanas que se duermen por este lado de la cumbre. Hoy es doce de octubre de 99. Ha llovido bastante esta noche y por eso, hasta por las rocas chorrea agua. Al coronar miro para atrás y tengo una vista muy bonita sobre todo el barranco un poco antes de que éste se haga cerrada hacia las buenas tierras de Gil Cobo.  Baja algo y al fondo, por la izquierda y siguiendo la hondonada de otro arroyo que por este lado llega, se ven las cumbres de la Blanquilla Alta. Detrás y más lejos, se alza Pedro Miguel. En línea recta desde aquí habrá unos tres kilómetros hasta las cumbres del monte anunciado.

 

           - Eso se llama la fuente del Cerezo. Por ahí se sale para arriba a la Peguera de la Blanquilla Baja, los Praos de Sargatillo, cañá del Lobo, desde la era viene un camino para acá y está el Cenajo de la Blanquilla Baja y el cucurucho de arriba, se llama el Morro del Lobo.

- ¿Es el morro que nos queda por completo al frente cuando cruzamos el arroyo que baja desde el lado de la Blanquilla Alta y Pedro Miguel?

- Ese mismo y ahí es donde se encuentra el Cenajo de la Blanquilla.  Desde donde crece la noguera que sirve como punto de referencia para el final de la pista que remonta, para la izquierda sale una senda y a media ladera, lleva al Cenajo de la Blanquilla. Aquello es de lo más bonito que te puedas encontrar en estas sierras. Un filo de rocas que sobresale en todo lo alto del cerro, el Morro de Lobo, y mirando hacia la primera cascada del arroyo Gil Cobo, se abre el cenajo. Casi lo mil quinientos metros tiene eso de alto y es una cueva enorme donde se meten las ovejas cuando llueve o hace frío y caben más de trescientas.  Tiene buena tierra por el piso de esta cueva y allí mismo crecen varios pinos gruesos y viejos. Al otro lado de ese cucurucho, vertiente ya a Coto Ríos, se encuentra el cortijo de Aguas Blanquillas.

 

           Al llegar a este cauce se vuelve a dividir en tres ramales. Sigue al frente un trozo y los otros dos, arroyo arriba y por cada lado se va cada uno. Cruza el arroyo, sin puente, se viene para la derecha y ahora ya busca las tierras llanas de la Blanquilla Baja. Sigo al frente y ahora remonto una leve ladera. Conforme avanza va girando cada vez más hacia la derecha. La gran lancha de la Cigarra, ya a mis espaldas y muy lejos, se ve preciosa. Desde este punto, mucho más elevado que sus partes más alta, se presenta en forma de cigarra dormida o parada en la rama de un invisible árbol.  La estoy viendo por la cara que mira a las dos blanquillas.

 

           En llegar al portillo se tardan unos quince o veinte minutos. Se corona con mucha comodidad, ya lo he dicho y al llegar, me voy encontrando con buena tierra. Todavía se notan los bancales que en otros tiempos prepararon para sembrarlos mejor. Se abre como una hoya y noto que todavía tiene que remontar un buen trecho para coronar a la vertiente que da al Guadalquivir por el lado de la Golondrina. Vengo buscando la noguera que me han dicho crece por aquí y me la encuentro en una hondonada oscura, rodeada de muchos bujes y clavada en tierra negra y húmeda. Es una noguera muy grande pero no tiene nueces a pesar de ser la época de ellas. Las hojas ya se le están poniendo amarillas.

 

           Por encima de ella hay una hondonada y todavía sigue la el camino o jorro que vengo recorriendo. El portillo natura se me viene abriendo por el lado derecho pero ahora el camino se tuerce para la izquierda. Comprendo que como fue un camino para sacar maderas, de este lado izquierdo es de donde más troncos de pinos sacaron.  Por la derecha es donde estaban las tierras que aquellas personas cultivaban. Por encima de la noguera un pequeño arce muy bonito y ya con sus hojas color oro. Sube muy empinada porque ya se enfrenta a la misma cresta de la gran cumbre. Según remonto los horizontes se me abren. Hondos y grandiosos horizontes llenos de laderas con sus arroyos, bosques y en esta tarde, muchas nieblas.

 

           Gira para la izquierda y ahora, sin pretenderlo, me quedo enfrentado a la gran lancha de la Cigarra antes del collado Perenoso. Unos metros más y corona. Un precioso pino laricio nada más coronar, rodeado de una sabina. Ya en lo alto, desaparece el camino. Aparece lo propio de estas alturas: pequeñas hondonadas de tierra, dolinas u hoyos según los serranos, de tierra muy buena y donde crece la fina hierba. Pinos blancos, laricios son los que hay por lo más alto de esta cumbre y también la preciosa planta de la arenaria tetraquetra. Se puede andar con mucha comodidad. Mucha zamarrilla y piedras blancas suelta. Al asomar al primer morrete  se me abre el gran barranco del arroyo del Zarzalar pero en este caso el  del cortijo de la Golondrina. Una preciosa vista hacia todo este gran valle del Guadalquivir a la altura de río Borosa, las cumbres de las Banderillas y Aguasmulas.

 

           Por encima de la recia frontera de las Banderillas una gran barrera de nubes blancas y oscuras. Se van concentrando según la tarde cae y quedan los valles despejados y el cielo azul total en todo lo alto.  Me vengo hacia la derecha buscando la morra  de los Cerezos. Es el punto más alto que por aquí existe en dirección hacia las llanuras de Jabalcaballo. En todo lo alto de esta cumbre de la morra  de los Cerezos, se eleva la caseta de los fogoneros. La vista es preciosa. Me dirijo hacia lo que sería propiamente el portillo, paso de una vertiente a otra que es donde arrancan los dos opuestos arroyos: el del Gil Cobo y el del Zarzalar, llamando también de los Membrillos.  Los dos llevan sus aguas al Guadalquivir pero uno cuando éste pasa por el centro de la sierra y el otro cuando ya el río se va alejando por entre olivares.

