ALGUNAS DE LAS RUTAS MÁS BELLAS DEL PARQUE

NATURAL DE CAZORLA, SEGURA Y LAS VILLAS
POR LAS SIERRAS DE SEGURA

El contenido de esta página es parte del texto de un pequeño

   libro titulado: "Segura de la Sierra, todo el río Madera".  Si    

pincha en este enlace puedes verlo en la editorial y tienda online.        

 

ÍNDICE EN ESTA PÁGINA

60- Desde  Segura de la Sierra.

Hacia río Madera, todo el río hasta las juntas.

Rutas próximo a la aldea de Huelga Utrera.

61- Cueva del Agua.

1- Canto al nacimiento del río Segura.

2- Canto a la niña del río Segura.

3- Canto a la abuela del río Segura.

4- Canto  a la madre del río Segura.

62- Cueva del Aljibe.

Rutas próximo a Pontones,
nacimiento del río Segura.

73 - Ruta del Agua.

74- Ruta de las vistas hermosas.

75 - Ruta a las cumbres.

76 - Ruta  al rincón oculto.

Rutas  próximo a  Bujaraiza.

77 - Aldea de la Cabañuela.

78-  Collado  Serbal.
 

            

60-  Desde  Segura de la Sierra,

hacia río Madera, todo el río hasta las juntas.

Carretera asfaltada. En coche o en bicicleta.

Plaza de Segura de la Sierra desviación a Linarejos 6 Km.

Plaza Segura de la Sierra Fuente Bermeja 8 Km.

Plaza del pueblo Segura de la Sierra Era del Fustal 9 Km.

Era  Fustal desviación Morilla, Huecos Bañares 9, 6 Km.

Era del Fustal campamento juvenil río Madera 7+ 9 Km.

Al Campamento de río Madera 15,8 Km.

Campamento de la Morringa 19,6 Km.

Segura de la Sierra aldea de la Toba 37 Km.

Desviación a las Gorgollitas 46 Km.

A las Juntas del río Segura con el río Zumeta 57 Km.

 

    Mañana fresquita 
de primavera en flor
el viento acaricia,
canta un ruiseñor
y esta vida mía
en su dolor. 

    Al amanecer salgo a la puerta de la casa que por estos días me recoge. Se encuentra esta casa en el mismo corazón del grandioso pueblo de la cumbre. Conozco esta casa, la puerta, la calle que pasa y baja, la fuente de piedra que hay enfrente, el pilar donde el agua se remansa, el caño de hierro por donde mana el agua y la pared donde crecen las plantas rupícolas. Conozco a este pueblo, el nombre de sus calles, las escaleras que la van sujetando para subir o bajar por ellas y conozco a las personas que en las viejas casas viven. No a todas pero hasta conozco el horno donde se cuece el pan y me es familiar el olor que cada amanecer sale de este horno y del rincón por donde se encuentra.  Hoy no me voy a parar en las cosas de este pueblo porque ya lo tengo contado en otro libro que escribir unos años atrás. Hoy salgo de la casa, subo el trozo de calle que termina en la plaza, subo en el coche que ahora puedo usar, arranco y por la carretera que parte hacia el lado norte, avanzo. Enseguida dejo atrás las casas del pueblo y compruebo que desde la plaza a la piscina donde se bañan las personas de este pueblo hay quinientos metros. Enseguida una indicación en la carretera donde se señala que hay curvas en cinco kilómetros. Es esta una carretera casi de alta montaña, muy estrecha y con un asfalto regular.

 

    La mañana es muy hermosa. Fresca, llena de un limpio perfume a bosque de pinos y espliegos y como me acompaña una sencilla música hasta me animo y canto. No canto nada pero canto el estado de mi alma por el momento tan bello que estoy viviendo aunque no estés. Desde la plaza del pueblo al collado donde por la izquierda se aparta una pista de tierra hay tres kilómetros ochocientos metros. Esta pista de tierra no va a ningún sitio concreto. Solo le da la vuelta al cerro que también por la izquierda he dejado y que se llama Fuentecicas, 1341 m. Pero esta pista de tierra roza las tierras por donde estuvo el cortijo de la Zarza, un manantial que se le conoce con el nombre de Tejadilla, otro cortijo más que se llama Hoya Chapinas y por ahí cae hacia el nacimiento del arroyo Nacimiento. Es el que se junta con el río Orcera un poco por debajo de Amurjo. Por este collado pasa la carretera y se viene para el lado izquierdo a fin de esquivar un cerro que se alza por la derecha. Dos señales al borde de la carretera indican que puede haber hielo y que no se puede rodar a más de treinta kilómetros por hora. En este collado por la derecha me queda el nacimiento de otro arroyuelo. Es el conocido por el nombre de arroyo Corazones que lleva sus aguas al río Trujala. Así que discurro por las divisorias de dos vertientes y por eso a ambos lados me quedan dos grandes barrancos. El del río de Orcera y el del río Trujada. Justo por donde nacen estos dos ríos.                    

 

    Unos metros más adelante del primer collado la carretera se viene otra vez para el lado del barranco Trujala. Por este lado y en este punto mismo hay una salida que lleva a la aldea de Moralejos. Una aldea muy pequeña pero muy hermosa que se recoge justo por las tierras llanas de la cañada donde va naciendo el río Trujala. Hoy me encuentro asfaltada esta carretera. A lo largo de muchos años la estuve viendo en una simple pista de tierra. La carretera que voy recorriendo se vuelve a venir para la izquierda para soslayar una cumbre muy rocosa. Por la izquierda se viene la carretera que sigo y por la derecha se va la que lleva a la aldea de Moralejos dejando en el centro la cumbre que he dicho. En lo más alto de esta cumbre es donde dicen estuvo construida la primitiva Segura de la Sierra. Al lugar se le conoce por las ruinas de Segura la Vieja. A cuatro kilómetros y medio desde la plaza del pueblo por la derecha se me abre un agreste barranco. Cae desde la cumbre donde estuvo la antigua Segura y por eso aquí mismo brota agua. La recogieron en unos tubos y le hicieron una fuente al borde mismo de la carretera. La construyeron no hace mucho y la blanquearon. Le pusieron un caño de hierro y por ahí ahora mismo mana un delgado hilo de agua. Es muy bonito este barranco pero en invierno tiene mucha nieve. De las paredes rocosas que me van escoltando por la derecha mana mucha agua. Con las bajas temperaturas del invierno estas delgadas capas de agua se convierten en hielo. En carámbanos que caprichosamente modelan las más originales y bellas figuras.

 

    En un nuevo panel junto a la carretera puedo leer lo siguiente: "Sierra de Cazorla, Segura y las Villas. Orcera, Campamento Juvenil las Acebeas, Campamento Juvenil río Madera y los Negros, Siles, el Yelmo y la Toba". A seis kilómetros justos desde la plaza del pueblo de Segura me encuentro con la desviación que por la izquierda llevaría a Orcera. Es una pista de tierra (ya carretera asfaltada) que se aparta de esta que llevo justo en un collado. Esta pista de tierra recorre la ladera conocida con el nombre de Cuesta del Rey y por el Puerto de Siles se viene para el barranco de Linarejos y por esta ladera sur va cayendo hasta alcanzar el río Orcera y Amurjo. El recorrido de esta carretera es muy bello. Es bastante larga pero los paisajes que recorre son muy bellos. En este punto me encuentro otros paneles con el anuncio del campamento juvenil, lo de la ruta fotovoltaica de la sierra, scout y camping. Por la derecha sigue la carretera que voy recorriendo y que me llevará a la Era del Fustal, a Navalcaballo y desde ahí para el corazón del río Madera. En este mismo punto por la derecha me queda otro letrero más. Hay aquí cuatro tipo de paneles informativos distintos que corresponden a organismo u organizaciones diferentes y también diferentes etapa. Como si se tratara de un a competencia a ver quién lo hace mejor y diferente. Unos los puso la Junta de Andalucía hace mucho tiempo, otros los puso el Ceder, organismo que gestiona subvenciones de la Comunidad Europea para el desarrollo de la zona, otro de estos paneles los ha puesto la Diputación y otro que es muy antiguo.

 

    Justo en el punto de la desviación que he dicho la carretera vuelca otra vez para la cuenca del río Trujala. Por estas partes altas de este río es por donde construyeron la bonita aldea de los Moralejos. Avanzo y a pocos metros me encuentro un cortijo por la derecha al borde mismo de la carretera. Se le conoce con el nombre de los Royos. Algo más adelante por la izquierda me queda un arroyuelo con su caño de agua. Es la fuente de los Royos. Hicieron aquí una fuente para recoger el agua que mana y le pusieron un tubo para que se pueda beber o coger este fresco y limpio líquido. Viene esta agua de la cumbre que me va quedando por la izquierda. Una cresta rocosa con tres puntos que miden 1448,1451 y 1469 metros respectivamente. El agua que mana en esta fuente se la llevan para regar las huertas que por la derecha y algo retirado de la carretera hay. Enseguida por la izquierda un pequeño pilar con su buen caño de agua. Es otra fuente y esta sé que se llama Fuente Bermeja y por ella brota el agua que se almacena en las entrañas de la muralla rocosa que me va quedando por la izquierda y que es Piedra Bermeja. Nunca vi seco este manantial y sí en más de una ocasión al pasar vi coches parados y personas bebiendo. Mana aquí un buen caño de agua muy fresca y pura. Sabe a lo que saben todos los manantiales que brotan en estas sierras pero es más rica. Podría decir que este arroyuelo, conocido con el nombre de arroyo de Piedra Bermeja, es el comienzo del río Trujala, los primeros metros de este río porque en realidad es aquí donde nace y en la Era del Fustal que la tengo a solo unos metros más adelante. La carretera discurre suave, en malas condiciones en cuanto a su asfalto y estrecha. Pero este rincón es de una gran belleza por sus pinares, la muralla rocosa que escolta por el lado norte, el valle que van formando los primeros arroyuelos del río Trujala y la limpieza de sus praderas por entre los pinares.

 

    Estoy en la Era del Fustal y compruebo que desde la plaza del pueblo de Segura de la Sierra a este punto hay 9 Km. Este lugar se llamó en otros tiempos Collar Loboso. Era cuando había lobos en la sierra y también muchos serranos viviendo en ella. En este punto es donde se dividen o cruzan las carreteras. Para la izquierda sale la que lleva la pueblo de Siles por la Peña del Olivar y para la derecha continua la que traigo que lleva al río Madera, a las cumbres del pico Yelmo y desde ahí para Hornos de Segura, Pontones, nacimiento del río Segura y Santiago de la Espada. En este punto vuelvo a leer los distintos paneles que para oriental han colocado al borde de la carretera. Lo mismo que en el cruce que dejé atrás hace un rato. En uno de estos paneles leo: "Ruta fotovoltaica" y ahora recuerdo que esto fue un proyecto que realizó la Junta de Andalucía hace ya varios años y que no sirvió casi para nada aunque lo anunciaron a bombo y platillo por todos estos lugares. Por aquí crece un álamo que al verlo me llama la atención porque compruebo que ya se le están cayendo las hojas. Ya anuncia la presencia del otoño. Los álamos son de los primeros árboles que presienten el otoño.

 

    Sigo por la carretera que continua por la derecha y a seiscientos metros me encuentro la desviación que lleva a los Huecos de Bañares. Es una pista forestal de tierra en buenas condiciones que conozco bien. Si me fuera por ella llegaría a la Nava del Espino, que es nava y casa forestal, al Navalasno por donde nace el río Tus, a la cañada del Saúcar, a Morilla, a los Huecos de Bañares y también a los Anchos por donde vendría a salir otra vez al río madera por la Venta del Pescador. A diez kilómetros doscientos metros me encuentro la casa forestal de Navalcaballo. La construcción queda por la derecha mía según la dirección que llevo y aquí mismo y por el lado izquierdo me queda la fuente. Es un bonito fuente construida de cemento y piedra de cuyos caños a veces sale un chorrillo de agua. Hoy no salen. Por aquí y a lo largo del verano en más de una ocasión he visto manadas de cabras acostadas a la sombra. Lo que hoy me encuentro al pasar es un grupo de hombres algo mayores que se mueven haciendo ejercicios físicos.

 

    Solo unos metros más adelante, 11,7 Km. desde la plaza del pueblo de Segura de la Sierra, por la derecha se aparta una pista de tierra. También la conozco de haberla recorrido en otros tiempos. Si me fuera por ella iría a salir a Dehesa Carnicera, a las laderas norte del gran pico Yelmo, a la Fuente Zamarrilla y por ahí a la aldea del Ojuelo, el Robledo, Cortijos Nuevos y Hornos de Segura. No me voy por ella sino que continúo por la carretera que vengo siguiendo aunque el recorrido de esta pista forestal es de una gran belleza. Atraviesa parajes muy hermosos por estar repletos de pinares, surcados de arroyuelos con abundantes aguas limpias y por discurrir a media ladera entre las cumbres del Yelmo y el valle del río Trujala a lo largo de todo su recorrido se gozan de grandiosas panorámicas. Veo que esta pista en estos días la está arreglando la Junta de Andalucía. A la distancia de 11,9 Km. me tropiezo otra vez con los mismos letreros que he visto por la Era del Fustal. En el panel que puso el Ceder puedo leer: "Está usted en el Parque Natural (borrado) Hornos, Santiago de la Espada, río Madera, el Yelmo, Garrote Gordo". Puedo ver el panel informativo que también ha puesto la Junta de Andalucía, el que puso la Diputación, el que puso Icona y así hasta una buena galimatías. Ya no me asombra encontrarme con estas cosas porque en los pueblos de este grandioso Parque Natural ocurre esto. A veces uno tiene la impresión como si la lucha fuera cada pueblo con cada pueblo porque cada uno defiende y muestra sólo aquello que considera que le pertenece y los demás o desde fuera no se lo reconocen o valora. Y creo sinceramente que esto en más de una ocasión sirve sólo para confundir a los turistas que aparecen por estos lugares que por supuesto no tienen tanta información de las cosas ni necesitan tantos matices. Ellos vienen al visitar y conocer el Parque Natural.

 

    Entonces, a 11,9 Km. por la izquierda me sale la carretera que lleva a río Madera y a los campamentos que en su primer valle hay. Es una carretera estrecha, con un asfalto bastante regular, con muchas curvas y que recorre todo el curso del río Madera desde estos primeros metros por el valle donde va naciendo hasta las juntas con el río Zumeta que es el que baja desde las aldeas de los Teatinos, la Matea y el pueblo de Santiago de la Espada. Por esta carretera me voy. Quiero decir que de todos los paneles informativos que por estos lugares me voy encontrando los que más me llaman la atención son los que hace unos años puso el Ceder. Desde mi punto de vista creo que los instaló con el deseo de significarse y separarse del resto de las sierras que conforman este grandioso Parque Natural. No me gustó aquello en aquellos tiempos ni me siguen gustando todavía. Pero estos paneles informativos ahora me lo voy encontrando muy deteriorados. Pienso que pasará como ha pasado tantas otras veces: los que tuvieron el mando y los dineros decidieron por su cuenta en forma de protesta y como no contaron con la mayoría de los habitantes de la zona con el paso del tiempo las cosas se irán acabando en su propio abandono e indiferencia. Quisieron protestar por la forma en que la administración aquella hizo las cosas y ellos han caído en el mismo error. Como siempre pasa aquí en estas sierras: llegan unos y deciden que las cosas tienen que ser según sus puntos de vista y en cuanto llegan otros deciden que los de atrás se han equivocado y que lo bueno es lo que es lo que ellos traen.

 

    Me encuentro por la derecha las ruinas de un cortijo que se llama Montesinos. A 13,1 Km. por la izquierda se desvía la pista de tierra que lleva a la gran llanura por donde tiene sus primeros nacimientos el río Madera. Es la conocida llanura de la Tiná Chinchilla. También conozco a fondo este rincón y camino. Es una pista de tierra en buen estado que lleva a un bonito cortijo por la izquierda de la llanura de los manzanos. Es una llanura donde en otros tiempos sembraron hortalizas y cereales y que ahora la tapiza un buen matorral de espliegos. Los manzanos todavía crecen al final de esta llanura. Hermosos y verdes, puestos en fila tal como lo sombraron aquellos serranos que ya no están y hasta dan sus buenas cosechas de manzanas. Son manzanas menudas y que al comerlas presentan un sabor ácido y dulce muy agradable. Por la preciosa llanura de este bonito rincón crecen hermosos pinos laricios y se remansan cristalinos charcos de aguas. Por entre todos estos pinares se dan muy bien los níscalos. Los serranos lo saben.

