POESÍA Y FOTOS
de naturaleza Del libro: Aromas de Hierba
José Gómez Muñoz
723- Detrás de cada roca clavada en la ladera, detrás de cada hoja que al viento tiembla y tiembla, detrás de cada tallo brotando de la hierba, detrás de cada sombra de nubes en la pradera, cada gota de lluvia que deja la tormenta, cada aroma de espliego, tomillo o ajedrea, cada roble cansado, pinos o madreselvas, detrás de cada brizna de vida nacida de la tierra, estoy yo y vivo entero latiendo con la esencia.
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Detrás de cada foto, un trozo de belleza que arranco con cariño a la belleza excelsa, estoy yo y no escondido sino en amor que quema y fundiendo con amor materia, en llama eterna.
Detrás, Dios mío y en medio, en el centro y en la puerta, allí donde respira o nace y se hace perla una gota de rocío, estoy en amor y espera soñando hacerme río, fuente, flor o primavera. |
La foto fue tomada en el punto en que el río pasa por Vadillo, el pequeño poblando donde Renfe tuvo instalada una serrería para sacar traviesas de los pinos de la sierra. Vadillo es diminutivo de vado y en realidad tal nombre nació porque en otros tiempos, por este punto del río, cruzaba una vía de trashumancia. El río se remansa y por este punto pasaban los rebaños, los arrieros y las personas. Los puentes y las carreteras llegaron muchos años después. Cerca, existe el puente de la Cerrada de Utrero que da paso a la carretera hacia el nacimiento y Nava de San Pedro. Pero el bosque, quizá ahora esté más esplendente que nunca. Sierra de Cazorla.
621- En la tierra pelada que mira al sol de la muda mañana, pastan las ovejas bien esturreadas y el pastor las mira en las partes altas, un poco más arriba, el cerro de la mata, el buje solitario que en la cumbre se clava.
En la tierra pelada pastan las ovejas y entre ellas recostada, la perra mastín que se estira larga en la escasa hierba.
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Retozan y no paran ciento diez borregos de lana gris escarcha, el pastor en el cerro, en las partes altas, clavado en el tiempo observa y no para al rebaño pastando al sol de la mañana.
Llego y lo saludo. Él, cortés me habla. blanquea la nieve a rodales cuajada, se mecen los pinos al viento que pasa, se hunde el barranco
y el río avanza por entre los olivares que son luz y plata. |
Collado por el Cerro de Santa María en un día de invierno y después de fundirse las nieves. Ni siquiera un rebaño de ovejas pastando en su tierra árida, tiene menos belleza que la más esplendorosa puesta de sol. Todo es belleza en las tierras que dan forma a estas sierras, porque Dios es y está sosteniendo con sus amor. Sierra de las Villas.
750- En la noche quieta de luna brillante y de paz serena que reina galante a lo ancho del campo que tengo delante, canta el autillo y su fino cante se me engancha dolido en el sueño y su sangre.
Siento a la hermana, la fresca estrella que juega y es amable, que viene bajando por el monte adelante y al llegar junto a mí me dice al instante: - Yo soy la dulce que viene a consolarte y a llenar de ternura tu dolor vacilante.
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Comprendo que es verdad porque ya soy dichoso con ella delante, pero como el autillo sigue con su cante, pregunto por si ella sabe descifrarme su dulce y triste trino.
- Ese fino sonido que del autillo sale es como el quejido de una estrella errante que se hubiera perdido y en la fuente diamante estuviera parada sin dejar de quejarse.
El autillo en la noche y la hermana galante, están y refrescan mi alma y su sangre. |
Muestra la foto una preciosa panorámica del valle del sinclinal y el mismo, en su centro. Al fondo, el pico del Escribano por donde va la senda que corona al Puerto del Tejo. En aquella noche acampados entre los majoletos que rodean a este preciosa sinclinal, el delicado trino del autillo nos estuvo acompañando mientras dormíamos. Fue una experiencia llena de misterio a la vez que también de belleza que se nos quedó grabada con la fuerza de lo exquisito. Sierra de Cazorla.
DESDE LA TIERRA llana de lo alto de los cerros, hoy pradera espesa con la misma hierba de aquellos tiempos y era donde las ovejas se concentraban al caer las tardes, todavía arranca la senda, mitad ya carretera, que atraviesa el collado y por el cauce que el arroyo va formando, cae saltando rocas y se interna en la espesura del acebuchal y después de atravesar el puntal redondo de las jaras densas, vuelve y cien metros más abajo, ya descansa en la otra llanura hermana que se recoge junto al borde de las aguas del río bello y aquí, parece como si muriera o ya para siempre se quedara.
Y lo digo porque ayer por la tarde, como recordando aquello, me vine siguiendo las huellas que son todo silencio y soledad y al llegar justo a donde el fresco arroyo arropa con su sombra a la segunda llanura hermosa, miré y vi todavía la tierra negra de cuando aquella vez roturaron los campos y quemaron el monte para después sembrar las cosechas.