 

           Por estas alturas hay muchas cagarrutas de ovejas y muchas veredillas hechas por ellas. Un morro, quizá el más alto de esta raspa y en todo lo alto un mojón. Estoy la misma raya del término de Santiago de la Espada y Villacarrillo. La raspa de la cumbre sirve de límites. Desde este punto qué bonita se presenta la sierra y en esta tarde de otoño. Ya he dicho antes que anoche llovió mucho y por eso ahora se levantan las nieblas y dejan que se vea la cara lavada de las rocas y los bosques. Sigo dirección a Jabalcaballo. Por aquí duermen algunos rebaños de ovejas y sé que son las del pastor que vive en la majá de la Carrasca, cerca del raso  de la Escalera. Peña  Corva se ve desde aquí con una silueta que impresiona. Al otro lado quedan piedras Rubias y las nubes que la tarde va rellenando de colores con tonos de fuego.

 

           Mucha hierba en todo lo alto e incluso agua. Por aquí ya se rompe la cuerda y es justo donde se fragua un collado que en este caso es puerto. Justo en el punto donde nacen los dos arroyos. Por la llanura que se me viene quedando por la derecha, un rebaño de ovejas pastando en la soledad de la tarde y la quietud de estas altísimas cumbres. Por aquí tengo una altura de más de mil quinientos metros. Se rompe la cuerda que vengo recorriendo y ya se me presenta la tierra llana de la cañada. La morra  de los Cerezos me queda a dos pasos y por debajo y el lado de la Blanquilla alta es donde se abre el portillo que da lugar a la preciosa llanura.

 

           Giro para la derecha y ahora me vuelvo para atrás para empezar a caer  siguiendo la corriente del arroyo por el que he subido pero ahora yéndome con el agua que ya empieza a deslizarse hacia el gran arroyo de Gil Cobo. Tengo que decir que no me encuentro lejos  del cortijo, ahora ruinas, de Aguas Blanquillas. Estuvo muy remontado en esta cumbre y casi al comienzo de uno de los arroyuelos que vierten sus aguas al arroyo del Zarzalar de la Golondrina. el cortijo de los Cerezos o de los Pingos, tampoco queda lejos de aquí.  Un poco más abajo está el cortijo del Castellón y luego el de la Golondrina que se llama del Zarzalar, donde hubo un bonito molino.

 

           Comienzo a descender por la cañada y antes me encuentro con un letrero que dice: “Coto Nacional”. El portillo es precios, muy redondeado y de pura tierra buena en el centro. A los lados se remoza con rocas blancas y vegetación de enebros, sabinas, zamarillas y pinos. A mitad de la cañada o así, un rodal de tierra que me llama la atención. Me paro y descubro que son puras conchas de mejillones pero petrificadas. Son fósiles pero en cantidades grandes. Es la primera vez que en estas sierras veo tanto fósil de este molusco. El rebaño de ovejas pasta por aquí mismo y algunas hasta se espantan al verme. Quizá estuviera por aquí el pastor si fuera más temprano. Sé que viene a darle una vuelta casi todos los días y luego se vuelve a su majá de la Carrasca.

 

            A unos trescientos metros de lo que se sigue ensanchando con mejor tierra todavía y ahora, como por el lado izquierdo que es la caída hacia fuente Colorá, se me presenta un portillo, me voy por él. No es el mismo por el que he entrado. Entre este y por donde he colado, hay un cerrete rocoso bastante alto y por el lado de la Morra tiene una hendidura. Es justo por aquí por donde se escapa un ramal de los varios arroyuelos que en esta llanura se forman. Me vengo hacia este lado con el interés de encontrarme con otra perspectiva y mi sorpresa se asombra. Me encuentro con una bonita vereda de aquellos tiempos. Remonta o baja desde esta llanura y entra por este portillo. No tiene nada que ver con el jorro que me ha servido para remontar hasta estas cumbres y llanuras. Es una vereda de la que ellos usaban para moverse por estas sierras.

 

           Me voy por ella y comienzo a caer. Descubro que ahora voy a salir justo por el barranco de fuente Colorá pero no me importa. De este modo descubro un rincón más de estas sierras al mismo tiempo que desentraño otra vieja senda. Desde fuente Colorá, voy a seguir la pista de tierra que lleva a Jabalcaballo pero regresando y en no mucho rato me encontraré junto al coche. Así he cerrado un circuito recorriendo la preciosa ruta que esta tarde de otoño he trazado por esta parte de la sierra.               

 

           - Pero el llano que hay por esa parte de la cumbre ¿cómo se llama?

- Todos los llanos esos son la Blanquilla Baja. Hay por ahí una tapuela y todo donde ha vivido gente.  Por donde sube el jorro y se unen el arroyo que viene de la Blanquilla Alta con el ramalejo que viene desde la tapuela y la noguera, en ese rincón estaba la peguera de la Blanquilla. Todavía se ve allí y por encima, remontando, es donde se encuentra el Cenajo de la Blanquilla Baja.  Un covacho precioso donde caben muchas ovejas cuando llueve o nieva.   Pero  Todo eso es la Blanquilla Baja y hacia el lado de Pedro Miguel, la Blanquilla Alta.

- ¿Y la vereda que sale por el portillo hacia fuente Colorá?

- Antiguamente es que por ahí iba un camino. Una de esas veredas que no viene en ningún mapa pero que existía y usaban las personas que vivían en estas sierras. Si salimos desde las cañá de la Blanquilla Baja, siguiendo el camino natural que trazan las aguas que también salen desde esta cañada para el arroyo de Gil Cobo, y  para fuente Colorá, nada más entrar al portillo, la vereda se divide en dos.  El ramal de la izquierda se va por el filo de las paredes que caen desde la morra  de los Cerezos hacia el collado del Muerto y el ramal de la derecha, traza unas curvas y en unos metros cae al arroyo de la fuente del Cerezo. Antes este camino seguía y subía hasta el cortijo y la cañada de los Espinares y remontaba hasta el collado del Perenoso para luego seguir cayendo hacia el cortijo de la Noguera, las Hoyicas y las llanuras de la cueva del Peinero.  Otro ramal de este camino se iba por los poyo  del Zorro hacia la cañá del Tejuelo y las casas de Prao Chortales. Pero por el cortijo de la Noguera se dividía y un ramal se iba por los poyos de los Roble, remontaba hasta Pinar Negro, lo más alto de la cumbre por donde están los Hermanillos y en esas llanuras se juntaba y dividía con varios caminos más que se iban hacia Coto Ríos y para cañá Somera.