 

    "Estoy por la llanura que he dado en llamar nacimiento del río Madera. Es una llanura muy grande, tapizada de pasto, mejorana, espliego, poleo, perales y algunos ciruelos. Por donde la pista que lleva    al cortijo de las Herrerías cruza el cauce del río Madera, éste lleva un chorrillo de agua. Sólo unos metros más abajo se pierde. Por aquí revolotean muchas mariposas. Por entre la vegetación del río y las flores de los espliegos florecidos. Me he encontrado varias apareadas. Crecen por aquí muchos majoletos ya con sus frutos algo desarrollados. En las aguas de este río hay ranas y renacuajos. Crecen muchos pinos lirios y robles. También descubro algunas matas de endrinos. El espliego que por esta llanura crece es muy sano, con una espiga muy robusta y con un olor intenso. Es una especie de espliego distinta a la que conozco por otros rincones de estas sierras. En las flores de estos espliegos hay muchas abejas y otros insectos que liban el néctar. Las mariposas van de unas matas a otras en bandadas hasta de cinco. Algunas de estas mariposas tienen ya las alas rotas. Se nota que están llegando al final de su ciclo. En cuanto llegue el otoño y caigan las primeras lluvias morirán.

 

    Siguiendo el curso del río por encima del puente hay descubro algunas matas que extrañan. Parece narcisos y también parecen lirios. No tienen flores. Las aguas por este tramo del río discurren muy remansadas. Cayendo la tarde, son las siete y medie del día doce de agosto, se oye el canto de los mochuelos. También he oído varias veces los graznidos de las águilas. Parado entre las matas de espliego que son muchas y grandes pienso que uno aquí se podría pasar las horas solo contemplando y oliendo tan delicado perfume amenizado por el revoloteo incesante de las mariposas. Son de varias especies así como las libélulas y los abejorros. Cuando vuelan en parejas la hembra avanza como con un temblor de alas y en línea recta. El macho o los machos la van siguiendo dándole recortes de arriba abajo. Por entre el bosque de pinos laricios muy jóvenes que crece casi al mismo borde de las aguas y entre las esplegueras también al caer la tarde se van reuniendo los pajarillos. Carboneros y currucas que lanzan sus trinos como llamándose. Hay muchos pajarillos. Estoy descubriendo que en esta extensa llanura existe todo un mundo repleto de vida.

 

    Entre los manzanos y las tierras repletas de espliego también descubro muchos hormigueros. En esta época del año las hormigas se afanan y traen todas las semillas que pueden a su hormiguero. Almacenan comida para los meses del invierno. En la puerta de cada hormiguero hay un montón de cáscaras de semillas y otros deshechos. Al menos cuatro o cinco especies diferentes de cardos he descubierto por esta llanura. Según la voy recorriendo en la soledad de la tarde y acariciado por el viento me resuenan las notas de una canción que nunca oí. No suenan de ningún modo ni por ningún sitio pero yo las oigo. El cortijo que se levanta sobre la ladera frente a la llanura tiene tres puertas. Fue este cortijo vivienda para tres familias. En la parta alta tiene seis ventanas. Abajo tiene cuatro ventanas. En la misma puerta hay una explanada grande y al borde de la torrentera crece un bonito pino laricio. A la sombra de este bello ejemplar he comido y a lo largo de un buen rato he dormido la siesta. Apetece dormir la siesta en un rincón como este, al fresco del aire que pasa, abrazado por el hondo silencio y acompañado por el monótono concierto de las chicharras que no paran. He llegado sobre las tres de la tarde y a las cinco todavía estoy aquí.

 

    He puesto el coche a la sombra del pino, he abierto las puertas y mirando frente al pico Espino donde de verdad nace el río Madera, me he quedado bastante tiempo. Según miro desde este espacio mío tan solitario, hermoso y apartado del mundo veo que por encima de la cumbre del pico Espino se van acumulando algunas nubes blancas. Las hermosísimas nubes blancas de estas sierras recortadas sobre el intenso cielo azul. Puede que esta tarde estas nubes se conviertan en tormenta que descarguen agua o granizos por estas sierras. Ya han caído algunas gotas y las nubes se van acumulando con negrura cada vez más densa. Me gustaría mucho que lloviera. Es uno de los más hondos placeres para mí: gozar de la lluvia en medio de los bosques, barrancos y montañas de estas sierras. Me gustaría que esta tarde se formara una tormenta y descargara. Este cortijo es conocido por la Tiná Chinchilla, la llanura se le conoce por los llanos de las Herrerías y también por la Cañá de la Tiná de Chinchilla. El Coto de las Herrerías y el cortijo también con el mismo nombre están algo más adelante. El vivero Montesino está antes de llegar a la Tiná Chinchilla. Y al final de este carril hay un chalé. Desde este silencio tan singular y esta soledad mía te recuerdo. También me gustaría que estuvieras y me regalaras el tono de tu voz y la belleza de tu presencia. Me gustaría mucho pero sé que este deseo es el sueño más imposible. Pero aun así dejo aquí escrito que en todo momento estás en mi mente y como siento dolor creo que las cosas tiene una belleza especial precisamente por eso.

 

Una tarde azul,

de aire fresco y sol de verano

estoy solo en el rincón de tus sierras

y aunque no estás

te recuerdo y te quiero.

Para ti mi pensamiento.
 

        El otro día me contaron algo que por primera vez he oído. Me dijeron que si ahora en el mes de agosto o primero de septiembre descargan las tormentas allí donde se acumulan los granizos nacerán luego muchos níscalos. Y donde los granizos se amontonan más, como tardarán más tiempo en derretirse la humedad se acumulará en la tierra y por eso justamente ahí es donde nacerán más níscalos". 

 

   El primer campamento de río Madera se me presenta por la izquierda pegado al cauce del joven río y lo tengo a 14 Km. del pueblo de Segura de la Sierra. Solo un kilómetro más adelante por la derecha me queda el cortijo Montero. Una bonita construcción serrana con sabor a rancio porque es  un cortijo viejo. Aquí mismo y muy cerca de la carretera crece un magnífico ejemplar de pino laricio. Siempre que pasé por este punto me llamó la atención por su grandioso porte. Por detrás de este cortijo y ladera arriba crece un singular bosque de pinos laricios todos de tronco resto y blanco y de porte señorial. Son ejemplares muy hermosos. Por entre estos pinos nace un manantial y en la tierra crece poleo. Las gallinas corretean por entre el pasto y la hierba.

 

    Por la izquierda y entre el cortijo y el río queda una gran llanura de tierras buenas. En otros tiempos estas tierras fueron huertos. Hoy ya no las cultiva nadie. Siempre que pasé por aquí me llamó la atención esta preciosa llanura donde solo algunas veces he visto sembrado maíz, patatas y habichuelas. Algunas veces me paré en este cortijo por si encontraba alguien en él para preguntarle cosas de los rincones de por aquí pero nunca tuve suerte aunque sé que todavía está habitado. La llanura este verano está sembrada de cereales. Sólo unos metros más adelante el campamento por la izquierda. Es el campamento de la Junta de Andalucía llamado de río Madera. La distancia desde el pueblo de Segura es de 15,8 Km. La carretera sigue discurriendo por la suave tierra de las riberas del río y enseguida un cruce. Por la derecha se aparta un ramal de carretera que lleva a la aldea del río Madera y desde ahí a la Cumbre por donde discurre la carretera que lleva a Pontones y a Segura de la Sierra. Hasta este punto y desde el pueblo la distancia es 18,5 Km. En los paneles que por aquí hay puedo leer lo de la ruta fotovoltaica, bar restaurante río Madera y lo que puso el Ceder que casi todo está roto. Por la parte de abajo la pintura se ha descascarillado y en otros sitios lo han borrado. Quiero decir que el rincón por donde se asienta la bonita aldea de río Madera es muy bello. Cerca del cauce del río y al borde mismo del arroyo Canales. Conozco bien este recogido rincón.

 

    Solo unos metros más y enseguida la carretera cruza el puente del arroyo Canales. Por aquí se tupen las zarzas y en las tierras llanas que fueron huertas en otros tiempos ahora libremente crece la hierba. Por la derecha y en la llanura un caballo amarrado a su estaca. Es un caballo negro, gordo y con un brillo especial en su pelo. Me paro y durante un rato me dedico a curiosear por estas tierras. Las moras todavía están verdes. Crecen por aquí varios ejemplares de pinos laricios muy hermosos. Hay  un cortijo que me lo encuentro cerrado. Por la parte de arriba le entra una acequia que es la que en otros tiempos traía el agua desde el arroyo Canales para regar las tierras por donde hoy pasta el caballo. Hay por aquí membrillos, nogueras, por las laderas los pinos laricios y por el arroyo las zarzas. Hay aquí en este arroyo y a lo largo del río Madera una especia de zarza que no la he visto yo nunca en estas sierras nada más que aquí.

 

    Por aquí está el cortijo del Peñón, el cortijo del Cardador, la aldea de río Madera con la iglesia, el restaurante, el supermercado, la casa forestal de río Madera, Loma de los Rebozos, el Carillón o Cerrico del Reloj por donde está el cementerio de la aldea de río Madera, el Calarejo, el Barranquillo, Huelga las Vigas, también el cortijo Huelga de las Vigas, Praos de la Mesta por donde hay algunos cortijos y donde vivieron varias familias con cinco, seis, siete y hasta diez hijos.  Un cortijo que también se hundió por ahí se llamaba la Tejera. La familia que vivió en este cortijo tuvo diez hijos a todos los crío nada más que con lo que les sacaban a la tierra. Tenían vacas, ovejas, cabras y tierras que sembraban. Por estos rincones ahora casi no hay nadie. En los meses de julio y agosto sí hay por aquí más personal pero en cuanto se pasan estos meses estos rincones se quedan casi solos. No habita por aquí nadie. Según dicen algunos del lugar los montes están perdidos, no se permiten ovejas ni vacas y por eso no hay trabajo para nada.

 

    A 19,6 Km. me encuentro el campamento de la Morringa. El nombre lo han tomado de  un cortijo que desde tiempos lejanos se llamó de la Morringa. Ya más adelante otro cortijo se llama de Mesina. La carretera que recorro siguiendo el curso del río en este punto se ha retirado bastante para salvar el arroyo que llega por esta derecha mí y luego se acerca otra vez al río. Una pista de tierra que se aparta por la derecha y que lleva a   los cortijos de Romaguillo, cortijos del Sesterohono, cortijo del Canalón, Torcales del Zorro y cortijo de los Asperones. Esta pista se une a la carretera que desde la aldea de río Madera sube para la Cumbre. La entrada al camping de Garrote Gordo. A 24 Km. una fuente por la derecha con su buen caño de agua. "A las doce de la mañana me he parado donde la carretera cruza el río Madera para irse al otro lado. Por donde se levanta la Venta del Pescador y discurre el arroyo de los Anchos. La que fue Venta del Pescador porque ahora ya la han quitado. Por lo menos en estos días no existe. El puente es muy bonito, está rodeado de espesas alamedas, por la derecha según se baja le entra al río un arroyo con mucho agua. Es el arroyo de la Nogueruela que viene  del cortijo la Nogueruela y del pico Calarejos. Hay por aquí bastantes edificios. Algunos están reconstruidos y otros no. Miro y por donde el río Segura se junta con el río Madera descubro muchas nubes muy densas y muy negras. Puede llover hoy y me gustaría.

 

    El río Madera por aquí lleva hoy mucha agua limpia y fresca. Es un rincón este muy bonito. Antes de cruzar el río según se baja hay un edificio que tiene apariencia de casa forestal. Pero sé que hace años estos fueron las escuelas. Por aquí mismo se aparta una pista forestal de tierra que lleva a la aldea de Cabeza Gorda. Otra de las casas que veo por aquí en otros tiempos fue una venta y también hubo un molino. Entre la carretera y el río, entes del puente, muchas tierras que en otros tiempos fueron huertas. Hoy no están sembradas.

- Aquello que se ve allí se llama la Venta del Ché. En otros tiempos el camino que llevaba a Segura de la Sierra pasaba por aquí. Por la misma puerta de la venta que te he dicho. Todo esto era el camino real. Iba y va casi por donde ahora la carretera. Además de los rebaños de ovejas, cabras y vacas por aquí iban los arrieros con los burros cargados de madera, de trigo, de aceite, de lo que tuvieran que llevar.

 

         Eso de ahí enfrente era el molino de la Chica. En él se molía trigo, centeno, maíz, cebada, garbanzos y todo lo que se necesitara. Se movía con el agua del río. La piedra que se ve ahí nosotros siempre le hemos dicho la Piedra del Molino. Luego está Hoya Honda que está detrás del molino, la finca que tiene el molino se llama el Sargatillo, por este lado tenemos el Pedroche que es ese cortijo que se ve, este otro es el cortijo de Jacinto que fue del abuelo Paco que se lo cambió a Manuel de los Regazos.    Al cortijo verdadero le decían Machaca que es más antiguo todavía. Ahí también había taberna pero esto hace más de cien años. Ese es el arroyo del Prao la Empinara. Por debajo  del cortijo del tio Machaca hay otra construcción que se llama   los cortijos. El otro arroyo de allá es el de Torno que nace entre las Seteras y el recó de las Moreras.

 

    La casa esta que se ve junto a la carretera le decimos el Barrancón. Es de cuando hicieron la carretera. Las escuelas son las que hay al lado que las construyeron en el año 1959. Entonces había por aquí mucha gente. El nombre de la Venta del Pescador se lo he puesto yo. Venía un hombre por aquí a pescar y por eso me dio por ponerle ese nombre. Frente está la venta de la Justa que era la madre de Gallineta. Más abajo está la Venta de Rampia y la Venta de la Sofía que era donde verdaderamente se vendía. Más abajo estaba el Hoyado que también vendía que era de la abuela Sofía. Frente a Huelga Utrera estaba la Venta del Tío Benito, cerca está el molino, el cortijo de Arrancapechos era también de la abuela. Ella era la dueña de toda la finca esta. Del Prao de la Presa río Madera arriba tenemos la Laguna, que se llama así porque en una ocasión hubo un desprendimiento de tierra y se tapó el río y por eso se formó la laguna. Había ahí un cortijillo de uno que le decían el Colorao. El Colorao se lo vendió al Patrimonio Forestal. Seguimos y nos encontramos con arroyo Maguillo de Abajo y de Arriba. Seguía el camino y llegaba al Collao de los Asperones a dar a la carretera de la Cumbre a las faldas del Yelmo, al cortijo de las Gallinas y de ahí a Cortijos Nuevos. Esto primero que se ve es la Umbría de Cabeza Gorda, el cerro está en lo alto y al otro lado están   los cortijos de Cabeza Gorda. En la Tobilla y los Pinares también hay casas".  

 

    A la distancia de 26,6 Km. de Segura de la Sierra cruzo el río y lo hago por un pequeño puentecito de los de aquellos tiempos. Este es el conocido Prao de la Presa. A partir de este punto la carretera discurre por el otro margen del río y por terrenos bastante suaves. Como si descendiera en un juego divertido con el curso del río, sus riberas, sus álamos y las huertas que todavía labran y siembran por aquí algunos serranos. Una construcción que se llama el Molinillo. Es aquí donde se encuentra el Prao de la Presa. Y por aquí me voy encontrando la Venta del Pescador que ya ha dejado de ser venta al menos por este verano, la venta de Rampia y otras construcciones que alquilan a los turistas. Justo a 26,7 Km. la carretera cruza el arroyo de los Anchos y por la izquierda me queda la desviación. Siguiendo este trazado que hoy me lo encuentro asfaltado se llega a la aldea de los Anchos y algo más arriba Prao Maguillo y Cañada del Saúcar.