Y como en la tierra que fue tanto, han crecido las zarzas y se amontonan las ramas viejas de los acebuches, al verla me han entrado ganas de pararme y rozar otra vez el monte, retirar la broza y ponerme luego a labrarla y hasta sin querer, me he puesto a recoger ramas secas, pero cuando me he querido dar cuenta, la luz de la tarde nueva, se ha ido y la noche comienza a borrar el barranco y las siluetas de las montañas y entonces me he preguntado: “Con esta oscuridad tan densa ¿cómo ahora salgo yo de este barranco y recorro la senda que me lleva a la otra llanura hermana?”
Y es que de la tierra llana de la cumbre a la tierra llana de la vega y, sobre las huellas de la senda, es donde se me ha quedado enredada el alma, entre el monte espeso y la sombra de la noche que cae y el latido del corazón que todavía palpita y ama.
631- El arroyo limpísimo que llega callado desde cumbres altísimas de infinitos azulados, aquella mañana bajaba aplastado entre bujes y sombras y más que rebosando de espumas algodonosas y cascadas saltando.
Me fui por la cuesta que sube jugando con la senda estrecha, los cinco álamos, |
las ruinas del cortijo, los olivos alados y el surco profundo que se hace hermano con el arroyo de María por donde el rellano y al llegar al balcón del pleno descanso, qué asombro de cumbres, luces y barrancos grandiosos surgiendo y a la vez escoltando al arroyo rumoroso que llega callado. |
Desde las laderas del cortijo del Palancar una preciosa vista hacia el barranco por donde discurre el arroyo de María. Ningún amanecer o atardecer y en ninguna época del año, carece de belleza, contemplado desde estas sierras. Pero si ese amanecer ocurre en los barrancos del arroyo de María y, si además, las nieblas o nieblinas revolotean por las cumbres que coronan, qué asombro para el alma, que siente, gusta y ve, pero no acaba de comprender por qué se encuentra ante lo inefable y lo grandiosamente bello. Sierra de la Cuatro Villas.
676- Se mecía en su cumbre el roble señero que clava sus raíces en las rocas y el suelo y se asomaba al vacío del barranco tercero que derrama sus aguas en el río mensajero.
Recorría yo la tierra que en mi sangre llevo y subía las laderas que remontan al cielo cuando a descansar me paré un momento junto al tronco retorcido que es de plata y negro y estando respirando |
el limpísimo viento que recorre la sierra como yo y, es más dueño, desde el corazón me salió muy sincero:
“Creador de los valles y el profundo universo ¿qué tengo y yo y por qué me regalas queriendo las montañas de tu edén, el limpio venero, las flores de los prados, este roble viejo, las hojas de la hierba y, además, tu beso?”
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Hermosísimo roble centenario clavado en las empinadas laderas que llevan a la cumbre donde nace el arroyo Torre del Vinagre. Al fondo, la grandiosa lancha caliza y con tonos oro, llamada por eso, Piedra Rubia. Cuántos rincones pletóricos de belleza y llenos de la vida más real, gritando en cualquier punto de estas sierras. Sierra de Segura, Santiago de la Espada, arroyo Torre del Vinagre.
681- Cayendo la tarde del verano avanzado, después de la tormenta y el olor por el campo a tierra mojada, el viento en su calma y, sintiendo el abrazo del Dios que me ama, traigo a mi regazo lo de aquella mañana del rosal enredado en sus rosas grana.
Fue por la tierra que estaba tapizada de flores y de hierba, junto a la cañada que es como la puerta del río que canta. |
Cayendo la tarde del verano en su marcha, recuerdo aquel momento y recuerdo que estaba también mojado el campo, el rosal florecido, las violetas, de galas, las peonías y los lirios, vestidos de plata y por eso mi espíritu extendió sus alas borracho y enamorado del Dios que me ama. |
Flores del rosal silvestre. En las vastas sierras de este Parque Natural, son abundantísimas las fuentes, los arroyos claros, las corrientes saltarinas, las anchas praderas tapizadas de hierba, las nubes blancas en los días de verano y primavera, las nevadas relucientes coronando las cumbres y además, los rosales silvestres. Ellos se llenan de belleza, como tantas otras plantas, en los días primaverales y al encontrárselos, el alma que recorre los caminos, se llena de placer y sigue agradeciendo. Sierras del Parque Natural de Cazorla, Segura y las Villas.
739- Cuando el día llegó levanté mi tienda del bello rincón donde las estrellas, la luna y el sol me habían acompañado en mi sueño mejor. Recogí las mantas, respiré el sabor del aire purísimo, de la luz y el color que sobre los campos se habrían en flor y por el viejo camino que va por los pinos, me fui en oración.
Cantaban los pájaros su nueva canción, corrían las liebres al sentir el rumor de mis pasos leves, |
bebí en la fuente que mana candor y lavé mi cara del polvo y el sudor.
Me senté en la roca y estaba, con amor dando gracias sinceras por el gran favor de tan bella sierra cuando en el verdor del tallo que en el viento, se mecía en su temblor, lo vi encaramado repleto de honor. “Pajarillo libre que de parte de Dios vienes a saludarme, ¿cómo puedo yo un poco pagarte este gozo y favor?” Dije sin querer desde mi oración.