 

           Y si volvemos al punto de la fuente del Cerezo, por ahí se dividía otra vez el camino y un nuevo ramal se venía por la cerrada  de San Ginés, la del arroyo de Gil Cobo y salía al molino y a los poyos de Gil Cobo por donde se juntaba y se dividía nuevamente.  La sierra, y antes más que ahora, siempre estuvo surcada de caminos que llevaban a lo más profundo y complicado.

- Pero el que salía por el portillo  de la Blanquilla Baja y se prolongaba por la izquierda  ¿adónde iba?

- Pues salía desde el portillo  de la Blanquilla Baja, pasaba por el collado del Muerto y se metía por Jabalcaballo y allí mismo se dividía en varios ramales. Para piedras Rubias, para la vertiente de Coto Ríos y para la morra  de la tía Justa. En Jabalcaballo el terreno es muy pelado. La gente que vivía en aquellos cortijillos cogían ese camino y por esas cuerdas de las Blanquillas Baja y Alta, se iban a por leña.  También los que vivían en el cortijo del Zarzalar de la Golondrina, el cortijo de los Cerezos y el del Castellón, subían por ese camino para ir hasta Jabalcaballo.  Desde Jabalcaballo hasta la Blanquilla Alta hay un tirón.

 

           - Y el nombre de la fuente del Cerezo ¿por qué?

- En el vallejo del arroyo donde hay un puentecillo y la pista da la vuelta para meterse hacia el arroyo de los Espinares, pues a todo eso se la llama el arroyo del Cerezo. Antiguamente todos esos pedazos los sombraban y había un cerezo ahí muy grande.  Pasando de la fuente esa para acá, más pegado a la boca de la cerrá, ahí donde hay una tapuela, a todo eso le dicen la Loma del Rojillo. Es que ahí vivía uno que le decían el Rojillo. Por debajo de la tiná de Majaserbal, la lancha que hay, se llama lancha del Sordo. La que queda por arriba es la lancha Ignacio.

 

           Y ahora recuerdo que aquel día 23/10/99, aunque fue un gran día de lluvia, niebla y viento, me vine por este rincón de la Blanquilla Baja. Y para mi alma fue un día de gozo grande que me llenó hasta lo más hondo. Un enorme espectáculo para mi vista y una dicha sin parecido para el resto de mis sentidos. Dejé el coche en el mismo rellano del arbolico espejón. Todavía estaba cargado con sus redondos y rojos frutos. No cogí ninguno porque llovía a cántaros y lo que me apetecía era remontar cuanto antes a las llanuras de la Blanquilla Baja. Subí por la pista que lleva al collado Perenoso y en cuanto rebasé la primera curva y superé la alambra que junto al arroyo han puesto, me fui derecho a las tierras llanas que hay a la altura  del cortijo los Espinares.

 

           Bajo mi paraguas, luchando con el viento y mientras llovía, recorrí la llanura y encontré un buen puñado de setas de cardo. Un coche blanco bajaba desde el collado Perenoso y al verme, se paró. Durante un buen rato me estuvieron observando y como ni le hice caso, siguió. Cuando terminé de recorrer la llanura, me volví por la pista, tomé el jorro que baja desde la Blanquilla y en unos minutos ya estaba frente a la primera gran cascada del arroyo Gil Cobo. Desde la media ladera y sobre el buen camino que ofrece el jorro la estuve observando y luego seguí. Crucé el cauce del arroyo que baja de la Blanquilla Alta y me fui siguiendo su borde y por el lado derecho. Me apetecía remontar hasta la segunda cañada, la de la Blanquilla Alta o cañá del Lobo y luego regresar por el cenajo.  En un día como el de hoy, contemplar la sierra desde el refugio y el balcón de buen cenajo, era una delicia que no me la quería perder. Hasta podía quedarme refugiado en esta enorme covacha  un par de hora o quizá todo el día. Total, lo que hoy pretendía era vivir la experiencia de un día de lluvia, niebla y viento por las cumbres de esta Blanquilla Baja.

 

           Pero a medio recorrido me volví siguiendo otro ramal del jorro y me encontré con un trozo de la senda que ellos recorrían cuando por aquí iban hacia las partes altas de Pedro Miguel y esos otros rincones. Me vine para el lado de la tarde siguiendo esta senda y al llegar al triángulo que se forma entre la junta de los dos arroyuelos, por entre unos pinos repoblados, me encontré una construcción  antigua. Sobre un morrete y justo al lado de la vieja senda, hay como un horno para cocer piedras. Es decir, una calera,   que todavía se conserva bien. Lo estuve mirando y me inclinaba a creer que en lugar de calera era una peguera. La peguera de la Blanquilla que ya me han dicho tantos.

 

           Seguía lloviendo y mucho y ahora la niebla cubría espesamente todos los morros que a los lados me escoltaban. También gran parte de la cañada que remonta desde la peguera y sube hasta la segunda cañada. Sobre el morrete que sirve de división entre la parte alta de la cañada y la parte baja, una buena tierra bien tapizada de hierba. Como la lluvia seguía cayendo en abundancia, todo se me presentaba más que mojado empapado pero precisamente por estas circunstancia, lleno de una singular belleza. Me encontré con varias setas de cardo y como mi paseo hoy por esta parte de la sierra era de puro placer y encuentro sencillo con los paisajes que tanto amo, me relajé y bajo mi paraguas, con mi macuto sobre las espaldas y pisando charcos, me puse a recorrer la preciosa llanura. Por aquí y allá me encontraba con una y otra seta.  Como una mano de grandes algunas y otras más pequeñas pero todas fresquisímas y rezumando agua.