 

    Unos metros más y me encuentro con otro arroyuelo que se le conoce por arroyo Blanquillo. Por aquí hay algunas casas que también alquilan a los turistas. Al comienzo de esta arroyo queda la Fuente del Pino y más elevado la Cuerda del Mosco. Al Frente el Cerro de la Misa y una agreste ladera que cae hacia el río. La carretera remonta un buen puntal y luego baja mucho buscando otra vez pegarse al río. A 30,4 es donde la carretera baja mucho en busca del cauce del río. Creo que este tramo es de los más hermosos en todo el recorrido de este río Madera. Son todos hermosos pero estos parajes asombran. Cruzo un arroyuelo y por la izquierda me queda un chorrillo de agua deslizándose por una teja. Aquí me paré a comer el otro día. Por aquí cerca queda el cortijo de Arranca pechos. La gran cumbre del Calar del Pino queda por la izquierda y por la derecha monte de Cabeza Gorda por donde se asienta la aldea con el mismo nombre, cortijo de los Fresnos y molino de Arranca pechos. Al gran barranco que va atravesando la carretera se le conoce con el nombre de Barranco del Goterón.

 

    Los terrenos por donde se recoge la bonita aldea de Huelga Utrera me los voy encontrando a 32 Km. desde Segura de la Sierra. Venta del Santo, un peladillo muy blanqueado con su chorrillo de agua, las ruinas de cortijos abandonados y otros reconstruidos para recreo. Ya estoy frente a las casas de la aldea de Huelga Utrera que me quedan al otro lado del río y junto a las aguas del Segura. Aquí es donde el río Segura se junta con el río Madera. Un rincón realmente hermosísimo. Y me encuentro la desviación para llegar a esta aldea a 33 Km. justo y por la derecha. Ya es por debajo de las juntas. Huelga Utrera es una aldea muy bonita. La describo bien en mi libro "El Pueblo de la Cumbre". Solo unos metros más y una fuentecica y toma de agua para incendios que fue construida por Icona.

 

    Por aquí el terreno casi se torna llano por las riberas del río que ya es el Segura y la vegetación es muy espesa. Por la izquierda me queda el Risco del Engarbo y por la derecha la impresionante umbría de Despierna Caballos. Por la derecha me va quedando una tiná con sus álamos y sus tierras de cultivo. Las ruinas de lo que fue un puente romano quedan por aquí cerca. Algo más adelante también por la derecha presencia de  un cortijo grande que se llama del Labrador. Por aquí ya la altura sobre el nivel de mal es de mil metros poco más o menos. Los dos ríos fundidos en uno me van quedando por la derecha y una gran espesura de álamos me dan compañía. Ya estoy 35 Km. de segura de la Sierra. Este rincón es muy bonito por la gran belleza que las laderas y las cumbres dibujan. Hoy y por aquí el río lleva mucha agua.

 

    Campamento Juvenil la Toba y me lo encuentro a 36 Km. de Segura. Miro y hoy me lo encuentro vacío. Nadie acampa en él. ¿Por qué será? Un poco antes de llegar a la aldea de la Toba las tierras que a un lado y otro se acurrucan junto al río se van ensanchando y se tornan cada vez más llanas. Crecen por aquí muchas nogueras y este verano me las encuentro muy repletas de nueces. Por la derecha la desviación para la aldea de la Toba y es a 37 Km. de Segura de la Sierra. Por aquí me encuentro varios paneles informativos. Para la derecha todos: Fuente del Esparto, Casicas del río Segura, Embalse de Anchurica, las Gorgollitas, arroyo de Quesadas, Paralelos, el Tornadizo, Miller, las Juntas y Yeste. Para la izquierda: río Madera. Sigo mientras voy gozando al otro lado del río y algo elevada sobre la ladera las blancas casas de la Toba. No me paro ni habla de su manantial bajo la roca y su abundante agua cristalina y fresca. El cauce del río se hunde en el terreno la carretera se aleja de él por entre pinares y arroyuelos.  un cortijo por la derecha y lado de debajo de la carretera donde me paro porque veo que hay personas. Pido permiso, me acerco, están sentados en la puerta y a la sombra de la parra, junto a un buen montón de tabaco verde extendido en el suelo para que se seque. Los saludos y les pregunto por los nombres y algo más.

- el cortijo de las Anchurica de siempre ha sido este. Cuando hicieron el pantano le pusieron el mismo nombre.

- ¿Y este arroyo?

- Su nombre es arroyo o barranco de la Carrasquilla. Los montes que sobresalen le dicen la Loma del Calar del Pino. La casa de la Malea está por ahí, por donde los pinos esos se llaman la Alberca, el Banal, los Paulinos, la Fuente del Esparto, el Haza, las Casicas viejas y las nuevas. Aquello que se ve enfrente es la Cueva de los Aguijoneas, el Collar, la Era de las Cuevas, el Taragallo, el Chaparral, el Vado los Grillos, los tres Puentes, el puente del Rincón, el Salto del Moro, el Higuerón.

- ¿Y en lo que ahora cubren las aguas del pantano?

- Por ahí estaba el Molino del Robledillo, el Trapicheo, el Higueral, Huelga de las Parras, Huelga del Majano, el Ranchal, la Fuente del Osico.

 

    Me regalan una ristra de tabaco verde y los despido. Desde el pueblo de Segura hasta este cortijo hay 44 Km. En el día de hoy el sol cae quemando. Son las primeras horas de la tarde. Las chicharras desgranan sus cantos sin parar. Continúo la ruta y ahora la carretera se eleva sobre la solana por donde se asienta las aldeas de las Gorgollitas, la Carrasquilla, el Paralelo, el Madroño y Peguera del Madroño. Al llegar a la desviación que por la izquierda se aparta para las Gorgollitas dudo porque qué trazado seguir. La desviación parece ser la carretera buena y, sin embargo, no la principal es la que gira un poco para la derecha. Por ella sigo. Desde segura de la Sierra hasta este punto hay 46 Km.

 

    Unos metros más adelante por la derecha me encuentro un bar. En su puerta leo el nombre. "Bar Chacón". Es un respiro en la larga ruta porque en todo este recorrido es el único lugar donde poder tomar una cerveza. La aldea del Paralelo me queda sólo un kilómetro más adelante. En el Km. 48 de este recorrido. La carretera traza una curva para la izquierda y se mete en una hondonada para cruzar el cauce de un arroyo. Es el conocido por el arroyo de la Hila que baja desde el Puntal de la Misa, pasa por las Gorgollitas y se une al río Segura por debajo del muro del pantano. Unos metros más adelante me sale la desviación a Peguera del Madroño. Hasta este punto son 51 Km. en el recorrido que vengo haciendo. El trazado de la carretera se torna algo recto y por la izquierda me sale la bonita fuente de los Cuatro Caños. Hoy también salen llenos de agua fresca y limpia. Me para y bebo. He recorrido 52 Km. Desde este punto se va complicando por la estrechura de la carretera y sus muchas curvas. Los paisajes siguen sorprendiendo por su belleza, sus tonos verdes, los arroyuelos con sus chorrillos de agua y las riberas del río Segura que acompaña por la derecha. Me encajo en la misma fuente de las Juntas. Y hasta este punto y desde el pueblo de Segura de la Sierra son 57 Km. Por aquí me encuentro un grupo de hombres. Son los llamados retenes contra incendio. Aquí mismo y una vez pasado el puente sobre el río Segura se aparta la carretera que lleva al pueblo de Miller.

 

            Con el Pastor. 

           Me dice que nació y se crió en los Huecos de Bañares y que cuando vino la guerra civil los animales que tenían se los quitaron. En esta tarde de agosto me lo he encontrado junto a la carretera con su rebaño de ovejas. Las ovejas ya suben por entre los pinares hacia lo más elevado del monte donde tienen su majada. Ahí duermen todas las noches en estos meses de verano.

- Estamos en las mismas ruinas  del cortijo Montesino. Ahora ya no vive nadie aquí pero en otros tiempos sí vivió una familia. Lo que sigue se llama la Solana Montesinos. Algo más abajo está el vivero que tiene el mismo nombre. Por aquí está la linde de la Dehesa y de los Pinares. Toda esta vega es la Cañá de Montesinos. Al cerro de la Chaparra es a donde van a dormir las ovejas y que está por encima  del cortijo Montesinos. Más allá está la Cañá de los Linderos, las Mojoneras que lindan con la Dehesa de la Carnicera. Son los términos de Orcera y Segura.

 

          Las ovejas remonta para las partes altas del monte y nosotros nos venimos para las llanuras de los pinares. Antes de la llanura un rincón que se llama Risca de la Nava. La nava es la que le da nombre al todo el terreno conocido como Navalcaballo. Es justo por donde la carretera que lleva y recorre río Madera se aparta de la que desde la Era del Fustal lleva hasta el Puerto de la Cumbre y a Pontones.

 

    - Esto, ya verás. El agua se mete desde la llanura y no pasa por aquí.

Dejamos la carretera y por entre los pinares andamos. Llegamos al borde de una gran dolina, lo que aquí en la sierra llaman "Sorber". Las aguas y las nieves que se acumulan en la llanura de la nava ni tienen salida natural ni hacia la vertiente del río Trujala ni para el río Madera. Se encharcan y con el tiempo el terreno se ha ido hundiendo y ahí se ha formado una gran dolina. El agua se filtra y no corre superficialmente sino subterránea. Casi me lleva de la mano y al borde de la dolina nos paramos. Me pide que la mire.

- Esto se llama los Sorbiere. Aquí mismo hay un sorber que se mete el agua por ahí no sale fuera. Aquí hay otro. Todo esto es la Nava del Caballo. Estas tierras de la nava la sembraban en otros tiempos. Luego la repoblaron de pinos y cuando ya expropiaron las tierras se dejó de sembrar para siempre.

 

        Las tierras llanas de esta gran nava son las divisorias de las dos grandes cuencas. Para el norte cuenca del Guadalquivir en el río afluente que por aquí se llama Trujala y para el lado sur la cuenca del río Segura en el río afluente que se llama Madera. Nosotros nos movemos por la raya de la cumbre que es divisoria de las dos cuencas.

- Si nos meamos aquí las aguas se van para el río Segura y si nos venimos dos metros para acá las aguas corren para el río Guadalquivir. ¿Qué te parece?

- Lo que me gustaría es que me dijeras dónde está el caballo que le da nombre a esta nava.

- Ya estamos en la casa forestal de Navalcaballo. Si nos ponemos mirando para Segura de la Sierra el Caballo nos queda a la derecha y en lo más alto de la cuerda que nos corona. Ese terreno es el caballo de toda la vida y es porque se forma como una loma que tiene figura de caballo. Como más abajo tenemos la nava ¿pues qué nombre le íbamos a poner a la nava? Nava del Caballo que luego se ha ido juntando y se ha quedando en Navalcaballo.

 

    Por la casa forestal de la Laguna.      

    En el mismo cauce de río Madera, unos metros más arriba del puente Prao de la Presa, está la casa forestal de la Laguna. Se le conoce a este rincón con el nombre de la Laguna por un movimiento de tierra que hubo y dejó taponado el río y por eso se formó la Laguna. En esta tarde de agosto el cielo se ha cubierto de nubes espesas y negras y ha comenzado a llover. Nada más caer las primeras gotas de lluvia el viento se ha llenado de un delicioso perfume a tierra mojada. Es el perfume de los campos en el otoño. Entre la carretera y el río es donde levantaron este edificio. Son dos edificios separados. La más grande por la parte que mira al río tiene seis ventanas y por delante tiene una puerta con un porche. El edificio menor tiene también su chimenea y su porche. La mayor parece como si hubiera sido la casa de los ingenieros. Las cuadras están separadas. Era una casa muy bonita construida de piedra y junto a las mismas aguas del río Madera. La que está en el centro, la más pequeña, está abierta. Tiene su tejado todavía, su horno, su habitación, su cuadra y su camarilla. Hay aquí trastos viejos. Las puertas están abiertas. La que está más separada tiene un candado cerrando.

 

    Por aquí cerca crecen algunos ciruelos, de ciruelas blancas y amarillas y algunas ya están para comérselas. Por la parte de atrás cerca corre el río. Crecen cerezos y membrilleros. Llueve y el rumor de las gotas cayendo sobre las hojas de bosque es muy agradable. Uno de estos cerezos está cargado de fruta. La tormenta viene río Segura arriba y para las cumbres por donde nace este río. Hay cuatro troncos de pino que sirven para asiento. En uno de ellos me he sentado y son las cuatro y media de la tarde. Quiero gozar de esta lluvia y este rincón de la sierra aunque sea en la misma soledad que siempre me acompaña. Truena y llueve. Dije hace unos días que sentía ganas de una nueva experiencia de tormentas en esta sierra y ahora mismo la estoy teniendo. Ya hace tiempo que no puedo gozar como sí años atrás. Pero hoy tengo un dolor en mi corazón que me hace ser distinto. El cielo se ha cubierto por completo y mansamente cae la lluvia. Estallan los truenos y la oscuridad aumenta. Me siento bien y soy feliz porque estoy gozando de lo que más me gusta en este mundo pero me faltas. Ahora mismo te recuerdo en este tranquilo y escondido rincón de la sierra. Me falta un abrazo y un beso y al no tenerlo ni hoy ni ayer ni desde hace mucho más grande es mi necesidad.

 

    La tormenta de una tarde de agosto.     

    Ya cayendo la tarde, a las siete, estoy llegando al pueblo de la Cumbre desde el lado de Segura la Vieja. La tormenta se ha extendido por todos estos barrancos y cumbres y por donde se muestra con más fuerza es por el lado del pico Yelmo. Entre este monte y la carretera que recorro se abre el gran barranco de la cuenca del río Trujala. Las espesas nubes negras cubren densamente y de ella surgen los rayos y los truenos. Según recorro la carretera en este regreso mío voy mirando para gozar del espectáculo que la naturaleza me regala y de pronto veo el fuego de un gran rayo. La culebrina chispeante recorre todo el corazón de la negrura de la nube y luego abre una senda brillante clavándose en la misma cumbre del Yelmo. Tiemblo paralizado por tan hermoso espectáculo y al mismo tiempo me felicito por la suerte que tengo. El trueno estalla y retumba por los barrancos y las laderas que me van quedando por la izquierda. Arrecia la lluvia y el viento zumba con fuerza. La nube descarga su mar de agua y la sierra se llena de una extraña y hermosa vida. La naturaleza me regala con una emoción única y dulcemente excelsa. Por lo que puedo observar desde la carretera que voy recorriendo toda la gran sierra se ha cubierto con la espesa nube negra. Es una tormenta con mucha fuerza y el que se dé en esta precisa tarde de agosto me gusta mucho.

                                   

    Antes de llegar al pueblo donde voy a terminar mi ruta me he parado. Me he salido del coche y he dejado que la lluvia me caiga y el viento azote mi cara. Es delicioso y por eso me digo que ningún otro regalo me podría hacer más feliz. Frente a la impresionante figura del monte Yelmo me extasío mirando. No sé ni qué siento ni tampoco sabría qué decir pero en mi corazón y alma noto que esto me gusta. Me siento bien y soy feliz. Como tantas veces, días meses y años estoy solo en el centro de un universo de bellezas hondísimas. Estoy solo y aunque soy feliz por la caricia que me regala la naturaleza que amo te necesito. Te echo de menos y por eso hay un dolor fino en mi alma. Un dolor que no se me calma sino que aumenta cuanto más es la belleza que me regalan los bosques, las cumbres, las nubes, la lluvia y el viento. Te echo de menos y así lo digo en esta tarde tan original con el cielo de tus sierras cubierto por las nubes y las cumbres tapadas por las nieblas. Durante un rato dejo que la lluvia me empape. No me importa mojarme. Quiero mojarme. Quiero que el viento se rompa en la piel de mi cara y en todo mi cuerpo. Quiero que esta tormenta me empape mientras los rayos caen sobre la cumbre del Yelmo. Es muy hermoso este espectáculo. Cae otro rayo por donde la casa forestal de Navalcaballo y el trueno retumba por los barrancos. La nube está por completo encima. Te la regalo aunque no estés ni lo sepas nunca. Pero te regalo este momento tan bello desde esta soledad mía y la lluvia que me empapa. Sé que no hay ni puedo hacer ninguna otra cosa mejor en esta vida mía y en este suelo. Que lo bendiga el cielo si es que le parece bien. Te quiero aunque no estés.