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En la foto uno de los muchos pájaros silvestres que pueblan los bosques de estas sierras. Es un pica pinos y no es que yo me lo encontrara por casualidad en aquella mañana clara. Estaba en el abrevadero de Rambla Seca, bebía agua y me lavaba la cara, cuando me di cuenta que, por el arroyuelo del agua que rebosaba, saltaban y se bañaban muchos pajarillos. Allí me estuve quieto y como ellos se apercibieron que no les iba a hacer daño, siguieron con sus gorgojeos y sus baños. Fue para mí un amanecer precioso que agradecí al cielo y ahora recuerdo. En las Sierras de Segura.
747- Saber, sabe mucha gente por dónde se escapan las nieblas, por dónde nacen los ríos que atraviesan estas tierras, por dónde manan las fuentes que dan al Guadalquivir aguas frescas y también por dónde van las ya desaparecidas sendas y cómo son de bonitos los nombres que arroyos o montañas, llevan.
Saber sabe mucha gente que los pinos de los bosques crujen y violentos tiemblan cuando las nevadas caen, estallan fieras las tormentas, soplan los vientos invernales y los hielos crudos quiebran
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a las rocas en las montañas que ruedan por las laderas.
Saber, Dios mío, saben muchos de las perdidas aldeas, de la soledad de los pastores en las espléndidas praderas, del manar de las fuentes claras y de mil otras cosas concretas, pero sentir como yo, Dios del alma que me quiebras, sentir la sangre latiendo y en ella, hirviendo la sierra en amargísimas lágrimas y en hondos valles de tristeza, sentir así a estos paisajes y sentirte que me besas con el amor que da la muerte ¿Quién conoce así la sierra?
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Después de una lluvia otoñal el verde de los bosques brilla con más fuerza. Las nieblas se forman en los valles y se alzan por las laderas y barrancos. Aparecen o salen las cascadas y como la tierra mojada también tiene otro color, el espectáculo es de lo más hermoso. Y si este espectáculo ocurre junto a las aguas de unas de las colas del Pantano del Tranco, no tiene nombre. La tarde se fue marchando, pero de la naturaleza manaba una emoción que se hacía gozo dentro del espíritu. Hornos, Sierra de Segura.
662- Se marchaba en su canto el río de mis sueños aquella tarde chiquita sin sombra ni fresnos y estaba yo parado junto al agua corriendo y mudo, extasiado en la luz y su juego y el dibujo claro que trazaba sin lienzo.
Se marchaba en su canto y el hambre en mi pecho se me abrió en cascadas
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como quien muriendo pide un sorbo de agua y un puñado de viento y, desde el fondo del alma, dije todo pleno:
“Con el río plateado que es amigo sincero, quiero yo, nadando, irme a tu encuentro ahora que a los dos nos cubre el silencio y nadie más comparte este blanco secreto”.
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El Guadalquivir cuando ya va saliendo de las sierra que le han dado la vida, pero todavía rodeado de pinares, romeros y playas de finas arenas. Otra vez el alma llora y no es porque se sienta vacía sino porque rebosa del amor que le ha hecho sentir la vida y al notar su pérdida quiere morir con lo que ama. ¿Para qué sirve ya la vida si lo amado es ausencia? Sierra de las Villas.
736- Tres nubes blancas por el cielo y la mañana quieta como si ya hubiera llegado el momento de la esperada fiesta, dos nubes más sobre el horizonte por donde pareciera que al fin van a llevarme lejos de esta tierra y donde, más allá de la franja que veo escasamente hubiera horizontes azules que se alargan en honda tristeza aunque también ahí esté Dios con su gran belleza.
Tres nubes blancas por el cielo y la mañana inmensa voy yo con mi corazón rastreando la tierra y persiguiendo en mi soledad perfume y huellas de aquel que me dio la vida y lenta se la lleva y la congoja en el corazón |
a fuego me quema, mas no es congoja sino sed de Dios, hastío de la tierra, sequedad de tanta soledad y tantas heridas viejas que sangran un día y otro sin parar y nunca se cierran y es que mi alma, qué bien lo sabe, Dios, sólo llena.
Tres nubes blancas por el cielo ocre la tierra, solitario el álamo en el llano inmenso la luz que lo besa a lo lejos lo saludo el cerro la hierba reseca y al pasar el pobre viajero se para y reza: “Hermano, contigo me quedo y a tu sombra vieja apoyo mi esperanza cansada a ver si se acerca, esta noche cuando estemos durmiendo, Dios y nos lleva. |
Siguiendo el carril de tierra que desde Fuente Segura, el nacimiento de este río, sube hacia el corazón de los Campos de Hernán Pelea, después de los tornajos de las Palomas, nos encontramos estos campos. Son los del Espino Bajo y en una delicada llanura donde existe un pozo, sin agua en los años de sequía, crece este solitario álamo. Llama la atención precisamente por lo despobladas de vegetación que están todas estas llanuras y, en verano, por la sequedad de la tierra. Pero aun así, asombra la belleza cual lira que en todo momento estuviera vibrando hacia el azul del cielo que siempre le cubre. Se clava en el alma y eso se siente nada más verlo. Santiago de la Espada, Sierra de Segura.