 

           Llegué cañada arriba casi hasta donde ésta se hace collado para fraguar las vertientes al Guadalquivir y al arroyo Gil Cobo. Regresé hasta donde se abre el portillo y el pequeño arroyuelo ya empieza a caer y luego subí otra vez hasta el collado. Por último me remonte sobre el morrete donde la hermosa cañada queda sujeta y se divide en dos. La de la peguera que es la primera que me encuentro cuando subo por el jorro y la del collado que sirve de división en la alta cumbre y para las dos grandes vertientes. Justo en lo más elevado de este morrete y entre unas grandes rocas me encontré las ruinas del cortijillo. El que en aquellos tiempos ellos construyeron y habitaron mientras cuidaban a sus animales, sembraban las tierras de esta cañada, recogían las cosechas y no caían las nieves. Porque en las fechas de los nevazos, tenían que irse de aquí. Este punto está muy alto, hace mucho viento, nieva mucho y por lo tanto, el frío es casi insoportable.

 

           Pues cuando ya me cansé de recorrer la hermosa tierra de esta cañada de la Blanquilla Baja y con una bolsa llena de setas de cardo, me viene para el portillo. Siguiendo las aguas que desde la cañada rebosaban, me metí por el portillo y comencé a caer por el trazado de la vieja senda que lleva al collado del Muerto y a las llanuras de Jabalcaballo. Pero cual no fue mi sorpresa al encontrarme que en los primeros metros  la senda se dividía en dos. La de la derecha era la que más me convenía porque bajaba directamente y en un trayecto corto, a donde tenía el coche. La de la izquierda, la que en verdad pretendía recorrer, me convenía menos porque el día se había cerrado en agua, cubrían densamente las nieblas y como el viento seguía soplando y estaba empapado, las manos y la cara se me habían quedado heladas.

 

           Pues buscando con interés el trazado del ramal de senda que salía por la derecha, comencé a descender por la ladera y en unos minutos me encontré sobre un puntalete. Miré hacia el arroyo y abajo, un poco más arriba de la fuente del Cerezo, vi el coche. Descubrí enseguida que había trazado una ruta en forma de círculo, que era muy hermosa por los paisajes que recorre, muy fácil de andar y además, cortica en distancia pero larga en emociones por los grandes contrastes de los paisajes y el temporal de lluvia y niebla. Un gran día otoñal que el cielo me había regalado otra vez y que al mismo tiempo me servía para profundizar en el misterio de estas sierras, sus caminos, arroyos, cubres y praderas repletas de hierba y silencios.

 

           Cuando ya estaba junto al coche descubrí que el coche blanco que me había observado unas horas antes, se había vuelto para atrás, había remontado hasta el collado Perenoso y me andaba buscando. ¿Por qué y para qué? ¿Era sospechoso de algo?  Pasó junto a mí y ni siquiera se pararon.  Siguieron bajado por la pista de tierra que penetra en la gran cerrada de San Ginés y detrás me fui yo porque esto era lo que ya había decidido. En la gran covacha que a mitad de la cerrada se abre en la misma pista, se paró y todavía estuvo un buen rato esperando a que llegara. En cuanto vieron que acercaba arrancaron y siguieron bajando. Descubrí entonces quienes eran pero ellos ni quisiera tuvieron el detalle de preguntarme quién era ni lo que hacía por estos rincones de la sierra. ¿Les preocupaba que en un día como  el que ya he descrito alguien y solitario anduviera por aquí? En el otoño se abre la veda para la caza de piezas mayores por estos rincones de la sierra. Pero yo no era un furtivo y sí me había encontrado a cazadores con sus rifles y perros antes de llegar al rincón que he recorrido.     

 

           Un recuerdo más.

           La tarde del once de noviembre de 1999, descargó una gran tormenta sobre la sierra. Por la zona de la Loma y entre Villacarrillo y Torreperogil, los granizos fueron tantos que hasta se cortó la carretera. Por las partes de la Blanquilla Baja y Alta y Pedro Miguel, lo que cayó fue una gran nevada. La primera del año y aunque la hierba ya estaba grande y muy verde, todas estas cumbres de cabecera se quedaron blancas por completo.

 

           Pero al día siguiente, el doce de noviembre, por la mañana temprano salimos de Úbeda y nos vinimos al rincón de la fuente del Cerezo. Éramos un grupo de doce o catorce personas y el plan era una excursión por las preciosas tierras de la Blanquilla Baja. Dos niños, Eva y Miguel, de nueve y siete años, redondeaban y animaban a este grupo. Cuando llegamos a la fuente del Cerezo ya la nieve cubría por completo. Estaba blanda porque sólo hacía unas horas que había caído. Paramos y al mirar hacia las partes altas que esperábamos recorrer, las encontramos todas por completo cubiertas por la nieve. Pero emprendimos la marcha y cuando remontábamos hacia la llanura de los Espinares nos encontramos al pastor de la majá de la Carrasca. Nos alegramos verlo y él también se alegró y al poco de estar charlando nos dijo:

- Pues casi toda la noche ha estado nevando.

Cosa que nosotros ya intuíamos. Y luego nos dijo:

- Ahora voy a dejar el coche por fuente Colorá y me voy a ir por la vereda del cenajo de la Blanquilla. Se me han quedado algunas ovejas por las cumbres de Pedro Miguel y tengo que subir a buscarlas.

 

           Pensamos nosotros que lo que nos había anunciado, según se veía nieve en los paisajes, iba a ser para él una gran tarea.  Que le costaría mucho encontrar las ovejas por cumbres tan elevadas y hoy con tanta nieve. Pero a continuación nos dijo que no tenía más remedio que buscar las ovejas perdidas porque al día siguiente venían a sacarla sangre para ver si tenían o no alguna enfermedad. Así que lo despedimos y él siguió bajando con su coche y nosotros subiendo por la pista. Al llegar al jorro nos vinimos para la derecha y en poco rato ya cruzábamos el arroyo que baja de la Blanquilla Alta, rozamos las ruinas de la peguera de la Blanquilla y donde crece la noguera nos encontramos con dos vacas. Las dos estaban paridas y sus becerrillos no tenían ni un mes de edad.