 

DOS RUTAS PRÓXIMO A LA

ALDEA DE HUELGA UTRERA

 

           61- CUEVA DEL AGUA.          

           La distancia.

           Arrancando desde las mismas casas de la aldea y siguiendo fiel el camino que discurre por el cauce del río Segura arriba, la distancia a recorrer es de unos tres kilómetros ochocientos metros. Si subimos a la aldea de Poyotello, hay que añadir casi un kilómetro más.

 
 

Miro al  horizonte

desde mi rincón,

tras la cumbre

el corazón

te adivina fuente clara

y prado en flor.
 

        El tiempo.

    Como en todo momento vamos subiendo, aunque no demasiado porque el desnivel a salvar no pasa de los doscientos metros, el tiempo necesario para recorrer esta ruta, llega a la hora y media o dos horas. A la vuelta será menos porque resulta más cómoda la bajada. Pero como los paisajes son tan bonitos, los descansos para gozar despacio los rincones, pueden hacernos gastar algún tiempo más en recorrer esta ruta.

 

            La fragancia eterna.

           Cuando me despierto, me digo que hay que ver con qué fuerza, las cosas en aquellos tiempos, se me quedaron dentro. Y lo digo porque ni siquiera por la noche cuando duermo, dejan de agarrarme y gritarme con la misma luz y belleza de lo imperecedero. Una prueba de esta realidad que estoy diciendo, se me representa esta madrugada ya a punto de despertarme y entrar otra vez al mundo de lo concreto pero por un instante, veo la gran cascada del bosque espeso con su arroyo de agua clara corriendo señorial por el mismo cauce y veo la senda vieja que sube desde el valle y trazando zigzags, se remonta y quiere coronar a la preciosa llanura del primer venero.

 

           Suben por ella, ahora pista forestal de tierra, dos coches de los modernos y yo, como ahí estoy presente, de entre el bosque y el gran peñón que siempre fue centro, elevo mi ser que ahora ya no es cuerpo y cruzando la brisa de la mañana como en un dulce vuelo, remonto por delante de los coches y rozando la copa de los fresnos, recorro la ladera hasta el mismo corazón de la llanura del silencio. Y recuerdo yo ahora que mientras venía hecho luz y abarcándolo todo con mi gozo y pensamiento, me decía que a pesar de tanto, nadie ni nada logra arrancarme del rincón que tanto quiero y menos logran echarme del perfume que en la mañana y en mis campos, de Ti me sigue impregnando y me da tu rotundo beso.

 

 

    62- CUEVA DEL ALJIBE.       

    La distancia.

    Desde las mismas casas de la aldea hasta la cueva clavada en la ladera y subiendo por la senda que arranca en la misma curva de la pista, son unos ochocientos metros. A la mitad se reduce esta distancia si arrancamos no desde la aldea sino desde la curva de la pista forestal.

 

                               

Por las noches te sueño

y mil veces apareces,

prado, arroyuelo,

fuentes cristalinas

refrescando mi pecho.

    El tiempo.

    Si desde el primer momento cogemos bien la senda, no se tarde más de quince o veinte minutos y la subida o más bien el desnivel a salvar, es de unos cuarenta a cincuenta metros. De todos modos, si no estamos algo acostumbrados a caminar por sendas de montaña, el tiempo en subir puede ser algo más.

 

    El camino.

    Hasta llegar a la curva o en todo caso, a las casas de la aldea, lo que recorremos es una pista forestal de tierra aunque en buenas condiciones. Si regresamos para coger la senda, el primer tramo, cortica, va por la misma pista. Ya en la curva, la senda que nos llevará a la cueva, es entrechoca, de tierra y como va ciñéndose a la ladera, discurre cortando arroyuelos o remontando pequeñas elevaciones del terreno. En todo momento se presenta bien de andar, excepto en los últimos metros que tiene que remontar algunas pendientes para acercarse al rincón que vamos buscando.

 

           El paisaje.

           Corto es este recorrido pero no por eso carente de belleza y menos, de paisajes bonitos donde los haya. Arranca de entre unas zarzas que si fuera en otoño, siempre ofrecen exquisitos ramilletes de moras. Por aquí cerca crecen también algunos endrinos y en cuanto remonta, nos sitúa sobre el surco del río Segura, ahora ya fundido con el Madera. Al frente, hacia las cumbres que coronan por la derecha y para las profundidades que se traga al río, la vista sobre los paisajes, son de ensueño. Quizá sea la emoción que transmiten los sencillos paisajes que vamos recorriendo, casi lo más interesante de esta ruta. Las nogueras nos salen al paso según avanzamos por la senda y de vez en cuando, los trocico de tierra donde en aquellos tiempos, los serranos tenían sus huertecicos. Casi en todas las horas del día nos da el sol de frente y el aire que del río sube, siempre corre puro y fresco.

 

    La fragancia eterna.

    Hay sentimientos, imágenes y recuerdos que de tanta vida como tuvieron en el día de su nacimiento, se quedan latiendo claros y pasan a ser eternos. Y lo digo porque en más de una ocasión, a mi mente acuden los fragmentos de aquellas vivencias íntimas, con la fuerza y frescura del primer día y siempre gritando belleza y de Ti, dándome tus besos. Y entre tantas, unas de estas imágenes, es la del cerro de los acebuches que baja largo y excelso desde el lado de las encinas grandes y el caudaloso venero por donde en aquellos días, al salir el sol, siempre iba la manada de cabras saltando por los romeros y llenando los peñascos de las partes altas y volcando hacia el barranco por donde crecen las madroñeras de los troncos gruesos.

 

           Y bien recuerdo como besado por los primero rayos del sol, yo siempre me camuflaba por el lado que mira al gran valle y desde abajo ¡qué grandiosa era mi manada, alegres ellas y de ensueño, derramada por la inclinación de la ladera que cae larga y espléndida desde los veneros del barranco! Por eso decía al principio que las imágenes de aquellos días, hay que ver cómo quedaron temblando en el universo de la eternidad y hay que ver cómo gritan, desde Ti, quemando y aunque el tiempo sepulte tanta realidad, ellas surgen y viven con la fuerza de lo amado y delicadamente bello.

 

POR DONDE NACE EL RÍO SEGURA.

 Cuatro rutas, en torno a Pontones

           en versión simplificada del libro.

 

           El contenido recogido en las páginas de este libro, corresponde a la estructura de varias rutas en torno a los pueblos de Pontones. Paseos tranquilos, literarios si se gozan desde el libro, para recrear a fondo e ir empapándose de las mil sensaciones que bajan por las laderas, surgen de los valles y desprenden las corrientes.  Una forma sencilla, quizá nueva pero hondamente humana y bella de abrazar  los paisajes de estas sierras.  Porque para mí, no es la cantidad, sino la calidad, lo que sacia el alma y eleva el espíritu.  Pero como el contenido de estas páginas quizá resulte largo y un poco pesado para leer según se va caminando, por si a alguien le puede servir y gustar, pongo a continuación esas mismas rutas en su versión simplificada y lo más parecido a las rutas de las guías para turistas. 

 

           73 - Ruta del Agua.      

           Tarde del primer día.       Para hacer andando.

           Distancia aproximada:       5 kilómetros ida y vuelta.

           Tiempo aproximado   :       4 horas.

           Dificultad aproximada  :     Casi ninguna.

 

           Que comienza por entre las casas y calles de Pontón Alto, se va río Segura arriba, pasa por las tres aldeas de Fuente Segura, llega hasta el nacimiento, baja por el ramal de carretera asfaltada y al pasar el Collado de las Minas, se mete por el viejo camino que corona la Tiná de la Abuela, baja por la ladera que hay frente a Pontón Alto y viene a morir justo en la pequeña plaza del Pajarete.  Donde se celebran algunas de las fiestas del pueblo, se sientan los mayores a tomar el sol, lavan las mujeres en el viejo lavadero de aquellos tiempos y corre la fuente con el grifo de hierro. Será de larga tanto cuanto queramos y el tiempo en recorrerla, lo mismo. En una tarde se hace bien pero mejor es emplear el día entero para gozarla despacio y llenarse de aquello que en el fondo vamos buscando. He llamado a esta ruta del agua, por ir en todo momento, acompañada de la corriente del río, de los manantiales que por su orilla van brotando y como broche final, la gran fuente del Nacimiento.

 

           Los detalles.

           La observación detenida de las casas y callejuelas del pueblo de Pontón Alto, lugar donde arranca esta ruta, nos llenará de sencillas y limpias emociones. Las calles se adaptan a la ladera del cerro y suben o bajan, unas veces escalonadas y otras en rampa. Organización curiosa y llena de encanto por los paisajes que al fondo, en todo momento vamos contemplando, con los cauces del arroyo y río que nos encierran y protegen al pueblo a un lado y otro. La soledad es una de las sensaciones que más se nos meterá dentro así como la presencia de lo añejo en macetas y balcones junto con el aire fresco con sabor a limpio que no deja de acariciar.

 

           Por la parte alta remontamos el pueblo y siguiendo la pista de tierra que lleva a la Veguilla, tierras llanas junto al cauce del río entre las casas de Pontón Alto y Fuente Segura de Abajo. Es este un camino de servicio para ir a las tinadas que por la zona se aplastan y también las hierbecillas de las tierras que el río riega así como a las otras casas de las aldeas antes del nacimiento. Por este motivo, seguro que en nuestro paseo nos tropezaremos con más de una persona que va o viene tanto a las huertas como a las tinadas o a las casas antes mencionadas. Saludarlos y pararnos a charla un rato con ellos, será una experiencia rica y bella por los humanos y encantadores que son  las personas de esta tierra.

 

           Pasado la primera cerrada, enseguida tenemos las casas de Fuente Segura de Abajo.  En invierno y hasta bien entrada la primavera en esta sencilla aldea, apenas vive gente.  Sus habitantes, casi todos pastores con raíces profundas en estas sierras, se marchan a las tierras de Sierra Morena para invernal con el ganado. Pero al final de la primavera y en verano, estas casas y también las de las otras dos aldeas algo más arriba, están llenas de vecinos e incluso, familias que se fueron y vuelven en las temporadas de vacaciones o puentes. El lugar es recogido, silencioso, lleno de rumor de corrientes claras manando del río, tupido de sombras de nogueras centenarias y ambientado, casi siempre por el balar de las ovejas y los corderos. Saludar a los vecinos, pararse a charlar con ellos y hasta sentarse a su lado, es un ejercicio relajante, profundamente enriquecedor y lleno de placer humano.  

 

           Desde esta aldea, por el lado de arriba y siguiendo el curso del río, sale una pista que lleva directamente a las casas de las dos aldeas aplastadas en la ladera que mira al barranco de la vega por donde bajan las aguas del nacimiento. Subiendo por ella llegamos a Fuente Segura de En medio y a Fuente Segura de Arriba, la más grande de las tres aldeas al borde de este manantial. La visión sobre el valle nos irá llenando de placer mientras remontamos cómodamente puesto que la subida es suave y seguro que nos encontraremos con más de un rebaño de ovejas llenas de corderos blancos y armonizadas por el son de las cencerrillas y el balar de las cabras. Saludar a las personas que cuidan este ganado y pararse a charla con ellas, de nuevo nos dará la oportunidad de enriquecernos y expandir nuestro espíritu para sentirnos bien.

 

           Desde la aldea grande, la pista de tierra, baja suave buscando la fuente del nacimiento. En unos minutos estaremos frente al gran charco de aguas purísimas y como al verlo, lo primero que nos sorprende es su silencio a pesar del borbotón tan inmenso, nos dejará embelesados. Nos sorprenderá la quietud del rincón, el rumor delicado del agua brotando y luego rompiéndose al caer al cauce y por encimas, las cumbres rebosándonos. Un espectáculo sencillo como lo es todo el paisaje que hasta este momento hemos recorrido pero rebosante de emociones y traspasado de una luz mágica en belleza y tonos.

 

           El último tramo de la ruta es el paseo más cómodo aunque no menos emocionante.  Desde la misma fuente seguimos la carretera asfaltada y mientras la recorremos nos iremos quedando por el valle que surca el río ahora a nuestra izquierda y por debajo de nosotros. En un rato llegamos al Collado de las Minas y unos metros más adelante, torcemos a la izquierda por el viejo camino que nos llevará a la Tiná de la Abuela y Era Empedrá. Una pequeña hoya desde donde ya empezamos a divisar las casas de Pontón Alto aplastadas sobre la ladera y recogidas entre los dos cauces. Una vista preciosa es la que se nos abre desde lo alto de esta cuerda sobre el valle casi completo y las alturas algo más lejos. Seguimos bajando por la vieja senda y venimos a descansar justo a la Plaza del Pajarete.  Es este el punto donde podremos dar por terminada la ruta, cerrando el circuito y habiendo empleado en recorrerla desde dos horas, como mínimo, hasta el día entero si la tomamos como paseo para gozar tranquilamente.        

 

           El perfume eterno.   

           1- Canto al nacimiento del río Segura.      

           Yo la vi a ella, a la niña hermana y que es delicia en el espíritu que da vida al alma, la vi subir por la senda cogida a la mano de la abuela y toda empapada de la belleza que vestía la mañana.

 

           Y sólo verla, qué sensación más placentera dejaba su imagen en mi corazón  y qué momento más intemporal, se hacia esencia en la región del sueño que traspasa y domina la materia.

 

           Y vi como cuando llegó a la curva del río, donde el agua salta abierta y es espuma de viento, dejó a la abuela y pisando la escarcha blanca que se traba en la verde hierba, se puso a saltar por entre los chorros de seda teñida de tonos celestes y oí como le dijo la abuela:

- El río que tanto te gusta, te pertenece porque es tu juego pero en casa la madre espera.

 

           Y vi yo a la niña que se trajo con ella toda la claridad de la corriente y al cogerse otra vez de la mano de la abuela, vi como la hermana hermosa, se hizo de pronto eterna luz de primavera.

 

          

           74- Ruta de las vistas hermosas.      

           Mañana del segundo día. Para hacer andando.

           Distancia aproximada:       5 kilómetros ida y vuelta.

           Tiempo aproximado   :       4 horas.

           Dificultad aproximada:       Casi ninguna.

 

           Que arranca entre las casas y calles de Pontón Alto, justo en la misma plaza del Pajarete donde hemos dejado la primera ruta. Por la ladera asciende una vieja senda y en caso de no encontrarla,  campo través se puede subir sin problemas ninguno. Corona las parte altas del espigón rocoso que el río ha dejado al lado derecho según baja. Sin senda pero con mucha comodidad, se recorre la cuerda en la dirección del río, gozando de los preciosos balcones naturales que da vista al cañón por donde el cauce avanza hasta que se llega a los picos que corona Pontón Bajo. Se vuelca hacia el lado de Cañá Manzano, salvando la cerca de alambres que en la ladera existe y se coge la carretera de asfalto negro que viene del nacimiento. Por la parte de las escuelas, se entra al pueblo, se recorren algunas calles y se sale a la plaza principal. Junto al viejo puente o la antigua fábrica de tejer mantas, se puede terminar esta ruta aunque yo la sigo.

 

           En este libro, después de charlar y comprar pan y algunas otras cosas que tengamos necesidad o nos apetezca, continuamos por la carretera  río arriba. Ahora vamos en dirección contraria a la que hemos traído y por el fondo del cañón, cosa que también da gusto. Se goza de las famosas piedras horadas, de los viejos molinos todavía junto a la corriente del río, de la charla con los mayores casi siempre entretenidos en sus huertas y cuando acordamos, nos encontramos de nuevo en Pontón Alto. Un día largo y bien lleno, puede durar la ruta, aunque como es natural, depende de la actitud que tomemos frente a lo que deseamos recorrer, conocer y gozar. Y es ruta de las vistas hermosas, por ir en casi todo su recorrido, por lo alto de la cuerda que baja desde Pontón Alto a Pontón Bajo. 

 

           Los detalles.

           Las callejuelas del sencillo pero bello pueblo de Pontón Alto, es lo primero que en esta ruta nos saluda y desde su silencio como eterno parado, la sombra limpia que proyectan las casas y el perfume de las macetas que cuelgan de los balcones.  Y mientras nos venimos para el lado del levante que es por donde el precioso puente cruza el río Segura, nos comienza a dar compañía el suave y dulce murmullo de la corriente que salta un poco todavía como asustada por el traje que la naturaleza le ha preparado nada más brotar de su limpio manantial.

 

           Antes de cruzar el puente, nos acoge la pequeña plaza recogida junto al mismo rumor de las aguas y si fuera por la tarde o ya algo avanzada la mañana, seguro que por el rincón y en sus bancos de cemento, encontraremos alguna persona charlando o  tomando el fresco o el sol de la mañana, si es primavera o algún día claro de los meses del invierno. A estas personas mayores,  ancianos que siempre se juntan por este lugar para verse y charlar de sus cosas, si le preguntamos por alguna duda que tengamos, seguro que nos la aclaran con mucho gusto y, además, profusamente.  A las personas mayores de los pueblos de estas sierras, siempre les gusta hablar de la tierra y de sus luchas con ella, tema inagotable para ellos y en el cual son grandes expertos.

 

           Sube la veredillas por el suave repecho de rocas que mira al río y mientras casi si esfuerzo la vamos recorriendo, la panorámica se nos abre cada vez más y las casas aplastada como en lo hondo que es donde se refugia este pueblo. Si es por la mañana, nos dará gusto ver como el sol besa de frente las paredes blancas de estas sencillas casas, fundidas  con las rocas que las sostienen al mismo tiempo que el verde de las grandes nogueras que, aprovechan las aguas del surco del río, las viste de gala ampulosamente.  Este es uno de los mil cuadros que por el rincón, nos impresionará gratamente.

 

           Ya remontados sobre el filo del corte rocoso, el horizonte se nos abre hacia la cuerda por donde se acerca la carretera que viene a estos pueblos y hacia el barranco por donde desciende el río penetrando cada vez más en un cañón estrecho de grandes rocas, en ocasiones coloradas y blancas por la ruptura de las nieves y los hielos. Si el día está despejado, el cielo se nos mostrará con un azul tan intenso, que hasta parece estuviera sangrando infinito o como preñado de viento puro.

 

           Siguiendo la cuerda, a ratos por rodales de tierra negra cubierta de hierba o pasto y a ratos, por entre rocas que se asoman y cuelgan al surco por donde desciende el río, avanzamos buscando las casas del Pontones. Al frente, siempre nos saludan las crestas de la bella piedra Horadada, el corte duro que presentan las rocas y arriba, las llanuras del pico Castilla la Vieja. Entre la Piedra Horadada y el puntal que recorremos, nos va quedando el río, con su rumor de agua y su gran cañón. La Umbría del corral del Solado y a la derecha nos van quedando pequeñas praderas con alguna tinada, las ovejas, casi siempre, por aquí pastando y la soledad profunda de los paisajes de estas altas montañas. Nos movemos a una altura de casi 1300 m. 

 

           “Antiguamente esto eran los sesteros del ganado, igual para vacas que para ovejas que para cabras, que había muchas. Era un abrevadero que había ahí. Entonces las ovejas de verano venían aquí, durante el día y de noche, se iban a pastar a todas esas tierras de Majá la Caña e incluso toda esta zona de La Zorra, que le dicen, Poyo de la Iglesia y esto de Cañá Royo. Y por la mañana, a esta hora aproximadamente, cuando ya buscaban el sestero, pues bajaban por ahí, bebían agua y aquí hay unos corrales hechos de piedra y se juntaban aquí, a lo mejor, dos o tres hatos de ganado. Que eso está aquí debajo de la piedra esta. Son unas cuevas que hay ahí. O sea, que esto ha sido siempre un abrevadero del ganado”.

 

           Al pueblo de Pontones, el de abajo, lo cogemos o le entramos desde la parte alta y nos metemos por él desde el lado de Cañá Manzano. Las escuelas nos quedan sobre la ladera de la izquierda y sobre el valle, las calles estrechas y las bonitas casas encajadas en las rocas y asentadas sobre puro firme de piedra.

 

           El perfume eterno.         

           2- Canto a la niña del río Segura.       

           Volvieron las mariposas, al llegar la primavera y por la cañada de los manzanos, donde las zarzas se amontonan por los lindazos y el agua clara del río empapa la tierra, ellas revolotearon y en los meses de la primavera fresca, se hicieron dueñas de las flores de los manzanos.

 

            Y volvieron, por el mes de agosto, a llenarse de calor los campos y los árboles de la cañada, se cubrieron de hojas nuevas y de sus ramas viejas, colgaron relucientes y bellas, las nuevas frutas del viejo año, por la tierra y huertos de la cañá de los manzanos.

 

           Y cuando ya el otoño se hizo presente tiñendo de color miel y caramelo las cañadas y los barrancos, la niña se fue por la vereda que acompaña al río claro y de las ramas de los viejos árboles, ella cortó y, mientras jugaba, los frutos sanos y cuando se los estaba comiendo, miró a la abuela y le dijo, como en un juego blanco:

- Estas manzanas de color oro y el agua de nuestro río hermano ¿verdad que son alimentos de dioses que la tierra, el viento y el sol, nos ha regalado?

Y ella:

- Y un poco las mariposas que en la primavera revolotean y con ellas y el canto de los ruiseñores, Dios que nunca deja de su mano.

 

           Volvieron las mariposas y con ellas y la luz limpia de la primavera, los campos se llenaron de rocío y de perfume las flores de los manzanos.   

 

 

           75 - Ruta a las cumbres.        

           Tarde del Segundo día.   Para hacer andando.

           Distancia aproximada:       5 kilómetros ida y vuelta.

           Tiempo aproximado   :       4 horas.

           Dificultad aproximada:       Un poco dura. 

 

           Que comienza en Pontón Alto, aunque puede arrancar desde cualquier otro punto, tanto del primer pueblo como del segundo o de la misma Cañada Hermosa, si se viene de Santiago. Por el lado del pico Almorchón que da a la Tiná de Hoya Espinosilla, en un trozo de la vieja carretera, se deja el coche. Se asciende ladera arriba, siempre sin senda por lo fácil que del trazado del camino por cualquier punto de la ladera. Se corona el monte por la parte que da a la Cañada que baja hacia los Teatinos, se recorre la cumbre hasta el punto geodésico y luego se vuelve pendiente abajo.

 

           Al final y frente a donde hemos dejado el coche, mana la caudalosa Fuente del Engarbo, cuya agua es limpia y pura como la nieve que en invierno se amontona sobre las laderas y cumbres del pico que hemos coronado. Un paseo delicioso que al igual que los anteriores, podemos recorrer a lo largo de un día entero para así llenarnos de cuanto a los ojos se va ofreciendo y gozar con la calidad y no con la cantidad.  Y en cuanto el nombre de ruta a las cumbres, es porque precisamente se trata de un paseo que nos lleva a la cumbre más grandiosa de todo este contorno.

 

           Los detalles.

           Que son tantos y todos tan uno que hay que seguir la carretera del asfalto negro que va desde el pueblo blanco de Pontón Bajo hacia Santiago de la Espada y sube por la retorcida cuesta que, por el lado de donde sale el sol, se eleva hasta coronar las tierras que van vertiendo hacia el arroyo que baja de Hoya Espinosilla y después de recorrer la larga cuesta y el espeso bosque de pinos que escoltan la carretera, asomarse a las tierras llanas, primoroso rincón que es puerta de la Cañá por excelencia, y ya dejar que el alma se empape del limpio silencio que eterno late como escondido en cada tallo de hierba y enredado con las soledad que, entre los pastores, en la tarde juega.

 

           Desde esta tierra mitad ondulación y el resto pradera y enseguida la cuesta,  comienza la ascensión, sin pista ni senda sino a través de los muchos majoletos  y las mil piedras blancas y sueltas que desde las partes altas, invierno tras invierno, ruedan y mientras la cuesta se van empinando y hasta parece que no termina nunca porque se le mira y ya se le ve por entre las estrellas, las visión hacia el norte y por donde se estiran los bosques y se alargan las llanuras que son el techo de otras cumbres fieras, cada vez se hace más grande y más profunda y más callada gritando desde su espera.

 

           Y en coronando las que parecen son las rocas del infinito, más aún se abre el mundo de las bellezas y más parece es todo como un reino de libertades inmensas  y luego siguen surgiendo los cortes pétreos por donde van las veredas que trazan los rebaños cuando en los días de verano coronan estas cumbres para comer la fina hierba y para, en las noches de luna clara, dormir amontonadas en lo más elevado de esta tan profunda sierra.

 

           Y ya aquí en lo alto, no hay nada más que mirar y dejar que el alma se pierda por los barrancos que caen hacia ese otro reino de las aldeas y no pronunciar palabra sino quedarse embelesado en los horizontes azules que caen como arroyuelos de un lado a otro lado y de una ladera por otra ladera y si acaso, dar gracias a Dios por visión tan completa y beberse todo el aire que sube desde las cañadas con tan fino olor a hierba.

 

           Cañá Hermosa y el Almorchón y las veredas que no se ven y por eso no van a ninguna parte pero sí penetran por las tierras, es tan sueño y tan repleto de esencias, por las tardes cuando el sol a lo lejos se quiebra y por las mañanas cuando se alzan las auroras teñidas de madreselvas, que recorrerlo y conquistarlo,  más que placer en el corazón, lo que deja es sabor a eternidad y deseos de hacerse viento e irse volando por los espacios y no volver ya más a esta tierra.  

 

           El perfume eterno.             

           3- Canto a la abuela del río Segura.        

           Es larga la ladera y cae grandiosa desde la cumbre del cerro oscuro y como mira al río y al sol primero de la mañana, al monte que cubre la ladera y a las rocas blancas que la empiedran, desde la junta del arroyo de los granados, se le ve majestuosa y rodeada de un misterio que extraña.

 

           Y como por la parte media y también mirando al sol de la mañana, la cruza el arroyo de la corriente clara, cuando la niña va de la mano de la abuela siguiendo la senda que hasta la misma junta, al arroyo acompaña, al llegar a donde los fresnos  se espesan y crece la higuera blanca, casi siempre ella dice:

- Abuela, esta ladera, nunca yo todavía sé dónde empieza ni dónde acaba.

 

           Y la anciana soberana que de tantos años ahora es un poco sueño y un mar de ciencia, a veces calla y a veces contesta:

- Esta ladera, con su halo oscuro del monte que se inclina y mira al sol de la mañana y remontado sobre el río ¡qué grande es ella y qué misterio ahí, Dios, tiene escondido!

 

           Y las dos siguen llevando sus pasos por la vereda que la curva traza donde el arroyo es ancho y al rozar los troncos de las higueras, se paran y durante un rato, miran de frente a la gran ladera que grandiosa, se enfrenta al sol de la mañana y a las aguas limpias, que a sus pies, se alejan.  

 

 

           76 - Ruta  al rincón oculto.       

            Mañana del Tercer día    En coche y andando.

           Distancia aproximada:       3 kilómetros ida y vuelta.

           Tiempo aproximado   :       2 horas.

           Dificultad aproximada:     Casi ninguna. 

 

           Que también comienza en Pontón Alto. Recorre el trozo de carretera negra que viene hasta Cañada Hermosa, gira por la pista de tierra que va a la Aldea de Poyotello, corona los collados que vuelcan hacia la vertiente del río Segura y se encuentra con las blancas casas de la pequeña aldea, en medio de la llanura. Recorre y saluda las personas, las calles y las casas de este puñado de sueño, mira por aquí y por allá, descansando en la sombra de la milenaria noguera y comienza el descenso a la Cueva del Agua.

 

           Una Veredillas borrada que sigue la hondonada de un corto arroyuelo, se curva por el cauce ya algo al final, se monta sobre la asperilla del corte rocoso y tallado por la pared, cae al surco que el Segura por aquí tiene horadado. Sale a la misma puerta de la gran cueva, sigue en busca de las tierras que fueron huertas algo más abajo, cuela por debajo de la cascada llamada El Chorreón y por aquí puede terminar aunque sigue hasta el Charco de la Ceniza y continua hasta la aldea de Huelga Utrera. Otro paseo grandioso que puede durar el día entero, si lo que queremos es empaparnos del esplendor que la naturaleza por aquí tiene concentrado. El nombre de ruta al rincón oculto, es precisamente por lo que de apartado y escondido resulta este trozo de la sierra sin que ello indique ni deshabitado ni carente de belleza. Quizá todo lo contrario.       

 

           Los detalles.

           Pues que hay que comenzar esta ruta con el corazón preparado para recibir y gozar las emociones más limpias y bellas porque aunque no queramos, la presencia de la primera ladera cayendo para el hondo surco del río, la vereda metiéndose por entre los pinares que por la tierra chorrean, las figuras de las rocas cortadas en murallas duras que parece gritar soledad y sinfonía, el rumor de la corriente del río más hermoso de la tierra, encañonada por el profundo barranco y las esbeltas figuras de las cumbres, nos abraza desde el primer momento y nos mantienen en vilo hasta la misma oscuridad de la cueva.

 

           Ya en el río, la sombra de tantos árboles meciéndose al viento y todavía tan fuerte y clavados en las tierras que ya nadie cultiva, los surcos de aquellas acequias que desde la cueva, llevaban el agua a los bancales de los pimientos, las rocas quebradas y amontonadas como dando testimonio de otros lejanísimos tiempos, las zarzas espesas, los avellanos, el azul del cielo siempre coronando y desde este hondísimo rincón, como aplastando y el perfume de no se sabe qué esencia, puede colmarnos tanto que, como es normal en esta sierra, nos sintamos empachados y sin palabras en la boca y con el alma toda llena.

 

           El perfume eterno.             

           4- Canto a la madre del río Segura.         

           A la reina madre, la que lo es de verdad porque su corona se apoya en el pilar del amor que del corazón  nace, se le ve al amanecer, yendo tras las ovejas que llenan la ladera grande, de los pinos espesos y las piedras blancas que, en losas, caen.

          

           Y al acercarme, desde la distancia y la veneración que siempre me inspira ella,  y preguntarle:

- ¿Y tu niña del alma, la que sí parece princesa y aprende en la universidad tremenda del amplio campo y del rocío de las estrellas?

Y la buena madre:

- Ahora se acurruca en la casa junto al fugo de la lumbre porque fíjate el frío que hace pero en cuanto termine de llegar la primavera y la hierba se ponga grande, y se vistan de hojas verdes, los álamos que por el viento llevan su baile, se vendrá por aquí conmigo a recoger los borregos que con ella juegan en la tarde.

 

           Y le digo a ella que:

- ¡Hay que ver qué niña y qué princesa es la hija que llevas en la sangre!

Y luego sigo mirando por la anchura de la ladera que se mira en el río que a miel sabe y para mí y en mi corazón, me digo que ¡hay que ver qué esencia y qué paisajes y por ellos, las ovejas entre el amor de la reina madre!  

 

 

           DOS RUTAS MENORES PRÓXIMAS A BUJARAIZA

 

           77 - Aldea de la Cabañuela.     

           Andando por vieja vereda.

           Zona restringida.

 
 

En la mañana faltas
aunque el sol como rocío
sobre el bosque caiga,
el silencio se tan hondo
que oigo llorar el alma.
 

           La distancia.

           Se puede comenzar la ruta en la curva que la carretera traza frente a las ruinas de la antigua aldea o a la derecha, subiendo para Coto Ríos, nada más pasar el arroyo de la Cabañuela, instalaciones del campamento juvenil la Huerta Vieja.  Si la arrancamos desde este punto, hasta las ruinas de la Cabañuela, es como  unos dos kilómetros.  Si arrancamos desde la curva, la distancia es algo más. 

 

           El tiempo.

           En remontar se puede tardar casi dos horas y algo, si se lleva el camino más recto y no tenemos problemas para encontrarlo.  En caso de dificultad, tardaremos algo más. Hay que tener en cuenta que todo el recorrido se hace ascendiendo desde el nivel de menos de ochocientos metros hasta casi  los mil cien. 