 

           Todo este barranco, hacia arriba, hacia abajo y por las cumbres, estaba por completo cubierto por un espeso y grueso manto de nieve. Rodeamos a las vacas por el lado de la noguera, observamos las ruinas del viejo cortijillo de aquellos tiempos y en unos pasos más estuvimos frente a la amplia cañada de la Blanquilla Baja. Toda blanca y por su centro, el arroyo repleto de agua. En cuanto empezó a calentar el sol la nieve se fue derritiendo y por eso el agua comenzó a correr por el precioso surco que divide a la gran cañada.  Gozando de esta corriente, la blanca nieve cubriendo la tierra y buscando setas fuimos recorriendo la cañada hasta coronar hacia el collado que divide las dos vertientes. Desde aquí nos vinimos para el lado izquierdo, el puntal del pino seco y por lo más alto de los morretes comenzamos a volver hacia el cenajo de la Blanquilla.

 

           En poco más de media hora recorrimos toda esta cumbre dejando ahora la gran cañada vestida de blanco a nuestra izquierda hasta que estuvimos a dos pasos del cenajos. Desde estas cumbres, en el día que estoy anunciando, la vista era impresionante.  Toda la extensa sierra de las Banderillas, al fondo y a lo lejos, se nos presentaba repleta de blancura y coronada por nubes negras. Caímos un poco para el lado de la peguera, buscamos la senda y en unos metros ya estuvimos en el cenajo. Cortamos algunas teas, buscamos algunas piñas secas y en unos minutos encendimos un buen fuego. Al calor de sus llamas y frente a la grandiosa vista que desde este balcón se divisaba, nos pusimos a comer. A unas dos horas o así de estar en el abrigo de este cenajo y al calor de la lumbre, se nos presentaron algunas ovejas por el lado de la Blanquilla Alta. Eran las que el pastor de las montañas buscaba que las había encontrado cerca de los Hermanillos y ahora ya se las traía para la majada. Llegó a nosotros, le invitamos a comer, estuvo junto a la lumbre un buen rato y luego siguió detrás de sus ovejas para juntarlas con el rebaño que ya bajaba de las cumbres hacia la majada por el raso  de la Escalera.

 

           El viento que corría era frío pero como la lumbre calentaba bien,  en este nido y balcón de ensueño estuvimos hasta que la tarde comenzó a caer. Entonces preparamos las mochilas y por la senda que cae desde el cenajo regresamos hasta la peguera y luego por el camino hasta el coche.  Por donde unas horas antes habíamos visto las vacas, no estaban y esto nos preocupó porque pensamos que quizá se habrían ido para otros rincones más lejanos. Por el pastor, ya sabíamos que estas vacas eran de un hombre de Coto Ríos y también supimos que por las tierras llanas de la Blanquilla Baja, es por donde este hombre quería que sus vacas pastaran y no por otros lugares más lejanos. 

 

           El día se nos acabó y cuando ya nos montábamos para regresar a las casas de cada uno, todos coincidíamos que lo que habíamos visto y vivido en este día y rincón era uno de los más bonitos espectáculos dado en estas sierras. La nieve, los paisajes cubiertos por ella, el cenajo, el juego, el agua de los arroyuelos y la soledad del día había sido casi como un sueño de bonito.  Y ayudó a dejarlo más  finamente estampado en el espíritu de cada uno, las gracias, juegos y ocurrencias de Miguel y Eva, los dos niños del grupo.  Todo el día estuvieron corriendo, pidiendo la mano, diciendo que tenían frío, saltando por entre las llamas de la lumbre y luego jugando con la nieve y las corrientes de las aguas limpias.  Ahora los recuerdo y hasta siento un poco de nostalgia pensar que quizá ya nunca más volveré a tener  la suerte de vivir junto a ellos, sus padres y los amigos de sus padres, un día tan deliciosamente vibrante como el de aquella nevada por la Blanquilla Baja. ¡Cómo jugaba, reía y hasta lloraba Eva pisando, tirando y comiendo nieve por las cumbres y paisajes que acabo de describir!  Fue un día hondo que se me coló dentro con la fuerza de lo hermoso para no morir jamás.

                               

    896- Al caer la tarde

el cielo se nubló,               

sopló el viento frío,

a tormenta descargó

y al amanecer del sábado, 

la cañada del rincón,

la de la pradera verde

y el arroyo juguetón,

cubierta de nieve blanca

brillaba al tibio sol.

 

   Subimos por el camino

en forma de excursión

y pisando la inmaculada

nieve convertida en flor,

recorrimos la cañada

en un juego de primor

hasta el collado sereno,

subimos al espigón

del pino seco y la hierba

y siguiendo la emoción

de las crestas hacia la cueva,

volvimos sobre la nieve

y el gozo del corazón.

 

Y cuando ya estuvimos en el cenajo

junto al fuego, en el balcón,

la niña que era puro juego,

dijo sin más pretensión:

- Un día tan esplendoroso

con tanta nieve por el rincón,

tantas nubes por el cielo

y tantas cumbres de algodón,

ni en los cuentos que a mí me cuentan

lo he soñado nunca yo.

 

 (Blanquilla Baja el 12-11-99 y en la excursión de Pepe Barrera. La niña se llamaba Eva)
 

           39- Subida al pico  Blanquilla Alta y   Ir al índice

           Pedro Miguel, también llamado Blanquillo.

           Ruta a la máxima altura de estas sierras.

           Distancia aproximada:       3 k.   

           Desnivel aproximado :   300 m.   

           Tiempo aproximado   :    1,5 h. andando.

           Camino: vieja vereda muy borrada y sin ella.