 

           El camino.

           El primer tramo, desde cerca del campamento juvenil hasta el collado de las acequias, sube una senda perfectamente tallada y visible.  Hasta la mitad de la ladera, discurre sin senda, aunque no es del todo cierto. La senda existe pero con el poco uso y la desorientación de las personas que ahora la pisan, se ha perdido mucho o queda difuminada en muchas sendicas que no van a ninguna parte.  Pero en cuanto a mitad de la ladera, cogemos la verdadera senda que atraviesa por la Piedra de la Palomera, siguiéndola fiel, no tendremos problema alguno. Se puede andar con bastante comodidad por lo bien trazada que está y con la elegancia que sortea las partes difíciles del terreno. 

 

           El paisaje.

           Desde el comienzo y hasta el tramo último que, aunque lo he situado en las ruinas de la antigua aldea, puede seguir hasta donde nos apetezca o estemos dispuestos a andar, los paisajes son pura sorpresa.  Robles frondosos y espesos nada más arrancar, siempre mezclados con pinos negros y muchas madroñeras.  Las encinas también nos acompañan así como las madreselvas enredadas a los troncos de los pinos y por las rocas.

 

           Ya alcanzada la senda, por encima de Piedra Palomera, como la ruta se viene para la derecha buscando el arroyo, la espesura de la vegetación y la inclinación de la ladera, nos recrea asombrosamente por la oscuridad de sus sombras y por la variedad de plantas. En tiempo de madroños, otoño y algo del invierno, a cada paso, nos tropezamos con madroñeras cargadas de frutos rojos y gordos. Los serranos que vivían en estas aldeas, al barranco que atraviesa la senda según remonta, ellos lo tenían bautizado con el nombre de Malezas de la Merera o de la Cabañuela.  Y era precisamente por la espesura de su vegetación.

 

           En la época de las moras, las zarzas nos ofrecen ramilletes de lujo y lo mismo sucede con el serbal que crece por encima de Piedra Palomera. Los níscalos crecen bien por las tierras altas y entre los pinos que nos van quedando por la izquierda.  Ya sobre las llanuras donde estuvo la bonita aldea, la senda se diluye pero el paisaje gana en matices nuevos y en grandiosidad.

 

           Lo que hay ahora.

           Son las once de la mañana del día nueve de enero de mil novecientos noventa y nueve. Estoy justo al borde de la carretera donde se encuentra el campamento juvenil La Huerta Vieja.  Recorriendo esta carretera desde el pantano hacia Coto Ríos, por el lado de la derecha, existe una pared de piedra. Justo donde empieza esta pared se puede subir unos metros por la ladera y enseguida se encuentra la senda que remonta.  Arranca exactamente por detrás del comedor de madera que ahora mismo existe en las instalaciones del campamento.

 

           Muchos pinos curvados hacia el pantano, robles que parecen secos por la desnudez de sus ramas. Las hojas, color canela, se extienden por el suelo y ya empiezan a mezclarse con la tierra. Hay mucha hierba y está húmeda.  El día de hoy se presenta muy nublado, por arriba se ve la niebla cubriendo las partes más altas de las cumbres y ahora caigo en la cuenta que la radio ha dicho que por encima de ochocientos metros, puede nevar hoy.

 

           Me tropiezo con la senda y al mirar despacio, descubro lo que ya sabía. Arranca justo por donde están los asientos de madera del comedor del campamento. En cuanto he remontado unos metros, me la he encontrado. La sigo paralela casi a la carretera pero elevándose hacia el collado.  Hoy están limpiando el monte por algunos rincones de esta carretera y nada más verlo, siento pena.

 

           La senda sube, traza una curva para el barranco de la Huerta Vieja pero sin dejar de remontar.  Ya dije antes que esta ruta a la Cabañuela, se puede arrancar también desde el lado donde estuvieron las huertas.  Hoya de Úrsula, que se llamaba y es por la curva que se enfrenta a las ruinas de la vieja ermita. Pero hay que recorrer una gran llanura por donde no viene senda alguna, hasta llegar al collado que ahora busco.  Resulta más bonito el recorrido pero sin senda y ello complica la orientación.

 

           Traza una curva ahora para la izquierda, se mete por un espeso bosque de madroñeras de hasta doce y más metros de altura, una hondonada pequeña, se abraza a la ladera por donde aparece mucha tierra negra y hojas secas de robles y encinas y aquí la tallaron firmemente en la ladera. Atraviesa la hondonada quedando por la izquierda un corte de tierra que surgió cuando la hicieron,  remonta  con fuerza y sale a lo alto.

 

           Madroñeras por arriba y por abajo y al frente, altísimas y con tronco muy gruesos. Se mezclan con los robles y los pinos. El monte bajo lo han hecho desaparecer por completo. Se tarda cuatro o cinco minutos en coronar  esta loma menor por donde aparecerá el collado de las acequias no dentro de mucho.  La senda entra justo por debajo de una madroñera que tiene un tronco con cinco ramas y dobladas para el barranco.

 

           Precioso el cuadro cuando remonta a este carrete.  El suelo aparece todo tapizado de hojas de robles, color canela muchas de ellas y las más viejas, color tierra porque ya se pudren.  Los árboles que han soltado estas hojas, se muestran con sus ramas desnudas y con apariencia de estar secos.

 

           Hay un llanete en todo lo alto y ahora que lo piso, recuerdo que en otros tiempos aquí mismo se alzaba una construcción de piedra, no muy grande. Me dijeron que fue la casa del viverista.  Estuve junto a ella una tarde y a la mañana siguiente la busqué y ya no la encontré. Desde entonces no la he vuelto a ver más. La hicieron desaparecer también.

 

           Gira la senda para la derecha y se mete por entre unas rocas.  La estrecha estas piedras y las matas de los lentiscos y ya vuelva para el collado yendo llana ahora e incluso bajando algo.  Una llanura menor y busca el collado. Al frente y por la izquierda, se ven muchos robles resaltando por entre el verde del bosque con las ramas desnudas de hojas y en otras, con un puñado de hojas trabadas todavía pero teñidas de ocre naranja. Es preciosa la visión al tiempo que algo triste por la intimidad que transmiten y lo que yo sé.

 

           Por toda esa ladera para arriba, de entre la vegetación espesa de pinos, zarzas parrillas, madroñeras y madreselvas, sobresale también la esbelta figura de los álamos con sus ramas peladas. Crecen por este rincón muchos álamos que arrancan desde los tiempos que ellos poblaron la aldea.

 

           Al llegar al collado, me digo que tengo que tener mucho cuidado para no desorientarme y quedar sin senda. Bastante veces me ha pasado esto y es porque la senda queda muy borrada por el poco uso y se puede confundir con las regueras de las canales que vienen desde el arroyo, surcando la ladera. La senda, tal conforme llega, se funde con la primera de las acequias que, recorriendo la ladera, viene desde el arroyo.

 

           Concentro mi atención y cruzo la acequia, giro un poco para la izquierda y remonto olvidándome del lado de la derecha. Siguiendo la senda, que sí se nota algo por entre la hierba y la vegetación, remonto y no dejo de venirme para el lado izquierdo.  El suelo está por completo, tapizado de las hojas que de los robles y los álamos, han caído. Ni siquiera se ve la hierba.  Lentiscos, retamas, robles, encinas, algún enebro, álamos y majoletos es la vegetación que por aquí me voy encontrando.

           Por la izquierda, la senda se mete por entre unos álamos y roza unas paredes de piedra.  Por aquí tuvieron ellos, los de la aldea de Bujaraiza, las huertas. Se ve bien por donde va, ya bastante remontada en la ladera y siempre por la izquierda, se encaja en las mismas tierras de aquellas huertas.  Tuvieron que preparar la tierra y sujetarla en forma de repisas para cultivarla y sacar algunas cosechas.

 

           Ahora se mete por entre una hondonada donde hay muchos álamos mezclados con robles y sigo viendo las paredes que sujetaban la tierra. Llego a un trozo donde casi nada tengo claro. Me pasó igual otras veces. Si me vengo para la derecha buscando, me voy a ir por una de las acequias, la segunda o tercera que desde el arroyo llega. Está ahora ciega y por eso tiene más apariencia de senda que de otra cosa.

 

           Pero si la sigo, cortaré la ladera y en unos minutos estaré en el surco del arroyo.  Será entonces cuando descubra que no llevo buen camino. La senda se me ha quedado mucho más elevada por la ladera. El gran tronco de un roble y un pino que cae, me sirve como de referencia para entrar por debajo y seguir. Remonta un poco y gira por la hondonada para coronar a otro puntal.

 

           Sale a una llanura donde hay una gran piedra. Por el lado de arriba, se mete por entre robles y zarzas parrillas y sale al tronco de un grueso pino. Se ve como la senda que voy buscando y en cuanto me fijo bien, descubro que es una de las acequias.

 

           “Donde se cogía la segunda acequia, en lugar de irse por ella, hay que seguir remontando en busca de un pino negro que se ve caído para el lado donde se pone el sol.   A unos treinta metros del gran roble, por la derecha, nos queda un buen puñado de pinos negros, por entre los cuales, si se mira, a lo lejos se ve la tinada del Fraile. Por la izquierda quedan un par de pinos grande y uno de ellos, se curva para el lado de donde se pone el sol.  Según se sube, por la derecha, quedan unos pinos caídos y remonta por el puntal arriba y entre los helechos.  Busca el tronco del roble que tiene liado una hiedra.        

          

           Justo se encuentra la senda por el tronco de un roble y un poco más arriba quedan, dos pinos negros, uno más grande que otro y sobre el tronco de los pinos, una piedra que tiene rotulado el número 6080.  Dos peanas de pinos cortando se clavan aquí mismo. Tres metros más para arriba, hay un bloque de piedras, parece como que siguiera la senda pero la buena senda, se viene para el lado derecho. Por el lado de arriba tiene una gran piedra y dos troncos de pinos cortados”.

 

           Desde la piedra que, con mucho musgo, queda por el lado de arriba, la verdadera senda que viene desde Peña Palomera, vuelva y cae hacia una hondonada buscando el surco del arroyo. Este es buen camino.  Una media hora, desde la pista hasta este punto y ya tengo remontado más de cien metros de desnivel.  Casi otros doscientos tendré que elevarme para llegar a las viejas casas de la Cabañuela.

 

           Se ve desde aquí, la hermosa panorámica del barranco hacia arriba y por la izquierda.  Por este lado queda el fuerte corte de rocas que cae desde la repisa de la Cabañuela.  Al frente crece un inmenso bosque de encinas, madroñeras y pinos.  Más arriba chorrean las cumbres de  Lancha Bonifacio.  Muchas encinas cuelgan de entre esas rocas blancas.

          

           Baja la senda metiéndose ahora un una dificultad de piedras rodadas pero se anda bien. Busca cruzar el cauce del arroyo. Un alerce con varios troncos,  pero sin hojas en sus ramas.  Una roca por donde se forma otro puntal menor. Ha rodado de la pared que me va quedando por la izquierda.  Se pasa bien y se vuelve a meter otra vez en la hondonada en busca del arroyo.

 

           Se ven madroños por el suelo picados de los pájaros.  Por la hondonada se allana un poco y remonta para salir al surco del arroyo.  La mañana, ya avanzada, está por completo en calma, húmeda toda esta tierra porque es umbría, se siente el rumor del agua saltando por el arroyo, hay muy pocas personas hoy por los caminos de estas sierras y el silencio es profundísimo.

 

           Por el lado derecho me queda una pared de piedra que la sujeta para que no se hunda con la inclinación de la ladera.  Una cuesta menor y desaparece en un collado también enano y por la derecha un roble clavado en la dureza de una buena roca y por la izquierda, otro roble.  Por la ondulación del collado pasa la senda, se torna llana levemente y se entrega al arroyo. ¡Precioso, con su cascada cayendo! No tiene mucha agua porque este otoño ha sido de los más secos de los últimos pero sí es bonito de verdad.

 

           Como el cuerpo de una persona es el caño de agua que por el corre, un charco aquí mismo por donde la senda pasa, rebosa y la cascada que se abre llena de encanto y verde por el tapiz del musgo. Miro buscando al arroyo por el lado de donde cae y me lo encuentro majestuoso por el traje que la naturaleza y el día de hoy, le han puesto. ¡Qué rincón más bonito! Por algunos puntos, se le ve color caramelo miel y por otros tramos, verde vida por la espesura del musgo y el reflejo del bosque que lo arropa.

 

           Hago algunas fotos, lo cruzo y ahora pues, nada más seguir la senda.  Yo no hay pérdida ni tampoco es incómodo el trozo de camino que queda hasta la meta fijada.  Al comienzo se presenta llana, bien tallada y arropada por la vegetación. Parece como si invitara a recorrerla y de verdad que entran ganas por lo bonita que se le ve y en una mañana como esta.

 

           Sale el sol ahora y al darme en la cara, me anima porque el viento sólo entrega frío de hielo.  Se mete por entre unos lentiscos y madroñeras. Estas sí tienen algunos madroños todavía.  Las flores nuevas, ya están secas y empezando a mostrar el fruto que madurará el próximo otoño.

 

           Remonta un carrete, sigue por completo llana y perfectamente fraguada.  Ni siquiera el monte complica el paso.  Pasa una hondonada chica por unas rocas tobáceas y sigue.  Busca el puntal de lado derecho del arroyo según se sube. El paisaje por aquí es de dulce.  Muchas madroñeras, gran cantidad de lentiscos y todo tupido como la selva más virgen. A esto le llaman las Malezas de la Merera.

 

           Se ve al fondo el pantano y como el día se cierra en nubes grises, aunque se abren algo, las lejanías se presentan borrosas y llena de oscuridad.  Las aguas del gran charco, son como un largo espejo donde se refleja todas las tonalidades que de la naturaleza manan. Huele a jabalíes.  Ahora la senda remonta un poco al coronar un puntal menor.  La tierra que piso es roja y por el suelo se amontonan las conchas de las piñas que las ardillas han mondado.

 

           Sale a una hondonada por donde corre otro ramal del arroyo. Una encina grande por la derecha, por la izquierda otras dos, un bosque espeso de madroñeras, pinos y zarzas parrilla.  Según me acerco al segundo arroyo, el rumor de la corriente me llega con fuerza.  Da la impresión que incluso tiene más agua que el primero.  Y aquí mismo, donde la senda cruza el primer ramal de este segundo arroyo, un acebo con sus bolitas rojas. Es el árbol de la Navidad y ahora casi todavía estamos en esas fechas.

 

           Cae por aquí un caño de agua y todo abierto por entre un ancho manto de musgo verde.  Parece como si este brazo de agua manara de por aquí cerca.  Nada más cruzar el primer ramal, a unos cinco metros, se presenta el segundo.  También trae mucha agua. Por el lado de abajo una hondonada, muchas zarzas y muy espesas.  Por ese rincón misterioso y oscuro es donde se juntan los tres ramales del arroyo de la Cabañuela que es como se llama este que cae por el barranco y atraviesa el campamento de la Huerta Vieja.

 

           El segundo surco de este arroyo, no tiene agua. Por aquí la senda gira para la derecha y se mete por debajo de una gran espesura de zarzas parrillas. Remonta por esta ladera gemela de la primera que pise y por aquí, pronto comenzará a girar para la izquierda.  Corona un cerro pequeño por donde siguen espesas las madroñeras, muchos troncos de pinos podridos y hay como una llanura. Por la derecha queda un puntal con muchas piedras y ramas de madroñeras secas y por la izquierda, el llano pequeño donde la senda se funde con otra.

 

           De entre los pinos arranca vuelo una bandada de palomas. Sé que esta zona es muy querenciosa para estas aves e incluso en estos fríos meses de invierno. También los zorzales revolotean por entre los lentiscos.  La senda que al frente se funde con la que remonte, llega desde el lado del arroyo del Fraile. La conozco bien y hasta su punto final.  Si la sigo, llega un momento que se convierte en jorro y por lo alto de un puntal, cae a la carretera del asfalto más pegado a la cascada del Fraile.  También por este lado se puede venir y conseguir la meta que ahora persigo.  Pero tiene mucha más belleza y emoción la senda que hoy estoy recorriendo.