 

           Al llegar al arroyo de Gil Cobo, dejamos la carretera y tomamos la pista forestal que sube por el cauce. A un kilómetro  o así se divide en dos, seguimos por la izquierda, cruzamos el arroyo y después de una subida repentina y un trozo de pista bastante malo, al llegar a un bonito collado, el del Perenoso, Pedernoso, dejamos el coche. Desde aquí hemos de seguir andando. No existe ninguna senda que nos lleve hasta lo alto de la cumbre. Si vamos acompañados de alguna persona que conozca la zona, no tendremos problemas. 

 

           A pesar  de todo,  no hay grandes dificultades. Campo a través surcamos los pinares por el lado derecho de la pista que nos ha llevado al collado. Salvado un pequeño cerrillo buscamos ganar altura  hacia el lado derecho para saltar un paredón rocoso por el arroyuelo que baja de la cumbre. Por aquí hay veredas de ganado que siguiéndolas, poco a poco ascendemos hasta las pequeñas praderas que hay por detrás del paredón antes mencionado. Desde aquí ya sí es fácil llegar a la cumbre. Siempre buscamos el lado derecho ahora ya con el pico Blanquilla bastante cerca y como es visible, nos sirve de punto de referencia.

 

           El paisaje.

           Todo el arroyo de Gil Cobo es un rincón lleno de encanto. Aun en pleno verano  y, en los más secos, siempre por aquí bajan buenos caños de agua limpia y fresca. Ya en el collado donde hemos dejado el coche veremos al frente todos los grandes barrancos por  donde se abre el Gran río Aguascebas Grande.  Por encima, se nos presenta un hermoso espectáculo de cumbres y paredones rocosos. A la izquierda y a nuestras espaldas, el horizonte se nos ensancha con perspectivas de hermosas cumbres pobladas de pinares, olivares y hondonadas grises por la lejanía. Según vamos ascendiendo los pinos laricios nos irán sorprendiendo con la belleza de sus troncos esbeltos y viejas ramas retorcidas. Ya en la cumbre la panorámica no puede ser más grandiosa. Descubrimos casi todas las cordilleras y cumbres del parque y gran parte de la campiña por la Loma de Úbeda. La visión del circo rocoso del Aguascebas Grande nos llenará de asombro ahora dominándolo desde lo más alto. Nos daremos cuenta en estos momentos que ha merecido la pena el esfuerzo de la subida.

 

           De interés.

           La presencia humana por aquí será difícil a no ser algún pastor. Agua podemos coger en el manantial que brota en la misma pista unos metros más adelante donde se divide la que va para Jabalcaballo. Sale por entre las piedras de un cascajal y es un agua buenísima. No encontraremos ningún otro sitio donde beber hasta que no volvamos a este rincón. Aunque en primavera e invierno sí es fácil ver mil chorrillos y arroyuelos cayendo por las rocas. Desde las cumbres gozaremos del vuelo planeado de las águilas y los buitres leonados en cuyas paredes rocosas, del Gran Circo del Aguascebas, tienen sus nidos. 

  

           Las partes altas de estas sierras se deben hacer en  primavera o en los días suaves del invierno. Es más fácil y siempre encontraremos aguas en los muchos manantiales que brotan por los barrancos o laderas entre los bosques. Las zonas medias y barrancos, es mucho mejor recorrerlas en verano o en el otoño. Los bosques y las corrientes de los ríos nos ofrecerán sombras y agua para el alivio de la ruta.

 

40- Jabalcaballo por el arroyo de Gil Cobo  Ir al índice

           Ruta a la cumbre y llanura de la luz.

           Distancia aproximada:       9 k.   

           Desnivel aproximado :   500 m.   

           Tiempo aproximado   :     45 mt. en coche.

           Camino: carril de tierra en buen estado.

    Los puntos más importantes por donde pasa esta preciosa ruta son: la cerrada  de San Ginés, la junta de los arroyos antes de fuente Colorá, fuente Colora, tiná Serbal, la hoya  de la Zamarrilla, el poyo  de los Robles, el barranco por donde nace la fuente de los Buitres, hoya  de la Juliana, llanuras, torcal  y manantial  de la fuente del Tejo, collado Morenillo también conocido por el collado de la fuente del Tejo, cañá del Avellano, fuente de la Berraza, toda la preciosa altiplanicie de Jabalcaballo, el Pardal y peña  Corva. Esto es sólo un resumen de lo más importante porque en detalle, los rincones, paisajes y horizontes, son muchos más y cualquiera de ellos suficientes por sí mismo. La mejor época para hacer esta ruta, sin que las demás sean malas, es primavera. La pista tiene menos problemas  y los paisajes se presentan con la belleza limpia de las hojas nuevas. En verano es muy calurosa aunque por estas cumbres siempre corre un vientecillo fresco. En invierno las nieves dejan cortada la pista de tierra y en otoño, siendo una época de las más hermosas, a lo largo de muchos días, las nieblas cubren todas las cumbres de estas altas montañas.

 

           Para subir a las llanuras de Jabalcaballo en coche existe una pista de tierra que arranca de la carretera justo por el arroyo de Gil Cobo. A la izquierda según venimos de la cueva del Peinero. Metida por la cerrada que ahí se origina, cerrada  de San Ginés, asciende y al final, donde el arroyo se divide en dos también la pista se divide. La que lleva a nuestro punto de destino es la de la derecha. Remonta muy inclinada y a unos metros, después de una pronunciada curva, nos sale al paso una fuente de obra y con algunas mesas de piedra. Fuente Colorá es como se llama este manantial. El arroyo que baja por ahí mismo es el que nace en el collado del Muerto, divisoria de las vertientes al arroyo de las Aguascebas de la fuente del Tejo y el del Gil Cobo.  Por este barranco y cerca de la fuente que antes mencioné, varias veces me he encontrado con un rebaño de cabras blancas. Son cabras domésticas que alguien tiene sueltas por estas sierras y ellas, se mueven de un lado para otro tomando los paisajes y el monte a su anchas y sin que nadie las molesten. Una mínima expresión de los grandes rebaños de cabras blancas que en otros tiempos tomaban estas sierras.