 

           Me voy para el lado izquierdo y sigo remontando para el lugar de la Cabañuela. Al cogerla para atrás, descubro que incluso mejora su trazado y firme. ¡Qué bonita era esta senda y por qué rincón tan bello iba ella!  Durante unos metros va casi llana sin dejar de elevarse levemente para volver a cruzar otra vez los tres surcos de arroyuelos que he cortado hace un rato.  Se mete para el gran barranco del arroyo grande pero busca la parte alta para salir a la llanura donde se asienta la aldea.

 

           Miro al frente y arriba, coronando un poco, sobresalen las últimas rocas de la gran pared que mira al sol de la mañana en la parte alta del barranco de la Huerta Vieja. Una vez en este punto, puedo pensar que el grueso de la ruta, lo tengo superado.  El primer tramo es la parte más complicada. Las ardillas tienen el firme  de la vereda, tapizado de cáscaras de piñas. Una boñiga de vaca.

 

           Y aquí, al remontar el puntal, ya metiéndose para la hondonada del arroyo, se allana un poco.  Sigue arropada por la vegetación que no tiene menos de doce o catorce metros de alta y cubre casi por completo.  Se topa otra vez con el primer surco del arroyo que aquí presenta dos y ambos bien repletos de agua clara.  El punto por donde ahora lo cruza es de ensueño.  Tiene una llanura y antes de terminar de cruzarlo, me paro en el centro de los dos brazos de arroyo.

 

           Miro para arriba y se ve como cae todo en un sólo arroyo y al llegar aquí, se divide en dos y algo más abajo, vuelve a juntarse. Un tronco seco de pino sirve de puente para cruzar el segundo arroyo que ahora ya he comprobado que trae más agua que el primero.  La senda se empina un poco y ahora por el lado derecho me queda el arroyuelo y al mirar, capta mi atención una enorme pared de rocas blancas. Es un voladero muy bueno que cae desde las llanuras de la aldea.  Por entre las grietas de esas rocas cuelgan las encinas desafiando a la gravedad y la inclinación. Es de esa robusta pared de rocas de donde nace este arroyo.

 

           Sigue la senda avanzando por un paisaje delicioso. Recorre una cañada de tierra negra, pegándose al arroyo por el lado izquierdo y por este mismo lado izquierdo de la senda, me queda un puntal todo cubierto de espesa vegetación. Vuelve a rozar el arroyo y al verlo de nuevo me llama la atención la transparencia del agua.  Por entre las piedras se amontona el verde culantrillo.  Es delicioso este trozo de senda acompañada por el arroyo paralelamente.

 

           Se aparta un poco de surco del cauce y enseguida, por la izquierda, el llano de lo que fue una era.  La tallaron entre gran vegetación que ahora se presenta mucho más espesa y alta. Apenas se le ve sino cuando me encuentro a dos pasos. Por el lado de arriba bordea la senda, dejando el arroyo por la derecha y despidiéndose de él y viniéndose hacia la izquierda en busca del otro arroyo.

 

           Un arrendajo ha levantado vuelo y llena el barranco de sus gritos.  Y mientras aquí ahora va remontando, pues atraviesa la espesura de un bosque de encinas y por eso el suelo tiene tres o cuadro dedos de hojas secas.  Termina sin hacerlo y corona un puntal para seguir avanzando y meterse en el segundo surco del arroyo que en realidad es el primero.  Ya me llega su murmullo. El que he cruzado hace un rato, se ha quedado atrás, ya no lo siento.

 

           Y de pronto, se divide en un trocico que se mete hacia el arroyo. Es donde se encuentra la cascada del musgo. Traza una curva y la senda sigue subiendo al tiempo que vuelve a girar para la derecha.  Me voy por el ramal corto que se mete para el surco del primer arroyo. Alzo mi vista y al frente y remontado, me saluda o mira imponente, el gran paredón de rocas.

 

           Recuerdo ahora, porque la he recorrida varias veces este invierno de atrás, que por el centro de esta enorme pared rocosa, ellos metieron una acequia para llevar el agua a la llanura que hay por encina de Peña Palomera. Sirve esta acequia como de senda y desde luego que yéndose por ella, se acorta mucho camino pero recuerdo que es muy peligrosa y más aún, para aquellas personas que no conozcan el rincón o no tengan soltura a la hora de moverse por la sierra.

 

            Por este trozo de arroyo, corre también mucha agua. Hay aquí un charco que, casi siempre que vengo, me lo encuentro con su fondo tapizado de madroños. Una gran mata de esta planta crece al borde y como es ladera, los frutos rojos que caen de las ramas, ruedan y no paran hasta descansar en el fondo del cristalino charco. De ensueño es el cuadro y desde luego que se mete en el corazón, por la belleza que desprende.

 

           Por el lado de arriba de este charco, es donde se ha originado la bellísima cascada del musgo.  La que tanto me gusta y tanto he fotografiado por la dulce belleza que regala a los ojos. Por el lado de abajo del charco, un enorme roble que se muestra verde en cualquier época del año, menos en estas fechas.  Crece aquí mismo un precioso tejo y claro que entiendo por qué ellos llamaban a este remanso precisamente con el nombre de Charco del Tejo. Sabían lo que se decían y también sabían que nada tiene que ver este charco y tejo con los otros muchos que abundan en la ancha sierra.

 

           Por debajo de la roca se remansa otro buen charco, en el que se derrama una cascada que no es la del musgo propiamente, aunque sí lo tiene. ¡Qué bonito esta cascada del centro, el charco y los puñados de musgo que lo tapizan! Por esto le hago unas cuantas fotos más.  Quisiera ahora mismo, llevármelo conmigo para gozarlo sin interrupción. ¡Emociona tanto!

           Hacia el charco y por el lado de la derecha mirando para arriba, es donde crece el tejo. Tiene un tronco bastante grueso y está muy verde.  Rozando este noble tronco, remonto hacia el lado de arriba y ya estoy por encima del segundo charco  y frente a la impresionante cascada del musgo. ¡Qué primor, Dios mío, y cómo me quema dentro transmitiendo vida y al mismo tiempo muerte!

 

           Mide como unos seis metros de altura. Desde lo alto cae el agua y de tanto tiempo, se ha ido formando como una mampara Tobáceo en forma de abanico y como en todo momento está húmeda, el musgo ha crecido tan espeso y en tanta cantidad, que parece un puro manto esculpido por el mejor de los artistas.  El caño de agua que de continuo cae, ha tallado un surco en el centro y como el musgo cubre tanto, cuando este caño llega al final, casi no se le ve por lo perdido que se queda en la espesura del verde.  Deliciosamente bella la imagen que presenta esta primorosa cascada.

 

           Subo algo más y me acerco a ella.  Casi por completo debajo me pongo y entonces veo el agua caer con una fuerza impresionante y toda blanca por lo batida  que queda.  Se estrella en un charco grandecito pero un trozo de roca ha rodado y lo ha dejado medio ciego.  Me mojan las gotas que saltan desde arriba y hasta me gusta.  Por el suelo ruedan algunas bellotas y mientras ahora hago algunas fotos más para recogerla con la belleza que desprende, el corazón me arde de emoción.

 

           Salto por entre el tronco del roble y el de tejo, rozo la madroñera y aunque no  me gustaría quedarme todo el día en tan emocionante rincón, me retiro del arroyo, remonto algo y vuelvo a recorrer la senda que me lleva a las tierras de la aldea.  Al mirar para atrás, veo la ladera de rocas que mira al sol de la mañana y ahora compruebo que justo debajo, es donde se encuentra la cascada.

 

           Coscojas por la izquierda, encinas, pinos negros, madroñeras, algún enebro y la senda que remonta el puntal que se recoge entre los dos arroyos y ahora vuelca para el segundo.  Se mete por un torcal, muchas piedras calizas pero en este caso  cubiertas por un espeso bosque de encinas menores y tapizadas por un delicado manto de musgo verde. ¡Qué cosas más bonitas presenta la naturaleza en el rincón que menos me lo espero!

 

           Cae para el barranco del segundo arroyo y aunque siento el murmullo del agua, no la veo porque ya se ha quedado muy atrás.  Por la ladera opuesta, derecha según subo, remonta la senda por entre muchas rocas, ramas de pinos caídos y la densa vegetación. Un gran pino caído y por aquí vuelve la senda para la izquierda. Se ve la vegetación que sale del borde rocoso donde se asienta la aldea. Remonta el puntal y se mete otra vez al arroyo de la cascada del musgo.

 

           Se va ahora recto puntal arriba y va metida como en un surco que se fue haciendo de tanto pasar ellos y sus bestias cargadas de monte, paja, trigo y otros productos de la tierra. Oigo el murmullo de la cascada cayendo.  Al salir del surco, una encina y un pino y ya se torna algo llana.  Ha salido por la parte de arriba de la cascada y todavía sigue remontando ahora ya, paralela al arroyo.

 

           Otra pequeña cascada con su vestido de musgo, bonita como ella sola aunque en tamaño sea más reducida que la del centro. Gira para la derecha y ahora descubro que este era el único sitio fácil para subir desde el barranco de la Huerta Vieja hasta la aldea de la Cabañuela. Una gran encina por la derecha, muchas piedras blancas que son ya las de la pared sobre la que se sujeta la llanura de la aldea.

 

           Un nuevo giro para la izquierda, en todo lo alto y metida por un surco menos pronunciado que el primero y sigue rodada de rocas blancas con su musgo.  Por la izquierda, me empieza a quedar un trozo de arroyo que me gusta mucho. Son justo los diez o doce metros antes de empezar a despeñarse. Se desliza por encima de una losa caliza blanca por completo, extensa y sin apenas arrugas.  Ver la corriente deslizándose por esta superficie rocosa, es de las emociones más limpias y bonitas que se pueden gozar en la vida.

 

           Se aproxima la llanura, un pino seco casi al final por donde cae la hebra de la corriente y por arriba, pues el agua que le entra al arroyo recién nacida en su manantial caudaloso. Se encuentra unos metros más arriba, entre muchas zarzas y a la sombra de varias encinas centenarias. ¡ Qué bonito ese rincón y la alegría que sentí la primera vez que lo vi!

 

           De por aquí mismo, arranca la acequia que metieron por la pared rocosa que mira al sol de la mañana. Se ven las cumbres que rebosan desde Pontones y tienen nieve. Por  eso hace  tanto frío hoy.  Por la derecha me tropiezo con una especie de covacha y todavía no he terminado de coronar a la llanura.  Me voy por ella y me encuentro algunas tablas, un perol viejo, varias latas, algunas botellas, una llanura de tierra buena en la entrada, algunas señales de personas que por aquí han encendido fuego y hasta parece que han dormido y al dominarla bien con mi vista, compruebo que es el borde de la llanura.

 

                Por el lado izquierdo y entre el arroyo, sigue la senda. Un torcal de rocas, muchas encinas y parece que el último escalón para llegar a la tierra que dan sostén a las viejas casas de aquella bonita aldea.  Junto al arroyo y por la izquierda, las tierras llanas que ellos sembraron.  Por el otro lado, ya veo los trozos de pared de las casas remontadas sobre las rocas.  Al frente y pegado al arroyo, un buen bloque de encinas gruesas y viejas.  Ellos respetaban a muchas cosas de la sierra.

 

           Por aquí termino de coronar, habiendo dejado la senda por el lado de la derecha y antes de pisar la tierra llana, por el lado de las casas, la boca de una oscura sima.  Es como un pozo profundo y grande, algo cubierto por lentiscos, cornicabras y algunas carrascas y produce cierto miedo acercarse a él.  La primera vez que lo vi, hace años, me gusto al tiempo que me asombró tanto, que no me lo creía. ¡Cuántas maravillas Dios tiene repartido por estas sierras! Se encuentra por detrás de las casas, hacia el arroyo y al borde mismo de uno de los trozos de tierra que sembraban.

 

           Por aquí remonto, girando ahora hacia la derecha, en busca de las ruinas de aquellas casas. Varias encinas gruesas que me arropan con su fronda.  Por la izquierda me va quedando el verdadero arroyo. Nace algo más arriba y ya he dicho que conozco el rincón donde brota el venero. ¡Qué puñado de tierra más bonito por lo escondido en la ladera y la vegetación que lo arropa!

 

           Se ha despejado la niebla. Alza vuelo un cuervo.  El día sigue gris plomizo y corre aire fresco.  Por el filo de una especie de castellón, voy remontando porque las casas ellos las levantaron en una elevación del terreno y donde éste estaba llano. Varias cornicabras sin hojas ningunas y ya me acerco. Un trozo de tabla y las ruinas de las casas, aparecen por la derecha remontadas. Una noguera sobre el puntal que me corona por arriba y por ahí, sigue revoloteando un cuervo.

 

           Lo primero, sobre la elevación del terreno que remonto, dos encinas grandísimas y bajo ellas, como un corral de pared de piedra con mezcla de cal. Seguro que fue la chiquera donde encerraban y engordaban a los marranos de la matanza. La puerta la tiene mirando hacia el barranco que es donde ahora se remansa el pantano.  Enseguida, las paredes de la casa.

 

           Tiene una puerta por el lado que le voy entrando. Lo que me encuentro son nada más que pequeños trozos de muro, sin techo ninguno. Los palos que fueron vigas, los rollizos, caídos hacia el centro de la que fueron las casas y pudriéndose por entre las piedras y los trozos de tejas.  Bellotas, algunas, por el suelo y son de las encinas que arropan la chiquera.

 

           Muchas zarzas que han crecido en lo que en otros tiempos fueron las casas y hasta en las mismas chimeneas.  Por el lado que da a la gran montaña, otro cuerpo de casa con dos ventanucos y como una estrecha calle que penetra hacia el corazón de las viviendas. Unas ocho o diez, parece que hubo aquí.  Por el lado que da al pantano, siguiendo esta calle dirección a las Lagunillas, quedaban unas cuantas casas y por el lado que da a la cresta de las cumbres, quedaban otras pocas.

 

           Muchas zarzas por esta original callejuela. Una de las casas todavía con las vigas de un lato a otro pero sin tejas. Entro por la puerta como al recinto de lo que parece fue un corral. Me asomo por la izquierda y al frente, bajo las ramas del gran almez que ellos sembraron en la llanura que va hacia las Lagunillas, tres ciervos machos comienzo. Ni me han visto ni se han asustado. El aire va le lleva mi olor pero ahora mismo, todavía no se han inmutado.

 

           Me camuflo detrás de unos de los trozos de pared y durante un rato, los observo. Uno de ellos, alza la cabeza, otea y algo le dice que por aquí hay alguna presencia humana. No me muevo pero en unos segundos, arranca a correr dando un gran bufido.  Saltan los otros y por la llanura que se alarga hacia las Lagunillas, en segundos, se pierden. Ni quería asustarlos ni tampoco fotografiarlos.  Simplemente me hubiera quedando por aquí escondido observándolos despacio para gozarlos a fondo y en el silencio que por el rincón se extiende.

 

           Por el lado de la izquierda, salgo a la parte de las dos nogueras. Muchos trozos de tejas, hozaduras de jabalíes, la hierba se amontona y ahora caigo en la cuenta que la soledad por el rincón, chorrea espesa. Desde que ellos se fueron, el rincón bello, dejó de ser lo que era. Nunca ya será igual aunque la hierba crezca, caigan las nieves, las lluvias empapen a la tierra y las encinas sigan dando sus bellotas. Nunca será igual aunque los pinos cubren las ricas tierras que ellos sembraron, los ciervos pasten a sus anchas, los jabalíes se bañen en los charcos y los que llegan de fuera, recorran los lugares como buscando no se sabe qué.  Nunca ya será igual este rincón desde que se fueron ellos.  

 

             Por el lado que miran hacia las Lagunillas, la pared muestra hasta cuatro puertas que daban entrada a otras tantas casas y al lado, las pequeñas ventanas.  Por aquí, una llanura grande y rica en tierra buena, un pino creciendo y no muy lejos, el gran almez. ¡Cuántos puñados de almesinas no habré cogido yo de este árbol!  Están buenas cuando en otoño maduran y mejor saben cuando pienso que les pertenece a ellos.