 

           La pista gira en este arroyo, roza las ruinas de una tiná y ahora remonta con mucho más pendiente. Majá Serbal tiene por nombre estas construcciones. Se alzan sobre una preciosa y agreste lancha que se llama lancha Ignacio y la que desde la tiná cae hacia el comienzo de la cerrada  de San Ginés, tiene por nombre lancha del Sordo.  Estos dos nombres se deben a dos pequeñas tapuelillas donde vivían ambos serranos bautizados con el nombre que ahora tienen las lanchas. Por este tramo el firme es bastante malo. Pero después de varias curvas muy cerrada y una larga pendiente remonta a un precioso collado. Antes hemos pasado por una alambrada que encierra un buen rodal de tierra. Tiene por nombre la hoya  de la Zamarrilla. El collado del Muerto nos ha quedado por la izquierda y no muy lejos.  Desde esta hoya de la Zamarrilla se aparta una sendilla que lleva al corazón mismo de este bonito collado. Porque es bonito de verdad, con su pradera de hierba verde en todo lo alto, la amplitud hacia los horizontes más lejanos y el aire siempre fresco que por aquí corre. Desde el collado, remontar a la grandiosa morra  de los Cerezos, es sólo un paseo de pocos minutos. 

 

           Estamos en lo más alto de la lancha de la Escalera. El poyo  de los Robles es como se llama todo este terreno. Tiene este lugar un paisaje de ensueño. Vegetación de alta montaña como es la Arenaria tetraquetra, muchos piornos y otras plantas de porte pequeño y espinosas. También los pinos laricios y algunas encinas. Desde este punto se abre una impresionante vista hacia la Loma de Úbeda. En los días claros se ven con toda claridad muchos de estos pueblos repartidos por la gran loma.

 

           Desde este punto la pista baja, traza varias curvas con un firme de piedras sueltas y bache por muchos trozos hasta que entra a las tierras llanas de la llanura que vamos buscando. Corta varios arroyuelos por su parte más alta, paisajes muy originales y hondamente bonitos por ser alta monta. Arroyo del raso  de la Escalera y arroyo de la fuente del Tejo.  Pasa por un punto que tiene junco y algo de agua que se llamaba la Fuentecilla de los Buitres. Roza unos primeros cortijos dejándolos por la derecha y en este punto es cuando se estropea del todo. Si no es con un coche todo terreno es casi imposible seguir adelante.  Uno de estos puntos lleva por nombre el poyo  de la Juliana.   Mi opinión es que aquí, donde se divide la pista para venir al primer cortijo que nos encontramos, fuente de la Berraza, dejemos el coche. A partir de este punto y momento, lo más emocionante y gustoso es dedicarnos a recorrer todos los rincones que podamos  por esta llanura. Todos son bonitos y encierran sorprendentes emociones.

 

           Si esta excursión o visita al lugar la hacemos en primavera nos encontraremos con hermosísimas praderas repletas de hierba, cientos de mariposas revoloteando de un lado para otro, muchos arroyuelos menores que brotan por aquí y allá y buscan su salida hacia los cauces mayores y bastante vegetación de majuelos, encinas, fresnos y otros árboles repletos de verdor. Por las crestas de lo que es propiamente peña  Corva, nos sorprenderá, además de los paisajes frescos y limpios, las preciosas vistas que hacia todas las direcciones se abren. Si rodeamos el macizo y volvemos por el lado del valle del Guadalquivir para entrarle por el collado que aquí en lo alto origina uno de los ramales del arroyo del Zarzalar, nos encontraremos con un bonito manantial que nace en las mismas paredes de peña  Corva, vertiente al Guadalquivir. Los serranos conocen  este venero con el nombre de fuente del Recó.   Hasta  en los años de mayor sequía mana su chorrillo de agua limpia y fresca. En el verano del 99,  que fue uno de los años más secos creo de ese siglo, yo me lo encontré echando su hilo de agua fresca, pura y de buena calidad.

 

           A propósito de fuentes por estos rincones y cumbres.    Ir al índice

          Recorriendo la pista forestal de tierra que nos ha traído hasta las llanuras de Jabalcaballo, ya he nombrado algunas de las fuentes más caudalosas que rozamos.  La primera es fuente Colorá, en el arroyo que baja desde el collado del Muerto hacia la cerrada de San Ginés. Es un manantial natural que encauzaron y lo hicieron salir por un tubo de hierro para  que cayera a un pilar de cemento. Las aguas que por ella manan son las que cayeron por las tierras del collado del Muerto, la cuerda que baja desde la morra  de los Cerezos para la Blanquilla baja y la Torca.  Una segunda fuente nos la encontramos nada más volcar el collado de la Zamarrilla. Enseguida hay una pequeña hondonada que baja de un collado que nos queda por la izquierda. Crecen juncos y los botánicos pusieron alambrada en la tierra. Son los primeros metros del arroyo raso  de la Escalera. El que pasa rozando las paredes  del cortijo raso  de la Escalera, del pastor Pablo. Por esta zona alta, la fuente que mana y es bastante escasa, se llama fuente del Buitre. La que brota cerca  del cortijo, siendo la misma, es otra y se le conoce por la fuente del raso  de la Escalera.

 

           Pues este arroyo, por donde la pista lo cruza, no es nada más que una hondonada sin importancia pero aquí mismo rezuma agua hasta que la primavera está muy avanzada. Si lo seguimos por la vieja vereda que vuelca por la famosa escalera del raso, la que le da el nombre    al cortijo y al collado, un poco antes de llegar    al cortijo de Pablo, brota un copioso manantial. Es conocido por la fuente del raso  de la Escalera. Ahora lo tienen recogido en una arqueta y con gomas, se llevan parte de su agua    al cortijo antes nombrado, a los huertos que este pastor tiene por aquí, a los tornajos para que beban las ovejas y a la piscina que también este pastor tiene cerca de su bonito cortijo. Pero lo que quería decir es  que la fuente mana aquí y es caudalosa de verdad. Ningún año se seca aunque las lluvias sean escasas.

 

           Siguiendo la pista que nos lleva a las llanuras de Jabalcaballo, en cuanto dejamos atrás la hondonada que hemos descrito volcamos a otra mucho mayor y llana. Es la famosa cañada de la fuente del Tejo. Baja del collado del Muerto y parte de la cuerda que da consistencia a este macizo montañoso. La cuerda de la Roña.  Aquí mismo, nada más cruzar el arroyo, nace una fuente menor. Sólo tiene agua en invierno y primavera hasta los primeros meses del verano. Pero algo más adelante, sólo unos metros, por el lado de abajo de la pista que vamos siguiendo, brota la famosa fuente del Tejo. La que le da nombre al arroyo y tanto apreciaban los serranos que se establecieron por estos rincones. La tierra está llana, hay unas rocas blancas de poca importancia, un par de matas de bujes y ahí mismo sale el venero. Por una raja de la roca que casi está al ras del suelo. Los serranos de aquellos tiempos le hicieron un reguerillo y un par de metros más abajo, le escarbaron una alberca.  Le pusieron un muro de piedras y tierra y con el agua que se embalsaba en esta alberca regaban las tierras llanas que hay por debajo hasta que ya se presenta el escalón rocoso que precede    al cortijo de la  Huelga, medio kilómetro más abajo y en el mismo surco de este arroyo, por donde ya lleva mucha agua. Es el arroyo de las Aguascebas de la fuente del Tejo. La fuente es la que acabo de describir.  

 

           Seguimos y al volcar el collado de la fuente del Tejo, pues enseguida hay otro arroyo, regajo menor de la cañá del Avellano, que tiene su cortijo y su manantial. La fuente del Avellano es también un manantial muy abundante cuyo caudal va a parar al arroyo de Chorrogil.  Por detrás y volcando hacia la vertiente del arroyo que baja desde el raso  de la Escalera, ya de la fuente del Tejo, tenemos otra gran hondonada. Es la de Chortales. Como un pequeño circo con tres arroyuelos en forma de cruz cayendo desde el centro y los dos lados del circo. Pues donde los tres arroyuelos se juntan  y sólo unos metros antes de volcar para la gran cuenca del Aguascebas de la fuente del Tejo, hay  un cortijo, ahora abandonado. Es el cortijo de los Chortales.  Ahí mismo brota otra limpia y abundante fuente.  La escalera Romana, la segunda en este escalón rocoso, empieza a caer unos metros más abajo de este cortijo y manantial. Y por donde ya cae la escalera, el arroyo lleva mucha agua. Al bajar tenemos el cortijo de Tarquino, en lo alto de un poyo remontado sobre Prao Maguillo.  Algo más abajo de este punto, se extiende la cuesta del Oso por donde mana la fuente del Poyo. Y por ese mismo poyo pero arriba, por la escalera de la Morra, está el cortijo y fuente Carambilla. Esta palabra se refiere a los carámbanos que las aguas originan en las cuevas pero en este caso como no son muy grandes, ellos le decían carambilla.

 

           Y unos kilómetros más adelante, en cuanto entramos en las primeras tierras de la llanura de Jabalcaballo, tenemos otro caudaloso y fresco manantial. Es el de la Berraza. Junto a este venero construyeron  un cortijo que todavía está habitado y las aguas que salen de este manantial, son aprovechadas por las personas que hay en el cortijo. Para regar los huertos, para que beban los animales,  para las cosas  del cortijo y sobra agua para que el arroyo corra abundantemente a lo largo de todo el año. Es este el arroyo que más agua aporta al Embalse de Aguascebas. Y ya dije que se llama, por aquí cerca, cañada  del Avellano y más abajo, Chorrogil con la famosa cascada que salta por la parte de atrás de este pantano.

 

           Por las laderas sur del Pardal manan varias fuentes. Una da agua    al cortijo que ahí todavía existe y habitan. Algo más abajo está la grandiosa y bella cañá del Pardal donde en sus primeros metros, mana una bonita fuente. Le pusieron unos tornajos para que las ovejas pudieran beber y desde aquellos tiempos el manantial no se ha secado. Se le conoce por los tornajos de la cañá del Pardal. Es justo donde nace el arroyo del Avellano. Por debajo de peña  Corva, ya lo he dicho algo más atrás, mana un venero que se le conoce con el nombre fuente del Recó de peña  Corva.  Y volcando para los Palancares, arroyos y barranco de cabecera del Chorrogil, brotan cinco o seis venero más todos de excelente calidad, fresquita en verano y de una pureza sin igual. Algunas son: fuente del Segaor, fuente de los Palancares, fuente del barranco del Corzo y fuente del Hoyo.

 

           Nota: la pista de tierra que hemos ido dejando difuminada por las tierras llanas de Jabalcaballo, no termina del todo. Llega a un punto donde  deja de ser pista pero continua un camino bien reconocido y fácil de andar y después de pasar por el lado sur del Pardal y rozar piedras Rubias, collado de la Mariquilla, continua por los Asperones, sale a la nava del Puesto y desde ahí cae a la casa  forestal de la fuente de la Zarza. En este punto es pista de tierra que perfectamente se puede recorrer con coche  para el Narigón y el poyo  del Rey y hasta el puerto  de las Palomas.  La Arenaria tetraquetra es una de las plantas más curiosas, al menos para mí, que se dan por las cumbres de este parque natural.  Por las llanuras de Jabalcaballo casi en todas las épocas del año, pastan algunos rebaños de ovejas. Los pastores viven aquí de continuo, aunque en la época de los fríos invernales, se bajan a las dehesas de Sierra Morena. Algunas de las personas que nacieron y vivieron aquí años atrás, ya cansados de guardar ovejas, labrar tierras y tener muchos problemas con los que defendían y  defienden el Coto Nacional, emigraron a otros sitios de España. Pasado el tiempo  han vuelto y en sus cabezas les ronda la idea de convertir estos cortijos, porque son suyos desde siempre,  en casas rurales, campings o algo parecido. Para no seguir viviendo lejos de la tierra que tanto aman y así sacar algún dinero que les permita comer.  Por otra parte, como son excepciones singulares, algunos desaprensivos los capturan para exhibirlos como si se tratara de un trofeo”.


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