 

           Varias nogueras en la misma puerta y por donde se encontraba el horno. Se ven por aquí algunas cagadas de vacas, muchas cagarrutas de los ciervos y las zarzas que silenciosas van invadiendo los trocico amados y ahora abandonados.  Chillan los arrendajos y graznan los cuervos mientras sigo pisando la tierra como si  también buscara algo.  Y sí que lo busco pero en la dimensión de la eternidad y la belleza limpia de Dios.  Lo siento aquí mismo, dándome su abrazo tierno a la vez que sosteniendo a mi corazón para que aun siga palpitando un poco más.

 

           A uno de los almezos, se ha liado una hiedra y ahora se lo come casi por completo y hasta se le ve frondosa y repleta de semillas negras. El suelo me lo encuentro tapizado de las hojas secas que han soltado los almezos.  Paso por debajo de uno de ellos, al más grande y del que cogía sus frutos para comerlos, aquellos días de otoños lluviosos. Hoy no tienen nada más que ramas peladas y grises.

 

           Me tropiezo enseguida con el arroyuelo segundo, el que nade casi en el centro de la llanura que desde las casas se va para las Lagunillas y por aquí sí tiene un chorrillo de agua. Varias encinas grandes que clavan sus raíces en el surco de este arroyuelo, el mío y el limpio, que enseguida se seca. Las aguas se filtran al llegar al borde de la llanura y tropezarse con el voladero rocoso y ahora comprendo. 

 

           El segundo arroyo, es justo el que nace pegado a la senda que remontaba hace un rato. Doy la vuelta por la derecha, piso la tierra llana donde comían los ciervos y ya estoy asomado al borde de la llanura con la ladera rocosa.  Por donde cae el arroyo, un espeso bosque de encinas y bajo ellas, una tierra negra y suelta. ¡Que buen suelo para sembrar cualquier cosa de las que ellos cultivaban!

 

           Siento el arrullo de las palomas y al mirar para arriba, veo toda la amplia y hermosas Lancha Bonifacio.  Yo bien que la conozco y hasta los latidos de sus covachas grises donde se refugiaban los de esta aldea en los días de lluvias cuando con sus animales iban por esas laderas. ¡Qué mundo más rico, ahora sepultado en el silencio y para la eternidad, olvidado de los hombres, que no de Dios ni tampoco de mí! Sigo viendo por esas laderas, sus verdes sementeras de trigos recios y hasta algunos olivos y muchos nogales.

 

           Desde este punto, ellos se hermanaban con los que vivían en la aldea de las Lagunillas, hacia el lado del muro del pantano y con los que vivían en el Aguadero, hacia el lado en que se pone el sol.  Me conozco las sendas y también la belleza que les escolta y la emoción que palpita en las piedras y la vegetación que acompaña.   ¡Qué dos aldeas más bonitas en la espesura de estos montes y a media altura entre las cumbres y el valle del río Grande!

 

           Miro mi reloj y compruebo que yo hoy, habiéndome parado buenos ratos y en varios puntos, he tardado una hora y media poco más o menos. Me vengo para el lado donde el arroyo quiere despeñarse hacia el barranco.  Buenos rodales de tierra negra, algunas paredes de rocas y muchas encinas grandes. Cuelo por debajo de estas encinas, todas bien pisoteadas por los animales que acuden buscando sus bellotas y busco el filo del voladero.

 

           También muchas rocas por completo vestidas de musgo y cubiertas de mil hojas  secas de encinas. Compruebo que se puede bajar sin problemas por este lado aunque no sé hasta dónde. Algunas repisas donde ellos sujetaban trozos de tierra para sembrarlos. Es enormemente bello este rincón.  Me vuelvo a tropezar con el surco del arroyo ya sin agua. Cuando llueve mucho, sí corre agua por aquí pero cuando hay poca agua como es el caso de hoy, se filtra y sale a media ladera y por donde remonta la senda.

 

           Se puede bajar bien pero lo que me esperaba, sucede: antes de caer a donde resurge otra vez el arroyo, el borde de la llanura, presenta un escalón rocoso.  Me asomo al filo y, abajo, un impresionante roble.  Surge justo  en los cimientos de este escalón de rocas y exactamente donde el arroyo cae cuando el agua corre por esta cascada.  Por la superficie de las rocas, se nota las señales que el  agua ha ido dejando de tanto caer.

 

           Justo donde se estrella la cascada, cuando hay agua, se clava el tronco del roble.  Y como le coge en un barranco algo umbroso y tiene humedad y rocas para hundir sus raíces, pues ha crecido hasta el asombro.  No tienen hojas sus ramas pero aún así, qué belleza de árbol silvestre y en rincón tan original.

 

           Por aquí mismo y siguiendo la pared hacia las Lagunillas, no se puede pasar.  Me vuelvo para el lado de las casas y enseguida me encuentro unas sendillas de animales que caen hacia el barranco. Las sigo y bajo cómodamente hacia donde crece el gigante.  Por entre una enorme espesura de encinas y lentiscos, caigo para la hondonada.  Me tropiezo con los troncos de algunas parras. Son las que ellos sembraron que a pesar del abandono, siguen vivas.

 

           Siguiendo la hondonada he llegado hasta el mismo tronco del roble. Pongo mi mano sobre sus nudos y qué impresión de estar tocando casi un trozo de la eternidad. Tres personas casi no lo abarcan. Se abre para arriba buscando la luz del sol y se arruga su tronco que muestra casi el mismo color de las rocas donde se clava. ¡Qué belleza y nada más que para regocijo de su Creador!  Y es por esto, por lo que el alma se me abre en un gozo profundo y dar las gracias diciendo: “Tú bien sabes, Dios mío, por cuanto y por qué cosa concreta”.

 

           Descubro que por aquí mismo corre el arroyo, cuando corre y por eso me digo que lo voy a seguir hasta encontrarme con el venero que lo regurgita. Ando y enseguida compruebo que el terreno se hunde bruscamente porque el nivel por aquí es muy pronunciado.  Es espesísimo el bosque de encinas, madroñeras, madreselvas y lentiscos que cubre muchos metros por encima.  Por el lado de la derecha, según bajo ahora, es por donde remonta la senda que acabo de recorrer y por el lado de la izquierda, se pronuncia la pared rocosa que sujeta a la llanura.

 

           Oigo ya el rumor del agua. Por toda esta espesura, andan los animales y por eso tienen trazados muchas sendas que sirven para cruzar el terreno.  Como caen tantas hojas de la vegetación, hay mucha tierra suelta y al pisar, se clavan bien las botas. Sigo oyendo el rumor del agua. Ya no la tengo lejos.  Es justo por debajo de los cimientos mismos de la pared.

 

           Un buen mechón de zarzas y el tronco de un viejo roble que ya dejó de vivir. Se ha caído y por entre la espesura de esta vegetación y en este barranco, se pudre.  A puñados le crecen las setas en su carcomida madera.  Por aquí, pues salgo a donde brotan las primeras aguas de este segundo arroyo.  Muy pegado a la pared y justo por donde la senda pasa. No lo descubrí al subir y mira que está casi rozándola.

 

           Un charco menor, una pequeña cascada y un buen caño de agua que ya salta y llena el surco del arroyo hacia el barranco de la Huerta Vieja. Queda arropado por la parte de arriba de muchas zarzas, pinos caídos y secos y por abajo, hasta por una mata de durillo.  Lo cruzo y enseguida, la senda. Justo nace donde a la vereda, a la izquierda según remonta, le queda la llanura de la era que ya dije.  Donde dejaba de oírse el rumor del agua del arroyo.

 

           Y ya, pues dar las gracias a mi Dios, que una vez más, ha permitido que mis pasos y mis ojos, se recreen en belleza tanta y hasta creo que hoy, con un traje especial.  Me nace de dentro dale las gracias a El, por tanto, como me regala y en un día como el de hoy. Gracias, Dios mío, y que mis pobre palabras sirvan para que Tú seas un poco más amado y conocido en este suelo.  En el espejo de tu naturaleza hoy te he visto otra vez y qué bello, desde tu silencio preñado y tu amor de Padre bueno.

 

           La fragancia eterna.

           El valle que tiene su descanso en el mismo centro de mi corazón y desde ahí rebosa, por el lado de la derecha, hacia la curva grande del río, al frente, para la ladera y el puerto del pino y por el lado de la izquierda, hacia el cortijo, la huerta y las encinas grandes, anoche lo volví a ver en mi sueño y lo saboreé en mi alma mientras lo recorría en silencio.

 

           Y vi como los charcos del arroyo ya no estaban o sí estaban pero convertidos en baños de  fantasía para miles de los que llegan de fuera y lo mismo el camino que va desde  la curva al puntal que mira al río e igual la ladera que se achata por el puerto del pino viejo y otro tanto por la tierra llana que fue el prado de las ovejas y la alberca donde se recogía el agua para regar la huerta.

 

           Y como por entre la hambrienta muchedumbre fui caminando sintiéndome herido y  extraño y superior a ellos porque tengo mis principios casi donde comienza el tiempo, al preguntarles, muchos me fueron diciendo:

- Pues ahora lo que necesitamos es un mapa que recoja los nombres y los caminos  viejos con las ruinas de   los cortijos y las cascadas de ensueño.

 

           Y a tal proyecto y antes la muchedumbre, no respondí ni una sola vez sino que seguí recorriendo la tierra llana de mi valle y a cada recodo del camino y detrás de cada encina vieja, la tierra se me presentaba tan cambiada que más que gozo por haber vuelto, lo que sentía era un río de amargura me quemaba doliendo por la sangre.    

 

 

            78-  Collado  Serbal.    Ir al índice   

           Por pista de tierra. Andando o bicicleta.

           Zona restringida.

          

Todo es hermosísimo
en la limpia y azul mañana
pero hasta el acebo del río
te llama
y conmigo tiene frío.

   La distancia.

 Siguiendo la pista de tierra que remonta desde la casa de artesanía los Casares y hasta el arroyo del Cerezuelo, más arriba del Collado Serbal, la distancia a recorrer, son unos cinco kilómetros.

 

           El tiempo.

           Se puede tardar casi dos horas y no es porque la distancia sea grande sino porque  el trazado de la ruta discurre en ascensión. Arranca por la curva de nivel entre los setecientos y ochocientos metros y alcanza casi la de los mil doscientos.  La pista traza muchas curvas para ir sorteando las dificultades del terreno.

 

           El camino.

           Es pista forestal de tierra que no presenta ningún tipo de dificultad a la hora de recorrerla a pie. Sólo las muchas curvas que traza, necesarias para irse elevando  y la monotonía de la cuesta que parece no tiene fin nunca.  Esta es la única dificultad y el regreso, pues todo comodidad y gozo profundo por la vista que al fondo, en todo el recorrido, tenemos. 

 

           El paisaje.

           Lo que más sorprenden es la espesura de los pinares y por entre ellos, la vegetación arbustiva que por momentos se espesa según remontamos. Fuera de la pista, hay sitios por donde es casi imposible andar. Son muy abundantes, por la zona las madroñeras, los roble y las madreselvas.

 

           Si en los descansos que, inevitablemente haremos para tomar aire y seguir remontando, miramos para atrás, se nos ensanchará el alma frente a las hermosas panorámicas que antes los ojos se presentan. Todo el valle ahora cubierto por las aguas del Embalse del Tranco, parte de Cabeza de Viña, las laderas al otro lado hacia las cumbres de Pontones y las lejanías hacia un lado y otro.

 

           Ya por las tierras del collado, se nos abre una profunda panorámica hacia el barranco del Cerezuelo y por las laderas que lo remonta desde el lado que lo surca la carretera. Los bosques que por esas umbrías existen, son impresionantes y más en la época del invierno. Los troncos de las encinas y los robles son tan espesos que casi no le da el sol en todo el día y esto hace que los musgos, los cubra casi por completo. Como la humedad es tanta, se les ven verdes y ciertamente que el espectáculo es de ensueño.

 

           Ya donde habremos fijado la meta, que es al llegar al surco del arroyo, más o menos, según decidamos, lo que más agrada precisamente son las aguas limpias del arroyuelo que cae desde las cumbres del Almagreros.  Por la derecha nuestra y hacia el barranco del Cerezuelo, caen unas cascadas, difíciles de ver por lo quebrado del terreno y más difíciles acercarse a ellas, que son de fantasía.  La primera caída de esta casca es por un profundo agujero abierto en la pura rocas  y luego surge como a la mitad de la pared rocosa.  En definitiva, un rincón primoroso y con todos los alicientes del mejor paisajes serranos.

 

           Lo que hay ahora.

           A las dos y diez, arranco por la pista de tierra que, un poco antes de llegar a la casa de artesanía Los Casares y bajando desde Coto Ríos, se aparta por la izquierda. En los primeros metros remonta bastante suave por entre pinos, lentiscos, robles, algunas encinas y monte bajo.  En la primera curva, un poco antes, se siente correr agua. Miro y veo una arqueta de cemento y al escuchar, descubro que el agua baja entubada hacia la casa de artesanía.

 

           Gira para la izquierda trazando una curva bastante cerrada y la pista, pues, para los coches que van por todo terreno, sí está bien pero para otro tipo de coche, ni pensarlo. Corre viento y al romperse por entre las hojas de los pinos silba con un ruido característico. De vez en cuando, se oyen el tableteo de un pájaro carpintero. Una bandada de mirlos se me ha levantando y han formado un buen jaleo.

 

           Por toda esta zona, entre tantos lentiscos y pasto ahora por la abundante hierba, en los años buenos de lluvia, se dan bien los níscalos.  Una segunda curva para la izquierda y se asoma al primer arroyuelo que cruza la carretera al subir de los Casares para Bujaraiza.  Gira otra vez para la derecha, sobra la tierra del puntal.

 

           Mientras esta tarde ahora remonto hacia el arroyo del Cerezuelo y sin nombre en algunos mapas, recuerdo yo ahora que esta pista la recorrió aquel día, el amigo que ya no está. Desde el Cerezuelo remontamos hasta la aldea de las Lagunillas y desde allí, hasta las cumbres del Almagreros. La vuelta la hicimos siguiendo el curso del arroyo que esta tarde busco pero antes de llegar al collado Serbal, yo me tiré por la ladera abajo y fui a salir al Cerezuelo, mientras que mi amigo se vino por esta pista. Quería él conocerla y la recorrió en solitario. Subí con el coche a buscarlo y lo encontré por la casa de los Casares.

 

           Habiendo girado para la derecha, remonta para un puntal y va muy bien por aquí. El firme es de piedra molida y no tiene ni baches ni surcos.  Una curva menor para la izquierda.  Se mete en una hondonada y gira de nuevo para la derecha.  No es muy pronunciada la ladera que voy remontando, sino que asciende levemente todavía por la franja que queda entre los setecientos y ochocientos metros.  Pero la pista sí se inclina porque tiene que tomar altura para remontar el collado que se eleva sobre los mil doscientos metros.

 

           Una vaguada donde durante unos catorce o quince metros, es casi llana y traza una airosa curva para la izquierda.  Se adapta a la ladera dirección a la caída del Fraile buscando remontar el puntal pero mucho más para arriba. Por entre muchas madroñeras lo corona, el rumor del aire al quebrarse en las hojas de los pinos y el tableteo del pájaro carpintero. Durante un rato va asomándose a la hondonada del primer arroyuelo.  Varios zorzales levantan vuelo y por la izquierda, una madroñera con muchos frutos rojos.

 

           Es solana esta ladera y por eso me llama la atención que las plantas tengan tantos frutos en fechas tan avanzadas.  Como casi todo el día tiene el sol de frente, me inclino a creer que los madroños de estos arbustos, deberían madurar mucho antes que aquellos que se encuentran en barrancos o zonas umbrosas. Veo ahora que mi lógica no encaja en la realidad.

 

           Otro rodal de madroñeras y una de ellas, recta y está doblada de madroños maduros.  Por la izquierda varias matas más repletas de estos frutos rojos. Me aparto de la pista, saco algunas fotos, muevo los troncos de las matas y cojo un puñado de madroños y me los como. Están riquísimos.  (Continua...)


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